Este relato es muy breve, originalmente fue para el instituto que me pidió un relato corto sobre música o dibujo (para una cosa de música y ed. plástica). Al final hice dos, uno de cada. Aquí os dejo el de música y haré otro post para el de "dibujo".
Nota: Donde pongo las comillas son las "otras" comillas, es que al ponerlas no sale lo que hay dentro. Bah da igual, si os liáis con eso me refiero a esto <> (espero que salga)
Nota2: No se porque me sale el relato que llega hasta la mitad de la hoja, iba a solucionarlo pero es un engorro bastante molesto y creo que no afecta demasiado a la lectura.
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La Melodía de la Promesa:
Eran más de cien personas. Cien músicos, cada uno con su propio estilo: punk, pop, tecno, house, heavy metal, rock, reggae, hip-hop...había de todo. Pero ella era especial. Si bien de cada estilo había dos o tres personas, ella, era la única que, con un violín, interpretaría una pieza clásica.
Había llegado allí hacía más de una hora, justo después de practicar por última vez
su interpretación. Lo que significaba que llevaba una hora soportando todo tipo
de miradas burlonas y comentarios groseros por su gesto serio y ropa formal.
Pero, ella, ni se inmutaba. Se llamaba Lucía y tenía diecinueve años, su figura
era delgada y pálida, a juego con su cabello largo y de un rubio casi plateado;
su rasgo más distintivo eran sus ojos: unos hermosos ojos pardos que contenían
toda la tristeza del mundo.
La chica miró largamente el número marcado en un vulgar papel, porque, al igual
que el papel, el concurso era vulgar y sin importancia. Por ello, todos estaban
reunidos en un pequeño edificio sucio y apartado del centro de la ciudad, lleno
de graffitis y de polvo. Pero era lo que su maestra hubiese querido.
Lucía había crecido en el seno de una familia acomodada y, desde una temprana edad,
había sufrido una larga enfermedad incurable que hacia que cada día estuviese
más débil. Nada le complacía, todo le disgustaba. Al menos, hasta que oyó tocar
el violín a la que sería su maestra, años atrás. Desde entonces había
encontrado una razón de vivir y poder sonreír al mundo, pero, todo se empeñaba en
ir mal. Sus padres, últimos familiares suyos, habían fallecido en un accidente
de tráfico hacía dos años...
-¡Número treinta y dos!- anunció el presentador por un micrófono.
Ella suspiró y cargó con el violín hasta la posición que le indicaban, dio su nombre
y contestó irritada otro par de preguntas mientras la gente se miraba extrañada
y se reía de nuevo por su aspecto.
"Ahora cumplire lo que me pediste" pensó mientras se preparaba para tocar; y, en algunos segundos comenzó a fluir la música, dulce y melancólica por toda la
estancia.
Mientras resonaban las notas ella seguía recordando su triste y penosa vida. Después de
perder a sus padres el único consuelo que le quedaba era el violín y su
maestra. Todo parecía marchar bien, aprendía rápido y cada día pensaba más en
aquella violinista profesional que la instruía, como una madre.
"Nunca estaré satisfecha con lo que he conseguido hasta ahora" le parecía oír a Lucía, "No quiero que los amantes de la músic aclásica me aplaudan, yo, lo que quiero es demostrar a todos que la música clásica es tan buena como cualquier tipo de música actual"
Recordar aquellas palabras la desconcentró un momento,
dejándola al borde del fallo, pero, con maestría, retomó el ritmo.
Sabía que ahora estaba completamente sola, hacía dos meses que su profesora de violín
había muerto. Y, con ella, todas sus esperanzas. Ahora sólo le quedaba la
promesa que le había hecho: intentar hacer de respetar la música clásica,
aunque ya no pudiese ser juntas.
Al borde del llanto, dejó fluir la última nota de aquella hermosa pieza.
Algunos aplaudieron, otros intentaron parecer indiferentes y, un tercer grupo, se
miraban entre sí, divertidos. Lo había intentado, no sabía si con un buen
resultado, pero lo había intentado. Sin darle tiempo a recibir el veredicto,
salió del edificio. Mientras atravesaba la puerta a la calle, le pareció
escuchar el sonido de aplausos, y sonrió involuntariamente.