CAPITULO I
La frágil barca se deslizaba como un fantasma por los hermosos canales venecianos una noche como cualquier otra de 1314.
Sobre su cubierta, un viajero como cualquier otro embozado en una capa negra de la mas preciosa seda contemplaba con una cansada sonrisa la obra de arte que era la ciudad en sí misma.
El esquife se detuvo pausadamente frente a una mansión lujosa donde vivía un noble como cualquier otro.
El pasajero se levantó con una lentitud no carente de grcilidad, arrojó sus honorarios al barquero y se dirigió ágilmente hacia la puerta.
La madera de fresno español retumbó al recibir los golpes.
- ¿Quien está ahí?- preguntó una voz neutra desde el otro lado
- Vuestro señor me espera- dijo simplemente el viajero
- Mi señor no recibe visitas después del toque de vísperas-
- No obstante, anunciaréis que Rasalos, emisario de Praga ha venido a verle en misión especial, si después de eso no gusta de hablar conmigo, lo comprenderé, pero me veré obligado a echar la puerta abajo-
El sirviente pareció aceptar el trato, pues el fino oído del emisario escuchó sus pasos deslizandose por la alfombra, subiendo las escaleras, hablando con alguien, recibió una reprimenda y unos isntantes después, la puerta se abrió.
El hombre tenía sus buenos cuarenta años, cabello canoso y con abundantes entradas, su frialdad y cortesía no disminuyó ni un ápice cuando dijo:
- Mi señor le da la bienvenida y le suplica que perdone mi insolencia y mi falta de modales-
- Estás perdonado esbirro, pero ha sido un viaje largo y penoso, a veces bajo el sol-
- ¿Desea quizás el señor Rasalos un refrigerio?-
- Me complacería mucho, si-
- ¿Tenéis algún tipo de preferencia que deba considerar?-
- Prefiero mujeres jóvenes, dulces, como las que tenemos allá en mi país-
- Ahora mismo, señor- dijo, y se dirigió al piso de arriba haciendo una inclinación de cabeza mínima.
Rasalos sonrió, aquel vejestorio conocía su condición, pero tenía agallas.
Y es que Rasalos no era un viajero como otro cualquiera, era un inmortal bebedor de sangre, el cazador perfecto, cebo y devorador al mismo tiempo.
Mientras esperaba el vampiro se snetó en un cómodo sillón y empezó a hacer juegos de pulgares.
- Te ruego que me disculpes, he tenido una semana muy larga- dijo una voz en la puerta
Rasalos se puso en pie de un salto y contempló a sus anfitriones, ambos eran vampiros, de ascendencia mediterránea y finos rasgos aristocráticos en absoluto comparables a la fría dignidad y bestial porte del emisario de los soberanos de la noche del Este de Europa.
- Darkspinus- Rasalos inclinó la cabeza con una sonrisa- hn pasado diez lustros desde nuestro último encuentro, quien es tu acompañante?-
- Mi vástago, Evan, es jóven aún, más es un espadachín imbatible-
- Y a pesar de tu espadachín imbatible solicitas mi ayuda-
Evan se llevó la mano a la espada, era evidente que era orgulloso, fácil de ofender, pensó Rasalos, fácil de emboscar.
- No la tuya, viejo amigo, la de tu Sire y Señor Vlad Dracul-
- Mi señor tiene sus propios problemas, todo nuestro feudo se ha convertido en un campo de matanza, la Peste diezma a las reses, los Lobos campan a sus anchas, las levas ciudadanas son cada vez más frecuentes...-
- Es una mala época para ser inmortal-
- Reses envidiosas- Evan escupió en el suelo
- En fin, con malestar o sin el debo recurrir a la alianza entre Italia y los Voivodatos para que me ayudéis a solucionar un problema grave-
- ¿Cual podría ser?-
- Perros rabiosos- sonrió Evan mostrando los colmillos y llevando la delantera de la conversación por primera vez- al menos tres purasangres que se dedican a infectar reses-
- ¿Me has hecho venir para lidiar con una manada descontrolada de cachorros de loba?-
- Has venido porque es tu deber acudir a la llamada de auxilio de mi ciudad cuando se solicita-
- En el norte también tenemos problemas con los licántropos, y no venimos a pdeiros ayuda, ¿no te lo he dicho? estamos bajo asedio y tu quieres que mermemos aún más nuestras fuerzas para que a los siñoritingos no se les manchen los trajes-
- No soy un guerrero, Evan si, discútelo con el- snetenció Darkspinus
Justo entonces entró en la sala el viejo criado llevando del brazo a una joven muchacha de la calle.
- A tu salud veneciano- siseó Rasalos- yo sólo me basto y me sobro para acabar con vuestro problema domestico-
Y así acabó una noche en Venecia, como otra culaquiera si exceptuamos los gritos de una niña inocente
Continuará...