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 Crónicas del Caos: 1ª temporada [Original]

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Evan
Veran
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Veran

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Crónicas del Caos: 1ª temporada [Original] Empty
MensajeTema: Crónicas del Caos: 1ª temporada [Original]   Crónicas del Caos: 1ª temporada [Original] Icon_minitime15/04/10, 05:03 pm

Crónicas del Caos: 1ª temporada [Original] Portadaveran

Buenas ^^

Bueno, esta vez no se trata de un fanfic más, sino de un proyecto que esta a vísperas de su publicación, con su Copyright y todo. Como el proceso lleva su tiempo y a modo de "enganche", cree una serie online basada en la que iba a publicar y la colgué en mi blog particular. Ha ido sumando adeptos poco a poco, tanto, que nos hemos visto obligados a agrandar el proyecto online, colaborando el equipo completo del "Yayteam" en la elaboración de su 2ª temporada.

Género: Ficción/aventura/misterio/terror
Advertencias: +13 años. Terminado (2ª temporada en desarrollo)
Agradecimientos especiales a: Andreu Romero (Ilustrador)
Sinopsis: Nuestro mundo se divide en dos: el que vemos, y en el que no creemos. En el que no creemos se esconden peligros que no podemos llegar a imaginar relacionados con el origen de nuestra propia existencia. También se ocultan en él gente agraciada con la sustancia de la que partió todo, capaces de hacer milagros o destruirlo todo con solo chasquear los dedos. Veran es una de esas personas, y estas son solo algunas de las tareas que ha de afrontar en su día a día...
Fecha de publicación: 28/Diciembre/2007 - 19/Noviembre/2009
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CAPITULO 1

Eran las tres y cuarto de la madrugada. Y los ruidos volvieron a producirse.


De nuevo, Pablo se despertó por culpa de aquellos malditos alaridos lastimeros que casi parecían demoníacos.


Somnoliento, se levantó de la cama y acudió a cerrar el cristal de la ventana como las otras noches. Ya había perdido la cuenta de cuantas veces le había estropeado el sueño aquellos infernales rugidos y había repetido aquella fastidiosa operación: levántate, cierra la persiana del todo y la ventana, y de vuelta a la cama, a ver si recuperas el sueño, cosa que normalmente no ocurría.


Aquella vez, fue la excepción. Como un robot sin voluntad propia, comenzó a echar la persiana cuando vislumbró algo en la calle. Una farola parpadeante había iluminado por un momento una figura esbozada que se colaba en la iglesia de enfrente, de dónde provenían los ruidos.


- ¿Estás despierta? -le preguntó a la mujer que dormía en su cama como si nada ocurriese -. Acaba de entrar una sombra en la iglesia…


- Será el cura… ¡Deja ya esa estúpida manía de mirar por la cama y vuelve a dormir! -le recomendó sin girarse.


- ¿A estás horas? Si son las tres de la mañana…


- ¡Pues será algún mendigo! ¿Quieres dormirte de una vez?


El hombre acató la regañina de su esposa y, ignorando lo que acababa de observar, cerró la persiana y la ventana antes de volverse a la cama.


* * *


La silueta se deslizó silenciosa, segura de no haber sido vista, en el interior del oscuro templo. A pesar de su forma humanoide, nada más entrar, dio un salto que la elevó hasta los tablones de madera que sustentaban la bóveda que recubría la santa estructura. Allí quedó , en cuclillas, confundiéndose con el juego de luces y sombras que las vidrieras, de caprichosos colores e imágenes de santos, proyectaban. Los lamentos acallaron.


Allí aguardé apenas un par de minutos sin que ocurriera nada. La primera señal se presentó, he de admitirlo, antes de lo que esperaba.


Fueron unos crujidos casi imperceptibles bajo las suelas de mis deportivas. Unos crujidos que enseguida me hicieron temer lo peor: el tablón que me sustentaba se quejaba por el peso de una segunda persona. El problema era que allí, de forma visible, no había nadie más.


Salté al siguiente madero, a un metro de distancia, que se combó un poco por el impacto pero aguantó bien. El problema es que el ser invisible me siguió, dejando caer el anterior tablón, produciendo un fuerte golpe al partirse contra el suelo.
Salté de inmediato al siguiente tablón; y al próximo; y así sucesivamente hasta llegar casi al altar, donde los tablones terminaban justo antes de chocarse con una imponente figura de un cristo crucificado cuya cabeza terminaba al comienzo de la cúpula. La persecución había aumentado un poco el ritmo, mas aún no tenía pensado lanzarme al enfrentamiento frente a frente. Mi sangre aún estaba demasiado tranquila, acostumbrada a ese tipo de “chiquilladas”.


Con el mismo esfuerzo con el que subí hasta esa altura, osease: ninguno, me dejé caer al suelo de la iglesia, apartándome rápidamente rodando sobre mi misma hasta esconderme bajo la mesa del altar. Décimas de segundo después, como si todas se hubieran puesto de acuerdo, todas las vigas del techo cedieron y se precipitaron contra el suelo levantando una lluvia de esquirlas y trozos de madera, además del sonoro estrépito.


Nada. Seguía sin sentir la excitación del momento.


Salí de mi escondite a gatas, incorporándome de un salto bajo los pies de la figura de Jesucristo y observé a mi alrededor ajustándome las gafas de sol sobre el puente de la nariz con un dedo. Aunque el gesto no tuviera nada que ver, mi visión cambió: todos los objetos que veía estaban rodeados de colores de tonalidades tristes, la gran mayoría de ellos, translúcidas y muy parecidas entre sí. Todo muy normal.


Lo que rompía la quietud visual era aquella aura color manzana más opaca y que envolvía un cuerpo humano totalmente invisible. Mi perseguidor y víctima.


Como una exhalación, se lanzó hacia mí. Le esquivé rotando el cuerpo y dejando que se estampase contra la gigantesca escultura. Con un repiqueteo algunos trozos diminutos de mármol me llovieron sobre la cabeza, advirtiéndome de lo que iba a pasar a continuación. Salté rápidamente por encima del altar a la par que la figura comenzaba su descenso por el peso. A mí si me dio tiempo a apartarme. Al “fantasma”, no.


Cristo se dio un cabezazo contra la mesa del altar, que frenó su caída. Me rendí. Por mucho juego que intentase darle al exorcismo, aquel monstruo del tres al cuarto ni siquiera se esforzaba por atacarme en condiciones o ponerme en algún aprieto. ¿Cómo iba a animar mi rutina así?


Como el fantasma que era, el peso de la estatua no le afectó demasiado. Pero poco importaba ya. Viendo su aura recomponerse, pasé a la acción. Con dos rápidas zancadas salvé la distancia que nos separaba, saltando y girando en el aire. Saqué las cuchillas de los bolsillos del abrigo, rozando con ellas al ente y cayendo de pie tras él, empuñando mis armas en condiciones.


No hizo falta otro envite. El aura se encogió y resquebrajo como si la hubieran partido por la mitad. ¿En serio me habían mandado a mí a eliminar aquello? ¿Dónde demonios pensaban que tenía mi nivel?


Con el orgullo herido, dejé a la criatura retorcerse de dolor, guardando mis cuchillas. Pasé por su lado, perdiéndome en mis propios pensamientos y alejando todo interés que en un principio había intentado tener en él.

Sin prisas, mis pisadas hicieron eco esquivando los escombros de madera, dirigiéndome hacia la salida.


Los alaridos regresaron. Entonces caí en la cuenta. ¿Si realmente le había dañado con mis cuchillas, como es que no se había quejado en ese momento y sí ahora? Unos pasos apresurados a mis espaldas consiguieron que volviera a ponerme en guardia.


Me giré rápidamente, reluciendo el acero de mis armas que volvía a empuñar a tiempo de ver saltar sobre mí el aura, que de un verde manzana, había enrojecido hasta el color bermellón.


Se detuvo en mitad del aire. Percibía su pesada respiración removiéndome el mechón de pelo negro que me caía sobre la frente y su apestoso aliento en mi cara. La hoja de una de mis cuchillas, a simple vista, se había vuelto invisible, clavada en la criatura. Con una convulsión, exhaló su último aliento antes de volver a retorcerse su aura e ir palideciendo hasta desaparecer completamente. Otro aburrido exorcismo con éxito.


Salí de la iglesia, recibiéndome el aire embriagador de la noche y una parpadeante farola que me espiaba con curiosidad. Irritada, apreté los dientes y el cristal explotó como por arte de magia, sumiendo la calle en total oscuridad.


En ese ambiente nocturno, oscuro y solitario emprendí mi regreso a casa.


Si por casualidad te asomas a la ventana y ves una sombra dando saltos ingrávidos y que a su paso las bombillas de las farolas explotan, ya sabes que soy yo.

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Capitulo 2 - I parte
Capitulo 3 - II parte
Capitulo 4 - III parte
Capítulo 5 I parte
Capitulo 6 - II parte
Capitulo 7 - III parte
Capitulo 8 - "Epílogo"
Capitulo 9 - En las garras del mal I parte
Capitulo 1o - En las garras del mal II parte
Capitulo 11 - En las garras del mal III parte
Capitulo 12 - Cuando los cuervos lloran I parte
Capitulo 13 - Cuando los cuervos lloran II parte
Capitulo 14 - Cuando los cuervos lloran III parte
Capitulo 15 - Iniciación: una mirada al pasado I parte
Capítulo 16 - Iniciación: una mirada al pasado II parte
Capítulo 17 - Coincidencias I parte
Capitulo 18 - Coincidencias II parte
Capitulo 19 - Terror Reflejado I parte
Capítulo 20 - Terror Reflejado II parte
Capitulo 21 - Terror Reflejado III parte
Capítulo 22 - Información I parte
Capitulo 23 - Información II parte
Capítulo 24 - Información III parte
Capítulo 25 - Un mal día I parte
Capítulo 26 - Un mal día II parte
Capítulo 27 - La chica equivocada I parte
Capítulo 28 - La chica equivocada II parte
Capítulo 29 (final) - Chica equivocada III parte


Última edición por Veran el 06/06/10, 11:01 am, editado 27 veces
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Evan

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MensajeTema: Re: Crónicas del Caos: 1ª temporada [Original]   Crónicas del Caos: 1ª temporada [Original] Icon_minitime15/04/10, 06:38 pm

Está bien ^^ jajajaj. Si veo algo raro lo tendré en cuenta XD

Si vas a publicar el libro, cuando esté a la venta avísame, que lo leeré y te diré todos tus fallos mwahah XD

Waiting for the next chapter.
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MensajeTema: Re: Crónicas del Caos: 1ª temporada [Original]   Crónicas del Caos: 1ª temporada [Original] Icon_minitime16/04/10, 01:31 am

Interesante, míster.
Solo diré que haré lo mismo que Evan,xd.
Prepárate para mis correcciones,xd.

Un saludo malvado
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Veran

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MensajeTema: Re: Crónicas del Caos: 1ª temporada [Original]   Crónicas del Caos: 1ª temporada [Original] Icon_minitime16/04/10, 12:29 pm

CAPITULO 2 (I parte)

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"En la tarde de ayer dos jóvenes menores de edad desaparecieron cuando regresaban a sus respectivos hogares después de unas actividades extraescolares. La policía aún no ha encontrado ninguna pista que pueda ayudar a descubrir su paradero..."

Apagué el televisor con el mando a distancia tirandolo después en el sofá, sin prestar atención a la noticia. En una mano sostenía un par de folios que leía con más interés. Era otra misión. Otro exorcismo. Era un informe de unos sucesos acaecidos en un antiguo cine abandonado que se resumían en ruidos extraños y la visión de extrañas sombras en las ventanas. Seguramente sería algun sintecho que se habría cobijado allí, pero a la Orden le gustaba movilizar a sus componentes por la cosa más ínfima. Dando un prolongado suspiro de cansancio, dejé los folios sobre la mesilla de cristal del pequeño salón de la casa, me puse el abrigo y salí a la calle. El termómetro digital que había en la esquina marcaba cinco grados y eran las 14:35. Abrochandome bien el abrigo, me coloqué las gafas de sol y caminé calle abajo.

Estabamos a mediados de diciembre, y en aquellas fechas era normal que las calles y avenidas estuvieran hasta rebosar de gente que acudía a los grandes almacenes a que les sacarán el dinero a destajo a la hora de conseguir los regalos navideños.
Conseguí pasar desapercibida entre la multitud, adentrandome en el centro de la ciudad hasta llegar al corazón de la misma: una plaza gigantesca, por donde los vehículos tenían prohibido el paso, y donde entre edificios que se estrellan contra el límite de lo ridiculamente moderno se mezclaban algunos elementos arquitectónicos con más historia: la estatua ecuestre que coronaba la plaza, el gran reloj...

Me colé en una de las 6 calles que brotaban de la plaza central y trás recorrer no más de cinco o seis metros, me detuve y levanté la vista ante un edificio cochambroso y a punto de derrumbarse, que se alzaba ahogado entre el resto de grandes edificos de importantes marcas.

La pintura rosa pastel del inmueble se había ido callendo poco a poco junto a los esconchones de la fachada. El porche y las ventanas estaban sellados con verjas de barrotes terminados en punta y negros. Aunque algunas letras se habían caido, aún podía leerse el nombre del lugar: "Cine Cátedra".

Me acerqué a la verja para intentar vislumbrar algo de su interior, esquivando la basura acumulada en su derredor.
Dentro del porche, se podía ver un par de puertas cerradas con sendas cadenas y candados. No había nada más si dejamos a un lado la basura, un cartón y unos cuantos harapos, posiblemente de algún sin techo que se había refugiado allí intentando escabullirse del frío invernal.

Examiné todo atentamente. No veía ningún hueco por dónde colarme. La distancia entre los barrotes era demasiado estrecha. No se veía ninguna ventana cerca, todas estaban por encima del primer piso. ¿Cómo habría entrado el vagabundo entonces?
- Señorita... -me llamó una voz quejumbrosa y en tono bajo.

Giré la cabeza a un lado. Un anciano de barbas y cejas pobladas y blancas, con boina y pobremente vestido, encorvado, se había situado a mi lado y me mostró la palma de la mano.

- ¿Puede darme algo? Llevo aquí desde...

- ¿Vive aquí?¿En este cine? -le corté bruscamente, volvíendome hacia él.

- Si, no tengo otro sitio al que ir. ¿Podría...?

- ¿Lleva mucho tiempo en él? -señalé con un movimiento de cabeza el cine, interrumpiendole de nuevo -¿Ha visto u oído algo extraño en el interior?

El anciano se calló y retiró la mano rápidamente, escondiendola bajo un sucio poncho que llevaba encima, desteñido. Me miró fijamente, boquiabierto. Parecía asustado y confuso.

- ¿Qué sabe de los ruidos? Pensaba que eran imaginaciones mías...

- Me da usted a entender que si ha escuchado los ruidos. ¿Cuanto tiempo lleva oyendolos?

- Cuando llegué aquí, hara dos meses ya se escuchaban. Pero...

- ¿Ha visto si alguien ha entrado al edificio entonces? Alguien o algo que pudiera ocasionar esos fenómenos.

- Señorita, yo... -el hombre tosió violentamente, bajando la cabeza y cubriendose la boca con la mano. Esperé con paciencia a que terminara -. Yo no he visto nada...

- Tenga -metí la mano en el bolsillo de mis vaqueros y saqué un par de euros. Se los dí -No es mi estilo comprar la información, pero si me puede contar más detalladamente lo que ocurre aquí, le daré más. Le doy mi palabra.

El hombre sonrió al coger las monedas, enseñandome su dentadura ennegrecida y estropeada y me miró a los ojos, humedeciendo los suyos.

- ¿Y bien?

- Gracias, señorita. ¿Qué quiere que le cuente?

- Cúando, cómo y por dónde entró aquí y que es lo que escucha y lo que ve fuera de lo normal, por favor.

El anciano asintió.

- Llegué al cine hace dos meses. Me echaron del lugar dónde dormía antes y no tenía otro sitio. Tuve que gatear por allí -me señaló un rincón de la estructura, donde un trozo de pared sobresalía adelantandose a la verja -Cuando quiero entrar y salir tengo que ir por ahí. Y en cuanto a los ruidos, son golpes y algunas noches incluso llantos. Voces que piden ayuda.

- ¿Ha llegado a ver alguna sombra en el interior?

El vagabundo negó con la cabeza. Le entregué 5 euros.

- Tenga. Vaya a comprarse algo de comer. Le agradezco su ayuda.

- Gracias a usted, señorita, a usted -Me miró con devoción -Es usted un ángel...

Dí un respingo al escuchar su última palabra. "Ángel". Bajé la cabeza. No me gustaban las casualidades...

- Hagame un favor -le dijé en voz queda, dslizandome las gafas con un dedo sobre el peunte de la nariz para ocultar aún más si cabe mis ojos -. Esta noche mantengase alejado de este lugar. Va a ocurrir algo -al anciano le cambió la cara por completo. Sus facciones se arrugaron aún más en un gesto de terror -. Y estará más seguro si permanece ajeno totalmente a esto. Busquese otro lugar antes de la media noche.

Metí mis manos en los bolsillos de los vaqueros, mirandole de reojo trás las gafas de sol. El anciano miró boquiabierto los mangos de las cuchillas que relucían en mis bolsillos. Las oculté rapidamente cerrando el abrigo.

- ¿Quién es usted...? -murmuró temblando.

- ¡Pero si usted lo dijo antes! -sonreí con malicia -Solo soy...un "ángel".

Me dí la vuelta y me mezclé de nuevo entre el gentío, perdiendome de su vista. Mi primer contacto con el objetivo había sido bastante más fructuoso de lo que me esperaba. A media noche el "Ángel negro" volvería a la acción una vez más...

P.D.: Gracias por vuestros comments ^^ (Darkspinus, en tus comentarios creo entender que me tratas como si fuera un hombre. Soy tia. Algo marimacho, pero soy tia =D)
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Evan

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MensajeTema: Re: Crónicas del Caos: 1ª temporada [Original]   Crónicas del Caos: 1ª temporada [Original] Icon_minitime16/04/10, 06:14 pm

La pintura rosa pastel del inmueble se había ido callendo [...] Cayendo del verbo caer es con "y", te has equivocado con el verbo callar.

Aunque algunas letras se habían caido [...] Caído lleva tilde.


- ¿Cuanto tiempo lleva oyendolos? [...] Cuánto y oyéndolos

-enseñandome su dentadura ennegrecida [...] enseñándome

- Hagame un favor -le dijé en voz queda, dslizandome las gafas con un
dedo sobre el peunte de la nariz para ocultar aún más si cabe mis ojos
-. Esta noche mantengase alejado de este lugar. Va a ocurrir algo -al
anciano le cambió la cara por completo. Sus facciones se arrugaron aún
más en un gesto de terror -. Y estará más seguro si permanece ajeno
totalmente a esto. Busquese otro lugar antes de la media noche. [...] Hágame, deslizándome, puente, Búsquese

- mirandole de reojo trás las gafas de sol [...] mirándole

- perdiendome de su vista. [...] perdiéndome

Inmediatemente después de lo de perdiéndome has puesto A media noche, no sé si se puede escribir separado, juraría que es junto (ahora mismo dudo)

Nada más, esos son los fallos que he localizado en el capítulo ^^ está muy bien, como ya me tienes acostumbrado xD
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MensajeTema: Re: Crónicas del Caos: 1ª temporada [Original]   Crónicas del Caos: 1ª temporada [Original] Icon_minitime17/04/10, 09:57 pm

O_o-dijo el joven de negro, asombrado.
-¿Una tía en un foro de Mh y encima escritora?-susurró.
-¡Te quiero!-dijo mientras sacaba una rosa negra del interior de su abrigo y se la lanzaba a la escritora.

Un saludo asombrado de un ser de veras malvado.
Ah,sí, buen capi, aunque tiene algunos fallos, la historia parece buena.
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MensajeTema: Re: Crónicas del Caos: 1ª temporada [Original]   Crónicas del Caos: 1ª temporada [Original] Icon_minitime19/04/10, 01:11 pm

Capitulo 3 - II parte
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La noche se abatió sobre la ciudad cubriendo hasta el último rincón con su manto oscuro. Sobre las doce de la noche, la ciudad se quedó relativamente desierta. Los comercios, cerrados. La temperatura descendió hasta rozar los cero grados y el viento invernal campaba a sus anchas recorriendo cada calle, cada esquina. En la lejanía, como pertenecientes a otro universo, se escuchaban chillidos y risas, propios de los jovenes que trasnochaban en busca de juerga.

Lo único que rompía la relativa quietud era una sombra silenciosa que pasaba desapercibida, corriendo a gran velocidad sobre los tejados y azoteas sin que nadie fuera consciente de su existencia. Saltaba de un edificio a otro con la agilidad de un gato y se detuvo en el almacén de tres pisos situado frente al abandonado cine Cátedra. Se quedó allí parada, contemplandolo, con el viento removiendole el cabello suelto, oscuro y largo y el abrigo. En un acto mécanico, se ajustó las gafas de sol sobre el puente de la nariz. Siempre con un rictus serio.

El interior del cine estaba en calma.

Caminé hasta el borde de la azotea y me dejé caer. Mis pies tomaron contacto con el suelo al momento y sin percances. Me acerqué al cine. La basura seguía gobernando el lugar, al igual que lo estaba cuando lo visité aquella tarde. Sin embargo, el cartón y los harapos habían desaparecido. El anciano vagabundo me había hecho caso. Buena señal.

De un agil salto mayor de lo que un humano cualquiera podría realizar, sobrepase la verja y aterricé en el interior de la entrada del inmueble. Mis pies levantaron una pequeña nube de polvo que volvió a asentarse al momento. Como dotadas de vida propia, las cadenas que rodeaban y cerraban las puertas de acceso al recinto rompieron sus eslabones en un acto suicida, cayendo estos al suelo. La montaña de basura mitigó el repiqueteo metálico. Las puertas se abrieron en silencio a mi paso y se cerraron sin hacer ruido trás de mi.

La oscuridad y el hedor a cerrado me dieron la bienvenida.

Antes de dar un paso más, respiré hondo y tomé concentración, cerrando mis ojos. Cuando volví a abrirlos y pese a llevar las gafas oscuras, pude percibir a la perfección las formas que me rodeaban, adquiriendo tonos multicolor pálidos que les rodeaban formando auras. Todas ellas eran de lo más normal. Por allí no había pasado ningún espiritu ni ningún demonio.

Me encontraba en una gran sala. Aún quedaban algunos viejos posters en las paredes de antiguas películas que no me esforcé en leer. Un viejo mostrador a mano derecha con una serie de estanterías sobre el mismo desvelaba su anterior función de venta de palomitas y bebidas, de las cuales no quedaban ni rastro. Atravesé la sala a grandes pasos. Mis pisadas provocaban un eco sordo al golpear las desnudas losas del suelo. Subí unas amplias escaleras, llenas de polvo, sin dejar de examinar con atención en todo momento las auras de todo lo que me rodeaba. No había rastro de auras de colores sospechosos, lo cual me inquietaba un poco. Me pareció escuchar algo en la lejanía que me detuvo en seco, escuchando atentamente. Había sido un sonido corto pero lastimero. Como el gruñido de un animal herido. Miré por el rabillo del ojo a mis espaldas. No había nadie. Permanecí a la escucha durante unos segundos. Fue entonces cuando lo escuché...

- ¿Qué hacemos ahora?

Era una voz masculina. Nerviosa. Y perfectamente clara. Venía del primer piso, del que me separaban cinco escalones. Era una voz perfectamente humana.

¿Humanos en un edificio encantado? No... La Orden tiene sumo cuidado en el momento de escoger cuando hay que "sanear" un lugar. Sin testigos de ningún tipo: ni "mediums", ni curiosos, ni sectas. Una presencia humana allí no era normal. Tendría que actuar con el doble de precaución.

Terminé de subir las escaleras sin hacer ruido, escuchando atentamente, a la espera. Pronto, otra voz masculina diferente de la anterior surgió, en tono un poco más bajo.

- Lo que sea pero que no nos recuerden. Duermelos o matalos. Eso a mí me da igual.

Fruncí el ceño. Aquello me daba mala espina. Siguiendo las voces, me pegué a la pared. La escalera había terminado en un descansillo con una gigantesca puerta de doble hoja, que daría acceso a una de las salas de proyección. Con cuidado, pegué la oreja a la puerta. Me pareció escuchar un llanto ahogado.

Aquello me ponía muy dificiles las cosas. Mi intención era llegar, cumplir mi misión acabando con un fantasmón de tres al cuarto y salir de allí lo más rápido posible. Teniendo testigos, no iba a poder ser. Podía poner sus vidas en peligro. Aunque, si iba con cuidado...

- ¡¿Por qué tuvisteis que entrar?!¡¿Por qué?! -la primera voz masculina chilló como una rata, entonando algunos gallos al hablar.
Estaba en un callejón sin salida. Tendría que apartarme de mi estilo y purificar el antiguo cine sin armar revuelo. Intentar echar primero a los intrusos solo serviría para poner a las autoridades en alerta y tener que esperar un tiempo a que los ánimos se calmen antes de volver a intentarlo. Maldije mentalmente mi suerte. Por allí no había ningun rastro de auras extrañas, así que seguramente, mi objetivo estaría en algún piso superior. Haciendo caso omiso de las voces me dispuse a subir las escaleras hacia el segundo piso. Un crujido bajo mis pies me dió un vuelco al corazón del susto. Salté hacía atrás y me pegué a la pared junto a la puerta rápidamente, metiendo mis manos bajo el abrigo y cerrando los puños alrededor de las respectivas empuñaduras que sobresalían de mis bolsillos.

- ¡¿Qué fue eso?!

- Voy a mirar. Vigílalos.

Los pasos que supuse que pertenecerían al dueño de la segunda voz, la más segura de sí misma de las dos, se acercarón rápidamente a la puerta. Tragué saliva y me pegué como pude a la pared, como si aquello me fuera a ocultar de su vista. La cabeza empezó a palpitarme.

La puerta se abrió de par en par y un hombre alto surgió del interior y se quedó mirando las escaleras, dandome la espalda. Aguanté la respiración. Si me descubría, la misión se habría acabado por un tiempo.

Alguien en el interior de la sala rompió a llorar. Sonaba como un niño. El llanto atrajo la mirada del desconocido, que para mi desgracia, terminó descubriendome.

- ¡Mierda! ¡¿De dónde has salido tu?!

Apreté los dientes y al tiempo que el hombre echaba mano a un bulto que sobresalía de su bolsillo de forma sospechosa, giré sobre mí misma acercandome a él y dandole una patada en el hombro. El desconocido voló literalmente y se estampó contra la pared de enfrente, golpeandose la cabeza y quedando inconsciente. Ya se había estropeado todo...

El "clic" de un percutor me alertó y me lancé hacía un lado, quedando a cubierto y agachada justo a tiempo. Un disparo sonó y una bala se estrelló contra la madera carcomida del pasamanos. Me habría alcanzada si no me hubiera puesto a cubierto.

- ¡¿Qué le has hecho a Iván?! ¡¿Quién eres?!

Admito que no tenía paciencia para estas cosas. Sabiendo que la misión ya estaba perdida, concentré mi caos y salí de mi escondite, entrando en la sala con tranquilidad aparente. Caminaba despacio examinandolo todo. Era una pequeña habitación, sin muebles ni decoración de ningún tipo, con una puerta a cada lado. En el suelo, en una esquina, pude ver a un par de chicos temblando de auras transparentes como el agua. Frente a mi, pegado a la pared y con más temblores que los críos, otro hombre de constitución más generosa que al que noqueé antes, pero más bajo. Me apuntaba con una pistola pegandose totalmente a la pared del fondo. Las gotas de sudor que se le escurrían por el rostro reflejaban la luz que emitía la llama de un pequeño cirio blanco en el centro de la sala.

- ¡¿Qué le has hecho a Ivan?! -repitió.

Su dedo tembloroso apuntó el gatillo. La bala, con increible puntería se detuvo a un escaso milimetro de mi frente, quedando ahí, flotando en el aire. No necesitaba mucha concentración para la maniobra. La bala dió media vuelta y voló como recién salida del cañón hasta hacer impacto en el hombro del hombre. Uno de los crios dio un grito mientras el hombre, aullando de dolor, dejaba caer la pistola en el suelo, sujetandose la herida de la que comenzaba a manar regueros de sangre. Cayó de rodillas.

- ¡Monstruo! -detrás de mi, el tal Ivan había recobrado el conocimiento y se abalanzó sobre mí.

Me giré a tiempo e invocando un poco más de caos, salió despedido hacia atrás. Pero sus manos tuvieron tiempo de coger mis gafas. Miré con desdén a los dos muchachos, que se habían quedado mudos y habían dejado de temblar.

- ¡Que guay! -exclamó uno de ellos -¡Tiene los ojos rojos! ¡Como en las pelis!

"Estúpido" pensé dibujando un mohín de asco en mi rostro. Con un estampido, otra bala entró en el interior de la estancia. No me dio tiempo a pararla como antes, pero sí pude provocar que chocara contra un muro de caos invisible y cayera al suelo. Ivan se acercó apuntandome con su arma. Eché un vistazo al otro individuo. Se había desmayado. Y los dos jovenes me miraban como si fuera su salvadora. Maldije una vez más mi suerte.

- No te muevas... ¡La próxima vez les dispararé a ellos! -Iván volvió el cañón de su pistola hacía los muchachos.

- No necesito moverme para acabar con gusanos como tu... -murmuré.

Sentí el roce de mis cuchillas al salir por ellas mismas de los bolsillos de mi pantalón. Sin dejar de mirarle, esbocé una sonrisa maquiavélica mientras las cuchillas, alcanzando la misma velocidad que una bala, se dirigían hacia el hombre y antes de que pudiera reaccionar, se le clavaban en el brazo con el que sostenía su arma, haciendola caer. Gritó de dolor igual que su compañero. Con calma, me acerqué a él mirandole a los ojos.

- ¡¿Qué demonios eres?! ¡¡No te acerques a mí!! -intentó retroceder, chocando contra la pared.

Haciendo caso omiso a sus gritos, me terminé de acercar, clavando mis ojos en los suyos. La sangre me ardía, pero no sabía si era de odio, de gusto, por la adrenalina o por el caos. Sabía que en ese momento mis ojos tendrían el iris tan rojo como la sangre que manaba de sus heridas. Él me miraba con horror... como lo hacían todos. Saqué, sujetandolas por las empuñaduras, mis cuchillas de su cuerpo con un rápido movimiento que le hizo gritar de nuevo. Miré a los chicos por encima del hombro.

- Largaos... o correreis la misma suerte...

Los chicos se miraron y me obedecieron, sin dejar de mirarme. Bajaron las escaleras a trote tras asegurarme que llamarian a la policía.

Los dos hombres ya habían perdido el conocimiento. Suspiré. Había perdido la oportunidad de cumplir la misión aquel día, pero he de admitir que la acción me sentó bien. Notaba mi caos y mi adrenalina fluir como nunca lo habían hecho...
Pero tenía que salir de allí. La policía llegaría en pocos minutos cuando los chicos consiguieran avisarles. Atravesé la pequeña habitación donde habia trascurrido el incidente y atravesé la puerta de la izquierda. Di con otra habitación de semejantes dimensiones, con dos ventanas. Una de ellas, seguramente, sería para proyectar la imagen. La otra, daba a la calle. Guardé mis cuchillas de nuevo en los bolsillos y de una patada rompí el cristal. Salí y me apoyé en el cristal de la ventana. Escuché los gritos de los dos muchachos en el piso inferior. Suspirando con cansancio, malgaste un poco más de caos, provocando que la verja cediera y cayera al suelo provocando un gran estruendo, dejando a los dos chicos salir a la calle. Tomé impulso y salté de ventana en ventana hasta llegar a la cubierta del edificio. Desde allí, como una sombra más, me escurrí por entre tejados y azoteas perdiendome en la noche...

---------

Notas de la autora:

Releyendo esto, que escribí en Enero del 2008, me he topado con una curiosa coincidencia. ¿Alguien ha visto "Hay alguien ahí", la famosa serie de Cuatro? Yo he sido una seguidora aferrima, no me he perdido un solo capítulo. La banda de Ivan se parece un poco a esta...XD

Bueno, en cuanto a las correcciones y comentarios que me habéis hecho, gracias. En cuanto tenga algo más de tiempo (¿sabeis que mis fines de semana están más ocupados que los días entre semana?) haré las correcciones pertinentes.

Un saludo ^^
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Darkspinus

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MensajeTema: Re: Crónicas del Caos: 1ª temporada [Original]   Crónicas del Caos: 1ª temporada [Original] Icon_minitime20/04/10, 12:46 am

Buen capi.
Ahora sabemos que la protagonista controla el "caos" y es lo que le da esos poderes extraños.
Nunca he visto esa serie,xd.

Un saludo malvado y sigue escribiendo.
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Evan

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MensajeTema: Re: Crónicas del Caos: 1ª temporada [Original]   Crónicas del Caos: 1ª temporada [Original] Icon_minitime20/04/10, 03:19 pm

Lol, "Caos"¿? pinta bien ^^.

¿Y ojos rojos?. Bah, seguro que era del humo de las discotecas jajajaja.

Impecable, como siempre.
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MensajeTema: Re: Crónicas del Caos: 1ª temporada [Original]   Crónicas del Caos: 1ª temporada [Original] Icon_minitime24/04/10, 11:23 am

Capitulo 4 - III parte

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La misión del exorcismo en el cine estaba destinada al fracaso desde que la acepté. A primera hora de la mañana, la Orden me había llamado para expresar sus más sinceras disculpas por el informe de la misión, mal elaborado. En realidad, los ruidos se debían precisamente a los dos delincuentes, que llevaban allí desde hacía tres meses. No había ningun ente fuera de lo normal allí. La amable señorita que me llamó me pidió que acudiera a la oficina central de la organización esa misma tarde. Se esperarían sentados. No pensaba acudir hasta una semana después. Era algo que solía hacer a menudo, una acción más muestra de mi rebeldía.
Lo más seguro es que me echaran la bronca primero, por haber atacado a dos mortales y mostrado mi habilidad a individuos ajenos a la organización, y después, me elogiarían por haber salvado a los dos muchachos. Qué suerte la mía...

"Los dos menores de edad desaparecidos hace dos días han sido encontrados. Volvieron por sí mismos a sus hogares anoche alrededor de las una de la madrugada. Los dos muchachos relataron a las autoridades su secuestro por parte de dos hombres, miembros de una banda de traficantes de armas, y su retención en el cine Cátedra, abandonado desde hace dos años. Los hombres fueron detenidos en el lugar, ambos con heridas graves y que ahora mismo están en el hospital. Según las declaraciones de la policia, los dos delincuentes dicen haber sido atacados por una joven que habría ayudado a los dos chicos a escapar."

Salí del baño después de darme una apaciguante ducha, con el pijama puesto y secandome el pelo frotandolo con la toalla. Me quedé de pie trás el sofá, mirando la televisión que me había dejado encendida mientras algunas gotas de agua se escurrían por mis cabellos y empapaban el suelo.

"Según los dos chicos, la joven que les salvó tendría entre 15 y 16 años de edad. Iba con un abrigo largo de color marrón, vaqueros, camisa negra y zapatillas de deporte. Cabello largo y negro y, según estos jovenes, pese a la oscuridad, pudieron comprobar que sus ojos eran rojos. La policia la busca en estos momentos para intentar esclarecer los hechos..."


Sonreí con malicia, notando que mis ojos pasaban de tener un color verde oscuro al rojo vivo. ¿La poli me buscaba? Eso le traería más problemas a la Orden. Me estaba gustando el cariz que estaban tomando las cosas...

* * *

No muy lejos de allí, uno de los centenares televisores que retransmitían las noticias de las 9, se apagó. El responsable arrojó el mando a distancia a un sillón y se dejó caer en uno, escurriendose y cruzandose de brazos. Se trataba de un individuo alto, pelo oscuro y corto, de porte atlético gracias a los entrenamientos matutinos. Sus ojos castaños se quedarón mirando la pantalla negra del televisor.

- No esperaba encontrarte aquí... Amy. Te prometo que no dejaré que esta vez te marches sin más...

--------------------------------------

Notas de la autora:

Gracias por vuestros comentarios, y mis disculpas por la tardanza de este capítulo. Estoy de trabajo hasta el culo, y Mayo será el "summun". A ver si entre rato y rato, puedo seguir subiendo los capítulos diariamente, y leer algo de por aquí. Un saludo, y gracias por vuestros comentarios.
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MensajeTema: Re: Crónicas del Caos: 1ª temporada [Original]   Crónicas del Caos: 1ª temporada [Original] Icon_minitime24/04/10, 04:19 pm

Otro capítulo decente, algo corto sí, pero bueno, parece que ya tenemos aquí a algún "rival" de Amy.
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MensajeTema: Re: Crónicas del Caos: 1ª temporada [Original]   Crónicas del Caos: 1ª temporada [Original] Icon_minitime25/04/10, 01:45 am

Un enemigo nuevo.
Interesting.

Espero el Summum con impaciencia.

Un saludo malvado
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MensajeTema: Re: Crónicas del Caos: 1ª temporada [Original]   Crónicas del Caos: 1ª temporada [Original] Icon_minitime25/04/10, 01:38 pm

Capitulo 5 - I parte

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Navidad había pasado sin que me diera cuenta. Estabamos a vísperas de nochevieja, pero eso no era motivo suficiente para que la gente dejara de acumularse por las calles acudiendo como moscas a restaurantes, centros comerciales, grandes almacenes...

Era media mañana. Era una pequeña cafetería del centro de la ciudad. Era un constante ir y venir para los camareros de una mesa a otra, todo lleno de gente hasta rebosar. Parados, compañeros de trabajo, parejas, familias... Todo una algarabía. Cada mesa charlaba de sus asuntos particulares, llenando el aire de murmullos y risas que se mezclaban con el olor a café, churros, tostadas y chocolate caliente hasta confundirse entre ellos. El ambiente, no obstante, estaba tranquilo, sin tensiones, y el frío quedaba desterrado fuera.

Uno de los camareros dejó una taza de chocolate humeante sobre un mesa situada en la esquina del local, frente a una joven de pelo largo, oscuro y liso vestida con un jersey negro, vaqueros y zapatillas de deporte. Arrebujé mi abrigo sobre mis faldas, ocultando las empuñaduras de las cuchillas que sobresalían de los bolsillos de los pantalones. Murmuré un gracias y pagué el desayuno dejando un euro de propina. Me quité las gafas de sol y las dejé sobre la mesa. Removí el chocolate sin prestar mucha atención, mirando desde el ventanal al que estaba pegada mi mesa el exterior. No observaba a nada ni a nadie en particular, con la mirada perdida. En aquellas fechas los recuerdos eran más dolorosos que nunca...

¿Cuántos años habrían pasado ya desde que perdí a mi familia? Ocho años, si...

Al otro lado de la calle, un adolescente de buen ver, con el peinado de punta y con un chaquetón rojo echaba un vistazo a ambos lados de la calle antes de cruzar a paso vivo. Supe quien era antes de que la puerta de la cafetería se abriera y entrara acompañado de una ola de frío, caminando hasta mi mesa y poniendome la mano en el hombro.

- ¿Has pedido algo para mí, compañera?

- Una muerte lenta y dolorosa... -mascullé sin apartar la mirada del cristal.

Suspiró derrotado mientras se quitaba el chaquetón y se sentaba frente a mi, sabiendo que no valía la pena enfrentarse a mi.

- ¡Qué optimismo desde por la mañana, Veran! -comentó. Llamó al camarero y se pidió otro chocolate caliente. -¿El frío te pone de mal humor?

- Tu presencia, Nicómedes, tu presencia... -murmuré dando un sorbo a mi chocolate, ya templado.

Sí, aquel chico llamado Nicómedes era mi "compañero de trabajo" y mi antiguo maestro. Aparentaba los 16, pero era mucho mayor. Uno de los seminmortales con gran influencia e importancia en la Orden. Su cabello rubio siempre de punta, alto y de buena forma física, de ojos azules y facciones atractivas, eran los responsables de los suspiros de un gran numero de miembros femeninos de la organización. No era mi caso. Fue él quién, hacía ocho años me descubrió y me enroló en las filas de la Orden de Corver. Pasé 5 años bajo sus enseñanzas. Aprendí deprisa y pronto me convertí en lo que soy. Una de las mejores agentes de la Orden... y la más problemática.

- ¿No te preguntas por qué te he pedido que nos reunieramos aquí? -el camarero llegó enseguida y le puso la taza caliente delante. Nicómedes pagó el importe exacto.

- Una misión, supongo... -dije tomando después otro sorbo de mi desayuno.

- ¡Algo más que eso, Veran! ¡Son buenas noticias para ti!

- ¿Te suicidas? Te ayudaré encantada.

- ¡Veran! ¡Dejalo ya! -el chico suspiró -Tienes una misión de reconocimiento.

Le miré enarcando una ceja, sorprendida.

- Pensaba que Lord Heraclio sólo mandaba exorcismos...

- Y así es. Sin embargo, la misión se te asigna desde otro despacho. Lady Mégara.

La Orden de Corver, como ya he dicho, estaba formada por seminmortales, personas con un don especial que puede usar gracias a una sustancia que recorre la sangre de algunos elegidos llamada Caos. El susodicho Caos nos impide envejecer, de ahí a mi aspecto permanentemente juvenil. No diré mi edad real. Sin embargo, pueden herirnos y también morir. No obstante, existen, dentro de estos seminmortales, aquellos que poseen una enorme cantidad de caos en su interior y que forma una "capa" protectora alrededor de su organismo, la cual evita heridas. Añadamos, además, la rápida recuperación de este caos. Es imposible que mueran. Por eso, a estas personas se les llama "Inmortales". Un puñado de ellos son los cabezas en la Orden. Les llamamos "lores". Cada uno de ellos tiene asignado un departamento especial. Según las habilidades de cada seminmortal, éste será destinado a uno u otro departamento por sus aptitudes. Mi jefe, Lord Heraclio, se encargaba del departamento de entes. Exorcismos. Lady Mégara, una de los inmortales más importantes de la Orden, tenía bajo su mando a un buen montón de seminmortales espia, que se encargaban de recopilar información, elaborar los informes de las misiones para el resto de miembros de otros departamentos y en algunos casos, proteger información confidencial.

Todas estas actividades, claro está, se llevan a cabo bajo la ignorancia de los mortales.

- ¿Y qué se supone exactamente que debo hacer.? -terminé de apurar mi chocolate en un momento.

- Creen que hay un... objeto que puede descubrir nuestra existencia. Tu misión es recuperarlo y entregarselo en mano a Lady Mégara.

- Suena más aburrido aún que un exorcismo.

El chico suspiró.

- Creeme, esta misión es perfecta para ti. Se te ha otorgado vía libre para eliminar cualquier posible obstáculo que pueda dificultar la misión. Siempre y cuando no haya muertos.

Sonreí con malicia.

- Eso es una buena noticia, si señor...

- Los detalles y planos ya se te han enviado a casa. Supongo que estarás contenta. -Nicómedes intentó tomarse su chocolate, pero tuvo que dejar la taza enseguida apartando la mano rápidamente mostrando un gesto de molestia.

- Me pondré a ello enseguida -me levanté de la silla y me puse el abrigo.

- Suerte, Veran -Nicómedes volvió a intentar tomarse su chocolate, cosa que consiguió sonriendo socarronamente -. Y si tienes tiempo, cuando termines la misión, pasate por mi casa.

- Nicómedes, si lo que necesitas es compañía, hay locales donde...

- Ja, ja, muy graciosa -me cortó con expresión severa -. Es para darte otra sorpresa. No es de tus favoritas, pero estoy seguro de que la aceptarás.

- ¿Y no me la puedes decir ahora? Porque para venir aquí para nada...

- ¿Acaso conocias este local? ¿A que es acogedor? -me sonrió burlonamente.

Le clavé mi mirada encendida como cuchillos candentes. Ojala tuviera el don de matar a la gente solo con mirarla... Sobre todo, a tipos como él. Pero no lo tenía, así que cogí las gafas de sol y me las puse antes de que toda la cafetería viera mis ojos rojos. Continué taladrandole con la mirada y con un chirrido, la taza de porcelana de su chocolate estalló rompiendose en pedazos y manchandole la camisa blanca que llevaba.

Se escuchó un chillido proveniente de una de las mesas. Un camarero se acercó rápidamente a él para retirar los trozos.

La mirada enfurecida de Nicómedes me buscó por todo el local. Yo ya había puesto pies en polvorosa carcajeandome a su costa.

---------------------------

Notas de la autora:

Igual que la historia se va desarrollando, también (creo) se ha ido desarrollando mi estilo. Este capítulo lo escribí y subí en octubre del 2008. No seáis demasiado crueles con él...XD
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MensajeTema: Re: Crónicas del Caos: 1ª temporada [Original]   Crónicas del Caos: 1ª temporada [Original] Icon_minitime25/04/10, 04:51 pm

XD, que máquina está hecha Veran. Se las sabe todas.

Pues venga, a la espera del siguiente XD

Y no digas que nos quejemos mucho -.- ya quisiera escribir yo como tú en 2008 XD
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MensajeTema: Re: Crónicas del Caos: 1ª temporada [Original]   Crónicas del Caos: 1ª temporada [Original] Icon_minitime25/04/10, 09:00 pm

Buen capi.
Si antes escribías así no me quiero imaginar como escribes ahora, figura.

Un saludo malvado, y no tardes en poner más.

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MensajeTema: Re: Crónicas del Caos: 1ª temporada [Original]   Crónicas del Caos: 1ª temporada [Original] Icon_minitime26/04/10, 10:23 am

Capitulo 6 - II parte

---------------------------

La lluvia repiqueteaba, incesante, contra las impolutas cristaleras de las entradas del gran almacén. La gente, sin preocuparse por ello, iba y venía corrompiendo el aire embadurnado de caros perfumes de prueba, y las voces de todos ellos se unían para formar un jaleo interminable de charlas animadas, chillidos y murmullos que los dependientes se apresuraban a satisfacer como esclavos. De hecho, me había tenido que deshacer de un par de ellos como buenamente pude, aunque mantenía la constante sensación de tener sus miradas de buitre clavadas en mi nuca esperando al momento propicio para atacar a su presa.

Como una cliente más, entré a última hora en el centro comercial, emplazamiento de mi nueva misión. Intentaba abrirme paso como quien no quería la cosa entre aquella maldita marabunta. Y es que, teniendo en cuenta que aquella ciudad era más un pueblo que otra cosa, ¿de dónde había salido tanta gente y con tanto volumen?

En que me vi de alcanzar las escaleras mecánicas para poder subir al último piso. ¿Y tanto esfuerzo para qué? Pues para encontrarme que, con la lluvia, habían cerrado la terraza al publico. Tampoco es que alterase mucho mis planes, pero según los planos, aquella era la salida más rápida cuando llevase a cabo la misión. Así que tendría que ingeniármelas para despejarla.

Comprobé, mirando a un lado y a otro, que nadie me veía para poder entreabrir un poco la puerta de cristal. El aire frío que esperaba fuera entró enseguida, abofeteándome la cara y acompañado de gruesas gotas de agua. Seguía sin haber nadie más allí aparte de mí, así que bajé a la planta inferior, donde estaba realmente mi objetivo.

Un apunte: aquellos grandes almacenes no eran solo lugares donde comprar artículos por precios altos. Allí había de todo: desde exposiciones, hasta cafeterías. Todas a un precio que no todos podían permitirse. Quizás por eso me parecía tan extraño que en aquellas fechas estuviera tanta gente allí reunida.

La planta en la que estaba ahora, un quinto piso, estaba destinado a ser una gran exposición de artículos decorativos. Cuadros, pinturas, esculturas… Allí podías encontrar de todo.

El esquema de aquella estancia era muy simple: un gran pasillo que rodea el edificio al completo, y en cada esquina, un dependiente. Al verme pasar, ninguno de ellos se dignó a mirarme siquiera. Después de todo, aquellos eran los artículos más caros de todo el lugar. ¿Cómo iba a costeárselos una “niña” como yo?

Deambulé un poco de cuadro en cuadro, cada vez prestando menos atención a los cartelitos que anunciaban de qué obra se trataba y quién la había realizado. A cada paso que daba, me notaba más y más nerviosa. Eran todos cuadros grandes, de obras de todos los tipos: realistas, paisajes, cubistas, formas sin ton ni son… Y la hilera se cortaba de repente al llegar a un cuadro diminuto, del tamaño de un libro abierto. Sin saber muy bien porqué, esbocé una media sonrisa socarrona. ¿Eso era el objeto tan importante que debía devolver a la Orden? Tenía que ser una broma…

Un barco. Era lo único que tenía el cuadro. Un barco velero que surcaba las aguas calmas bajo un cielo limpio y cuyo azul se confundía con el del mar. ¿”Eso” era lo que podría demostrar la existencia de la seminmortalidad y poner en peligro el secreto de las organizaciones? En que me vi de aguantar la carcajada. En la Orden se estaban poniendo demasiado paranoicos…

Escuché unos pasos acercándose. Temiendo que fuera otro dependiente de esos, me apresuré a esconderme detrás de la esquina. Una chica era la visitante cuya atención también había sido arrebatada por ese cuadro. Tenía pinta de intelectual, con aquellas gafas con monturas al aire, esos ojos tan vivos acompañados por su seria expresión de porcelana que marcaba su pálida piel; una cola de caballo que recogía su media melena castaña y un traje muy informal de color crema.

Me apoyé contra la pared, observándola con atención. Recordé lo que Nicómedes me dijo cuando nos reunimos por la mañana. ¿Qué aquella misión iba a ser más divertida que un exorcismo? Sin duda. El aura de aquella “chica” era la prueba. Seguro que aquella noche la vería más de cerca…

Hasta entonces, tenía tiempo. Di media vuelta para continuar mi camino, pero mis pasos la hicieron percatarse de mi presencia. La chica se giró. Me detuve para mirarla a los ojos, con los míos ocultos tras las gafas de sol, y una macabra sonrisa se dibujó en mi cara, pronóstico de lo bien que me lo iba a pasar en las próximas horas. La observé tragar saliva y mostrarme toda su seriedad y buen hacer a través de sus ojos. Como si fuera una de esas heroínas de las películas y series. Que lástima. Iba a tener que ser yo quién le abriera los ojos a esa novata.

En el fondo, me lo agradecería. Continué la marcha, ansiosa de que la hora de echar el cierre al centro comercial llegase cuanto antes para poder empezar a jugar…
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MensajeTema: Re: Crónicas del Caos: 1ª temporada [Original]   Crónicas del Caos: 1ª temporada [Original] Icon_minitime26/04/10, 05:21 pm

En una palabra: Genial.

Menuda pedazo de forma de relatar XD, si es que no puedo evitarlo jaja. Bueno y cómo en cada capítulo, la pregunta más importante que me hago tras leerlo:

¿Quién o qué diablos es esa chica?.
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MensajeTema: Re: Crónicas del Caos: 1ª temporada [Original]   Crónicas del Caos: 1ª temporada [Original] Icon_minitime27/04/10, 09:09 am

Capitulo 7 - III parte

------------------------------

La noche sólo afectaba al exterior. Dentro del centro comercial, las potentes luces apartaban cualquier retazo de oscuridad que se atreviera a entrar, convirtiendo el paisaje urbano que se podía ver a través de las cristaleras en una fantasía onírica, un mundo paralelo, más inseguro y peligroso que aquel lugar tan idealizado.

Aunque ni a mi me pareciera cierto, aún me faltaba tiempo en terminar de recorrer cada planta de aquel edificio, tarea que me había propuesto para matar el tiempo hasta que llegase la hora del cierre. Aunque claro, había subido de vez en cuando para comprobar que la salida que yo misma me abrí anteriormente continuaba despejada. Pero aún con todo, me seguiría faltando tiempo para verlo todo.

La musiquilla demasiado actual con la que decoraban sonoramente aquel lugar se vio interrumpida por la voz de una señorita que despedía a los clientes y les aconsejaba amablemente que fueran terminando sus compras. Ya ni siquiera los anuncios con los que bombardeaban interrumpiendo las movidas melodías volvieron a escucharse después de eso, y en relativamente poco tiempo, la gente te fue agrupando y dirigiéndose hacia las salidas.

Salidos de la nada, un par de vigilantes comenzaron a rondar las plantas desalojándolas sin perder el toque amable, lo que me forzó a buscar un escondite hasta que creyeran que todo estaba vacío. Casi a contracorriente, subí al último piso. Tuve la suerte de que mi aspecto inofensivo no llamó la atención de nadie y la procesión de personas me ocultaban de la escudriñadora vista de los vigilantes.

Al contrario de la apariencia, la vigilancia era mucho más inútil de lo que imaginaba. Ni siquiera subieron al último piso para comprobar que nadie se había quedado allí. Como mucho, el ascensor había subido una vez, la pareja de guardias echaron una rápida mirada desde dentro y la plataforma volvió a bajar. Mucho más fácil de lo que me imaginaba…

Las luces se fueron apagando, dejando sólo las de la fachada. Todo quedó en relativo silencio si obviamos el jaleo de vehículos que pasaban por delante. Esperé cinco minutos más para asegurarme, cada vez con el estómago más encogido por los nervios. Estaba ansiosa por pasar a la acción. Así que, cinco minutos exactos después, bajé por las escaleras concentrando mi caos y que expandía cubriendo mi imagen física ante las cámaras de seguridad colocadas discretamente en el techo. La Orden me había adjuntado con los planos la localización exacta de cada una, por lo que me ponían las cosas demasiado fáciles. Sólo esperaba que la seminmortal que vi ese día también hubiera decidido pasar a la acción ese mismo día.

Llegué a la planta de las exposiciones. Estaba totalmente a oscuras, aunque era un detalle que no me impedía actuar con libertad. Sólo tenía que concentrar algo más de caos y guiarme a través de las auras que veía a mi alrededor y brillaban como faros en una noche de niebla junto al mar. Sin prisas, me dirigí hacia mi objetivo.

¡Y sorpresa! Al doblar la esquina, me encontré con el cuerpo de uno de los vigilantes, inconsciente y tirado en el suelo. Un haz de luz me iluminó por un momento. Mi predicción, se cumplía. Allí estaba ella, ligeramente temblorosa y mirando en mi dirección. Me tomé aquella mirada como un desafío.
- ¡Sé a qué has venido! ¡Y no lo vas a conseguir! ¡Yo lo evitaré! -no sabéis cuanta ilusión me hacía encontrarme con un rival que posiblemente diera más jugo que un simple fantasma.

- ¿Y puedo saber cómo vas a detenerme? -tenía que hacer grandes esfuerzos para reprimir los brotes de adrenalina que empezaba a sentir recorrer mis venas sólo con pensar en lo que se avecinaba -. ¿De Iehova?

- Si. ¡Y seguro que tu eres de Corver! ¡Y lo que estás haciendo es un grave pecado!

Su declaración me dejó un poco trastocada. ¿Pecado? Ladeé la cabeza.

- ¿Disculpa?

- ¡Yo limpiaré este mundo del pecado de los ignorantes! -los aires de aquella seminmortal me empezaban a asquear -. ¡Siéntete honrada de ser una de las elegidas para ser purificada!

Estallé en carcajadas cuando terminó su discurso. Era la primera vez en años, que yo recordase, que alguien conseguía hacerme reír. ¿Qué demonios les enseñaban en Iehova a los aprendices? Aquella cría se creía una justiciera a todas luces. Era la primera vez que me cruzaba con alguien que poseía caos y tenía semejante mentalidad.

La chica contempló contrariada como me partía la caja a su costa. Molesta, y sin perder sus aires de superioridad, levantó una mano haciendo una floritura. Con un leve zumbido, un objeto se aproximó a ella hasta que lo empuñó: un florete. Definitivamente, iba a ser más divertido que un exorcismo.

La joven ni me dio tiempo a parar de carcajearme. Se lanzó hasta mí disparada, enarbolando su arma que esquivé girando sobre mí misma y haciéndola chocar con las cuchillas, que saqué instantáneamente. Frustrada por su intento fallido, su florete rasgó el aire persiguiéndome, buscando con desesperación algún punto al que acertar. Mis cuchillas y mis movimientos evadían los suyos, demasiado lentos para mi nivel. A cada segundo que pasaba, más decepcionada me sentía.

- ¿Qué clase de entrenamiento te han dado a ti? -pregunté saltando por encima de ella esquivando una de sus estocadas, rozando con la punta de una de mis cuchillas su espalda -¡Si he decidido venir hoy es porque esperaba algo de nivel por tu parte!

-¡¿Cómo te atreves?! -hecha una furia se volvió hacia mí, llegando a enganchar mi abrigo del que tuve que zafarme si no quería resultar herida.

Tardó en darse cuenta de las nuevas posiciones que habíamos tomado. Y cuando lo hizo, la luz que daba su linterna sumergida en un bolsillo mostró el cambio de color de su rostro. En ese momento, el cuadro, mi objetivo, había quedado expuesto. Estaba más cerca de él que ella misma, y lo terminó de entender al ver mi perturbadora media sonrisa.

Nadie dio la salida; las dos nos lanzamos a la carrera intentando llegar la una antes que la otra a la pintura. Yo contaba con una ventaja: mi abrigo, aún enganchado a su estoque, se movió gracias a mi poder y se enroscó alrededor de sus pies. A punto estuvo de caer, entreteniéndose en mantener el equilibrio mientras me hacía con el cuadro. Con un grito de guerra, se liberó y se abalanzó sobre mí con el rostro desencajado.

Aquello si que fue una sorpresa. La decisión con la que se movía en aquellos momentos era tal que su velocidad y fuerza se habían duplicado, y si además tenemos en cuenta que tenía en una mano el cuadro y sólo podía usar un brazo para defenderme, la cosa se me había puesto difícil.

Pero nadie ha dicho imposible.

Agachándome, le propiné una patada en las rodillas que la hicieron caer. Aquello me dio tiempo suficiente para alejarme de ella, notando el pequeño escozor de los pequeños cortes que me había propinado la muy indeseable en su arranque histérico.

Me precipité hacia las escaleras mecánicas, con el cuadro bajo el brazo. Salté, poniéndome de pie en la barandilla y preparada para saltar abajo del todo, pero dos haces de luz y las siluetas de dos hombres estaban subiendo en ese momento hicieron que me detuviera. Mientras tanto, la seminmortal de Iehova ya casi me había alcanzado, estirando su arma para alcanzarme.

La esquivé saltando hacia atrás justo a tiempo. Emitió un gruñido cuando su estómago se dio un fuerte golpe al chocar contra la barandilla, y con una simple patadita, su cuerpo salió despedido por encima. Por suerte para ella, se aferró al pasamanos, quedando colgada a varios metros del suelo.

Contemplé sin abandonar mi macabra sonrisa como intentaba subir. Me permití unas palabras:

- Y yo que pensaba que los “buenos” siempre ganaban… -contemplé divertida como su expresión se arrugaba y todo, enfureciéndose más por aquel comentario.

- ¡Y siempre ganan! -no se en que estarían pensando los vigilantes que ni los gritos de aquella aprendiza les llamaba la atención. Allí seguía sin subir nadie.

Me encogí de hombros.

- ¿Y esta va a ser la excepción? -lo que me estaba gustando reírme de sus inocentes creencias -Anda, vuelve a tu cuento, porque en esta realidad no vas a llevarte otra cosa que no sean palos…

La chica grito de ira y removió los pies, intentando escalar e impulsarse. No pensaba ayudarla; después de todo, mi misión era recuperar aquel cuadro y llevárselo en mano a Lady Mégara. Además, el nivel de aquella chica era muy inferior. No tenía sentido quedarme más allí cuando ni siquiera era capaz de subir ella sola.

Me despedí de ella con un gesto de la mano, guardando mis cuchillas, y con el cuadro bajo el brazo, subí por las otras escaleras mecánicas, en el pasillo contrario a aquel.

Nicómedes de nuevo me había dado ilusiones infundadas. Aquella noche hablaría seriamente con él en cuanto terminase la misión. Eso pensaba mientras abría del todo la puerta de cristal, por la que enseguida penetró un aire helado que calaba hasta los huesos. Y yo sin mi abrigo…

Mi lamentación se vio interrumpida por el sonido de unos pasos a la carrera que se acercaban y una respiración agitada. Sabiendo lo que me iba a encontrar, me di la vuelta lentamente. Era inútil que me persiguiera; ya me había demostrado que era peor que una aprendiza.

- ¡No te saldrás con la tuya! ¡Cobarde!

No tenía pensado continuar malgastando mi tiempo con ella. Pero aquel insulto me pudo. Me giré lentamente, comenzando a centrarme en un nuevo ataque que la acallase para siempre. Mas su envite me sorprendió. Con una velocidad impropia para alguien humano, seguramente aumentada gracias al caos, me dio un fuerte empujón.

Su fuerza también había aumentando repentinamente. Mis pies terminaron despegándose del suelo, me golpeé la cadera con la baranda de la terraza y pasé por encima de la misma. El cuadro salió prácticamente volando por encima de mi cabeza, y su mano de largas y cuidadas uñas lo agarró con fuerza.

Aún así iba a tener problemas para llevarselo. Era lo único que en aquellos momentos podía sujetarme. Mi mano apretó el otro extremo del cuadro, y la gravedad combinaba sus fuerzas con las mías para arrancárselo a esa. Con parsimonia, viendola ejercer todas sus fuerzas por arrancarme la pintura de las manos, me quité las gafas de sol con un movimiento de cabeza.

Nuestras miradas se cruzaron sin obstáculos por fin. Ante el fogonazo de asombro que su expresión asomó, mi sonrisa se acentuó. Sus dedos aflojaron un poco su presa, y entonces fue cuando lo vi. El autentico porqué. La razón por la que las dos organizaciones opuestas querían ese maldito cuadro.

Aquella chica, por el contrario, sacó su florete de nuevo, apuntándome en el entrecejo lista para dar el golpe final. Aproveché para darle un zarpazo. Mis uñas emitieron un desagradable chirrido al arañar el cuadro, y el susto por el brusco movimiento la hizo dar un respingo y lanzarse al ataque. Me solté, percibiendo la brisa que su estoque creó a escasos milímetros de mi cabeza, y comenzó mi descenso. La vi darse la vuelta, sin apartarse de la cornisa, y con el cuadro entre las manos.

Mis ojos centellearon en la noche cuando invoqué mi arma secreta. Con un potente estallido, un fuerte zumbido que bien podría ser producido por centenares de avispas gigantes e invisibles pasó por mi lado, y antes de llegar siquiera al quinto piso, mi caída se detuvo gracias a la camilla de cristal que un numeroso grupo de esquirlas habían creado para mí.

Me impulsé con un poco de caos, sacando las cuchillas por el camino, y girando sobre mí misma al llegar arriba otra vez. Mis pies se amoldaron a la forma de la baranda, y con gesto triunfante apunté a la seminmortal que miraba sobrecogida la cristalera de entrada a la terraza y cuyos cristales habían preferido acudir en mi ayuda, y le mostré, sobresaliendo de mi puño, el trozo de papel que había arrancado de detrás del cuadro cuando lo arañé. Lo entendió todo al momento.

- ¿Cómo…? ¿Cómo lo has…?

- No sé quién será tu maestro, novata; pero la más importante de las lecciones no te la ha enseñado -guardé el papel en mi bolsillo con sumo cuidado -. En este mundo no hay sitio para el bien de los cuentos. Aquí jamás gana el bien.

- ¡Eso es lo que tú te crees! -he de admitir que su coraje era digno de admiración. Volvió a acercar su mosquete a mí -¿Quién te crees que eres para decir algo así?

- Soy el mal, según tu. ¿Para qué quieres saber más? -ante las lágrimas de frustración que asomaban por sus ojos, usé mi poder para arrebatarle el florete de las manos y tirárselo al interior del edificio sin llegar a moverme. Un par de luces estaban acercándose a la carrera, seguramente los vigilantes alertados por la explosión que provoqué -. Haz algo útil y cambia esa mentalidad. No vas a llegar a ninguna parte creyendo que un seminmortal puede llegar a ser bueno. Ni siquiera tú misma.

Con esas últimas palabras, me llevé el premio y me marché de allí saltando de tejado en tejado a grandes zancadas ingrávidas hasta las mismas oficinas de la Orden.
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MensajeTema: Re: Crónicas del Caos: 1ª temporada [Original]   Crónicas del Caos: 1ª temporada [Original] Icon_minitime28/04/10, 10:44 am

Capitulo 8 - "Epílogo"

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Regresar a las oficinas de la organización nunca había sido tan desesperante, frustrante y confuso. Sus pies se arrastraban, carentes de aquel orgullo que la definía siempre, con una mano en el hombro, tapándose una herida de bala de la que no paraba de brotar la sangre.

Y es que, en que se había visto para escapar de los dos guardias de seguridad, que alertados por las explosiones que la seminmortal de Corver había provocado, la descubrieron; la trataron de criminal e incluso intentaron reducirla a balazos cuando intentó huir por las buenas. ¡Ningún héroe terminaba así!

Presentarse ante su maestro jamás había sido tan decadente: con la cabeza gacha, le mostró el cuadro que había conseguido recuperar. No hubo gritos, no hubo más represalias que explicarle, con paciencia, como si fuera su primera misión, que había fallado. Que faltaba la parte más importante del cuadro. Intentó explicarse, pero no querían excusas. Le pidieron, con cortesía, que se marchase al hospital de la organización a que le sanasen la herida.

Tragándose las lágrimas con sabor a fracaso, allí se dirigió. Una pareja de seminmortales la atendieron enseguida, sin preguntarle nada; simplemente usaron sus dones para dormir sus nervios, hacer salir el objeto metálico, y restaurar la sensibilidad una vez cerrada la herida.

Como en una nube, intentó recordar cómo se había hecho aquella herida para rellenar un corto informe en el mostrador. No era la única allí presente; un seminmortal esperaba a alguien en uno de los bancos que allí había. Mientras esperaba a que le sellasen el informe y le devolvieran la copia que debía llevarse a casa, la chica se sentó a su lado sin percatarse de su presencia, sumergida en su conflicto interior.

- ¿Esperas a alguien? ¿O has sido tu la que salió herida? - el chico le dirigió la palabra en tono cortés al observar su preocupado semblante.

- Lo último… -hasta su propia voz le sonaba desconocida.

- ¿Te encuentras bien? ¿Qué te ha pasado? Pareces realmente afectada… -el seminmortal se encorvó un poco para poder mirarla a los ojos.

Recordó las palabras de la agente de Corver y buscó la verdad en el primer sujeto que encontró: aquel chico. Buscó en aquellos profundos ojos castaños sus verdaderas intenciones. ¿Tendría esa tal Veran razón? ¿Realmente eran los seminmortales el bando equivocado? Sus misiones, decían, se hacían para proteger a los mortales, pero ella jamás había visto que sus acciones se tuvieran en cuenta en el día a día de las personas normales a las que se suponía que ayudaba cumpliendo las normas. ¿Y si en realidad estaban…?

Mantuvo la mirada fija, perdida en sus pensamientos, demasiado tiempo en la del chico. Se estaba dando cuenta de que sus ideas se emborronaban hasta desaparecer, hasta dejar un tapiz blanco donde sólo los ojos de aquel seminmortal estaban inmortalizados cada vez con mayor intensidad. Su voz, melodiosa, inspiraba más a la tranquilidad y al creciente sueño que se estaba apoderando de ella:

- ¿Cúal es tu nombre?

- Me llaman… Atenea -tuvo que pensar un poco, intentando recordar, mantener la poca voluntad que aquella mirada y la voz acompasada le estaban robando sin que se diera cuenta.

- Encantado, yo soy Kadok… Y quiero que me acompañes, Atenea…

Su propio nombre fue lo último que escuchó antes de que toda su consciencia fuera anulada y se convirtiera en una muñeca controlable, hipnotizada totalmente por el don único de aquel seminmortal desconocido.

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Notas de la autora:

Atención a este nuevo "malo". Es posible que vuelva a salir más adelante Wink. Un saludo!
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MensajeTema: Re: Crónicas del Caos: 1ª temporada [Original]   Crónicas del Caos: 1ª temporada [Original] Icon_minitime29/04/10, 11:02 pm

Very interesting.
Genial, of course.
Si Veran es la mala...me encanta ese bando,xd.

Un saludo malvado
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MensajeTema: Re: Crónicas del Caos: 1ª temporada [Original]   Crónicas del Caos: 1ª temporada [Original] Icon_minitime01/05/10, 10:21 am

Capitulo 9 - "En las garras del mal" I parte
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El sonido de unas uñas rasgando la pared sobresaltó al grupo, cortándoles la respiración. El haz de luz de una linterna apartaba las sombras que se cruzaban en su punto de mira, no así el olor a podrido y cerrado que inundaba el ambiente. Dos miembros del grupo de jóvenes que estaban fisgoneando en el lugar se miraron aterrados.

- ¿Lo estás oyendo? –susurró entrecortadamente el que llevaba la linterna, temblando ésta entre sus manos de manera casi enfermiza –Es...¡Es el fantasma!

- ¡Vámonos de aquí! –el otro chico empujó al de la linterna, obligándole a que la arrojara al suelo y echando ambos a correr hasta la salida, una ventana abierta.

La madera antigua rechinó bajo sus pies y pronto se escucharon sus pasos correteando por el sendero empedrado y saltando la verja. El que se quedó atrás, siguió con su vista el haz de luz que le guiaba hasta una chimenea en la habitación contigua. La curiosidad le podía más que el miedo. Entró en la habitación evitando en todo momento tapar la luz con su cuerpo. A dos pasos de la puerta, algo consiguió sobresaltarle: una placa de metal se levantó en el hueco de la chimenea, causando gran estruendo, y una mano surgió de ella, con largas uñas afiladas y podrida. Aquello si logró asustarle. Con un grito, salió corriendo siguiendo el mismo trayecto que antes recorrieron sus dos amigos.

La linterna quedó en el suelo, única testigo de todo lo ocurrido.


* * *


El suave traqueteo del coche me invitaba al sueño. Pero debía permanecer despierta, encogida en el asiento trasero evitando en todo momento rozar aquellas hojas de acero que me acompañaban.
El conductor me miró por el retrovisor con sus ojos azules.

- ¿Qué pasa, Veran? ¿No te gustan?

- ¿Para que necesitas tantas espadas, Heraclio? ¡Hubiera preferido venir andando si llego a saber que ibas a traer todo esto! –respondí malhumorada.

- ¡Es que me dan suerte! –se quejó el lord con tono infantil -.¿Has leído el informe?

- Cuando dejes de apartar los ojos de la carretera, lo haré.

Para mi desgracia, Heraclio obedeció. Con un suspiro de cansancio, abrí el portafolios que descansaba sobre mi regazo. Vigilando por el rabillo del ojo la cercanía de las espadas-amuleto de Lord Heraclio, leí los informes sin emitir sonido alguno.

Mis plegarias habían sido escuchadas. Esta vez, mi destino era una antigua mansión victoriana aislada, a unos cuantos kilómetros de un pueblecito rural. La casa estaba deshabitada, pero unos testigos afirman haber visto una sombra recorrer el interior y escuchar arañazos y golpes contra las paredes. Por todo aquello, se me mandaba a investigar y “exorcizar” al culpable. Ese es el resumen de la misión.

Lord Heraclio, mi jefe, se había ofrecido voluntario para llevarme en coche hasta allí. Me resultaba irónico que un inmortal, en teoría un ser casi todopoderoso, condujera un mini anticuado de color aceituna como un novato recién salido de la autoescuela. Gracias al cielo, no había curvas en el trayecto.

- No te quejarás de la misión –afirmó sin perder de vista el camino -. Conociéndote, seguro que ahora mismo estarás deseando llegar para lanzarte a la aventura.

- Cierto –respondí, levantando un poco los ojos del informe para mirar el espejo retrovisor -. ¿De cuanto tiempo dispongo?

- Del que necesites. Lo hemos preparado todo para que puedas instalarte allí por unos días. Han reinstaurado el sistema eléctrico, el teléfono e incluso te hemos reservado víveres suficientes para un par de semanas. ¿No está nada mal, verdad?

Asentí con la cabeza en silencio, retomando mi lectura. El informe añadía poco más, lo cuál me sorprendió un poco. Informes así de vagos ya habían propiciado un gran número de accidentes en mi vida. Tenían que hacerlo a posta, seguro.

- ¿Hemos llegado ya? –cerré el portafolios dejándolo a mi lado. -¿No podrías poner algo de música para amenizar un poco esto? –me crucé de brazos.

- ¡Ah, no! ¡Veran, de eso nada! ¡No pienso poner ninguna de esas canciones que te gustan tan...satánicas!

- ¡¿Satánicas?! ¡¿Cómo osas llamar así a Green day?! –me incorporé en el asiento y me incliné hacia delante, asomando mi cabeza por el hueco entre los dos sillones delanteros, furiosa.

- ¡Además, ya hemos llegado! –tartamudeó dando un frenazo en seco que provocó que la inercia me echara hacia delante para estamparme con fuerza contra el respaldar de asiento trasero, mientras las espadas se me caían encima y me enterraban.

Heraclio observó el amasijo de armas que me sepultaban girando la cabeza hacia atrás. Se disculpó rápidamente al mismo tiempo que sus espadas se apartaban de mí obedeciendo una orden silenciosa del lord. Su rostro empalideció cuando salí a la luz con un tic nervioso en la ceja derecha, muestra inequívoca de mi creciente enojo.

Disculpándose otra vez, Heraclio salió enseguida del coche y procedió a abrir la puerta de atrás para dejarme salir. Lo hice sin poder ver lo que había más allá de mis narices, envueltos en un banco de niebla muy espeso. Cerró la puertezuela, yendo al maletero para recoger mi equipaje. Miré el reloj digital de mi muñeca: las nueve de la mañana. Dejé que la manga de mi abrigo lo tapara al dejar caer los brazos y acercándome a una verja negra. Pese al insondable manto blanco de la niebla, pude percibir imponiéndose ante mí retazos de aquella gigantesca construcción. Heraclio dejó caer mi maleta a mis pies. Le examiné de arriba abajo durante el tiempo que estuvo registrando sus bolsillos. Rara vez se le veía salir de las oficinas centrales de la Orden, y menos aún, vestido como un mortal más, con pantalones marrones y camisa de botones blanca. Viendo como le quedaba aquella indumentaria, hubiera preferido que me acompañara vestido con su habitual armadura...

Consiguió sacar un llavero del bolsillo y abrió el cerrojo de la verja dejando libre el paso. Extendí mi mano y Heraclio dejó caer la llave sobre mi palma. Cerré el puño al sentir el contacto del frío metal entre mis dedos, sin apartar ni un momento la mirada de la casa.

- Impresionante, ¿verdad? –el lord siguió mi mirada atravesando la niebla –Deberías averiguar algo sobre su historia y sus anteriores habitantes. Quizás eso te ayude con tu misión.

- Vengo a exorcizar a un supuesto ente paranormal, Lord Heraclio, no a prestar servicios psicológicos.

- Solo era una idea –Heraclio se frotó la maraña de pelo azul oscuro -. A lo mejor así descubres algo acerca de la identidad de nuestro objetivo.

Di un suave gruñido, terminando de aceptar la idea.

- Recuerda mantenernos informados de cualquier novedad, ¿de acuerdo? Cuando termines la misión, avísanos, y vendré a recogerte...

- Que no sea con el “espada-móvil”, por favor –cogí el asa de la maleta y la levanté sin apenas esfuerzo.

Heraclio manifestó una sonrisita nerviosa. Tras desearme suerte, Heraclio volvió a su mini y se despidió de mi con la mano dando marcha atrás. No le respondí, solo contemplé como la niebla se lo tragaba. Con un largo suspiro, mis pies se apresuraron a tocar el camino empedrado, cerrando la verja con llave tras de mí.

Caminé abriéndome paso entre la densa niebla haciendo sonar mis deportivas contra las piedras. El camino se bifurcó al llegar a una fuente de mármol de color burdeos y carente de agua. No me detuve a examinarla. Justo delante, al subir unas escalinatas, llegaba a la puerta de entrada a la casa. Antes de abrir, levanté la cabeza. La casa contaría con una planta baja, la primera planta, un ático, y un torreón a un lado. Algunas ramas sujetaban los costados del edificio en un intento de invadirla. Me la imaginé de noche y con la luna llena clavada en el pico del alto torreón. Hermosa y escalofriante. Digna de una buena película de terror.

Con las llaves en una mano y la maleta en la otra, abrí la puerta. El olor a cerrado y a viejo me asaltó repentinamente, a la vez que el suelo de madera rechinaba bajo mis pies. Cerré la puerta dejando la niebla al otro lado y solté la maleta en el suelo. La poca luz que conseguía traspasar la ventana bastaba para iluminar la pequeña entrada, una estancia circular de la que partían unas escaleras de caracol hasta el primer piso. Un reloj de pie, bajo las escaleras, recibía la compañía de algunos jarrones llenos de polvo. Su suave tictac marcaba las nueve. A ambos lados, se abrían dos huecos que permitían el paso a las habitaciones contiguas. Una pequeña habitación cuadrada a la derecha y un salón a la izquierda. …este último fue el que más me llamó la atención. Arrastré los pies hacia allí hasta que estos se toparon con un objeto tirado en el suelo que rodó hasta toparse con la moqueta del salón. Se trataba de una linterna. Me agaché y la cogí con cuidado. Intenté encenderla sin éxito, ya que parpadeó un poco y se apagó para siempre. Debió de agotársele la pila. Rompía un poco con el encanto del lugar, cómo si perteneciera a otra época. La examiné un poco hasta encontrar una etiqueta pegada a un lado.

«Propiedad de L. T. »

¿L. T.? ¿De quién serían esas iniciales? Me rasqué la cabeza pensativa, investigando el foco más exhaustivamente, pero no encontré ninguna otra pista que me revelara ningún dato más sobre su procedencia o su posible dueño o dueña. Con un suspiro de resignación, me guardé la linterna en el bolsillo del abrigo, del que sobresalía un poco aunque sin riesgo de caerse.

Justo en ese momento, el teléfono comenzó a sonar. Di un brinco sobresaltada y miré hacia la otra habitación, de donde provenía el sonido. Me acerqué a grandes pasos y me planté ante el antiguo aparato que descansaba sobre una pequeña coqueta de madera oscura. Acerté a cogerlo al tercer timbrazo.

- ¿Diga? –respondí.

- ¡Veran! ¡Lo has cogido! Eso significa que funciona –la voz de Heraclio se escuchaba perfectamente al otro lado del hilo. Suspiré aliviada, aún sin entender porqué me había puesto tan nerviosa -. ¿Qué tal lo llevas por ahí?

- ¿Ya has vuelto a la Orden, Heraclio?

- No, te llamo desde el móvil. Es que, me he parado un momento en el pueblo. ¡Hay un museo medieval! ¿No es genial? –chilló Heraclio con la emoción de un infante ante un juguete nuevo.

- Si, fantástico –contesté sin entusiasmo -. Oye, Heraclio, ¿te suenan de algo las siglas “L. T.”?

- ¿L. T.? –se hizo un momentáneo silencio al otro lado que pronto se rompió con la voz del inmortal –¿Por qué lo preguntas?

- He encontrado un objeto que pertenece a ese o esa tal L. T. ¿Podrías buscar si alguien que halla habitado esta casa o alguien del pueblo se llama así?

- ¡En cuanto llegué a la Orden! Déjame antes que contemple esas maravillosas hojas adornadas con...

- Heraclio, tienes todas las espadas habidas y por haber en aquel cubículo al que llamas despacho. Así que déjate de tonterías y haz lo que te he dicho –mi voz sonó tan impaciente como los pequeños golpes que daba en el suelo con la punta de mi pie, mientras guardaba las llaves en el otro bolsillo de mi abrigo.

- ¡Está bien! Lo haré... ¡después de visitar el museo! –ojalá existiera una invocación para mandarla por teléfono...pero como no la había, tendría que conformarme con rechinar los dientes con fastidio –Antes de irme, Veran, te he preparado una coartada por si te pillan allí. Eres una joven escritora en busca de inspiración y tus abuelos compraron la casa hace nada. A partir de mañana te llegará el correo con normalidad...

- Como si alguien me fuera a mandar algo...

- ¡Quién sabe! A lo mejor algún amor perdido se acuerda de ti, y...

- Si, si, claro, claro –le corté rápidamente cansada ya de oírle –Gracias por todo, Heraclio. Anda, llega pronto y encárgate de lo que te pedí. No me gusta esperar. ¿Algo más que deba saber?

- No, pero...

Antes de que terminara colgué sin despedirme y ahogué un bostezo. Detestaba madrugar, pero ese día había trabajo que hacer. Lo primero, sería buscar una habitación dónde pasar la noche por si acaso. Aquella misión era como unas pequeñas vacaciones pagadas, lejos del mundanal ruido y contaminación del centro de la ciudad y de los malos recuerdos. Un pequeño descanso en mi ajetreada vida. Descansaría unos cuantos días, y cuando escasearan los víveres, me encargaría del exorcismo. Había tiempo para todo.

Regresé a la entrada, cogí mi maleta y subí las escaleras reviviendo mentalmente la vida que antaño acogió aquella enorme casa. La cocina y el comedor deberían encontrarse en aquella planta, dedicándola exclusivamente al servicio, y en el primer piso se encontraría el cobijo de los dueños de la mansión y la habitación de los invitados. Mis imaginaciones no eran descabelladas, tal y como comprobé al terminar de subir los peldaños y encontrarme la primera habitación justo a mano derecha. Empujando la puerta de madera con la mano libre, me adentré en el dormitorio de paredes y moqueta azul. Sin pretenderlo, me había decidido por la mejor habitación del lugar: un gran ventanal frente a la puerta daba a la verja de entrada. La niebla se estaba evaporando a paso lento, y ya podía observar desde allí el caminito empedrado que partía de la verja hasta una pequeña plazoleta con una fuente de mármol burdeos en el centro. A los lados, la arboleda iba ganando terreno pero sobre la cuál sobresalían un tejado pegado al muro y un pequeño campanario un poco más alejado. Todo ello se hallaba dentro de los terrenos de la mansión, así que me tocaría explorarlo más adelante.

Levanté la maleta colocándola encima de un escritorio de madera bajo el ventanal. Una pequeña nube de polvo se levantó y enseguida desapareció. Me agaché y movida por la curiosidad, abrí uno de los cajones del escritorio. Estaba totalmente vacío y servía de vivienda para una pequeña araña que se quedó paralizada al verme. Cerré el cajón y me sorprendí a mí misma dando un suspiro. ¿Qué esperaba encontrarme? ¿Una cabeza descuartizada?

Me incorporé y contemplé la habitación. Justo al lado de la puerta había un pequeño estante con dos o tres libros voluminosos sin títulos. Frente al escritorio, una cama individual con colchas limpias a juego con el color de las paredes que parecía recién hecha y a su lado, un pequeño tocador con su espejo, en el que me vi reflejada. Me retiré ese mechón rebelde de pelo que me caía sobre la frente y me examiné dando un profundo suspiro de decepción. No quería ser una top model, me sentía cómoda con las insinuantes formas de mi cuerpo adolescente casi formado, pero por un poquito más de altura, nadie se hubiera muerto...

Meneé la cabeza con energía pretendiendo así desprenderme de ese estúpido pensamiento. Por mucho caos que tuviera y muy poderosa que fuera, seguiría siendo así para el resto de mi vida, así que mejor acostumbrarse.

Miré los cuadros colgados de la pared. Su sola visión provocó un escalofrío en mi columna. Tenebroso pero exquisito. A un lado del cabecero de la cama, hallé un cuadro al óleo de un niño con cara aterrada y una niña que parecía una muñeca de porcelana. De fondo, una ventana estaba siendo golpeada por varias manos esqueléticas que salían de la oscuridad. El otro cuadro era el famoso “Grito” de Munch, una copia bastante lograda pero a pequeña escala. Sonará desagradable, pero me encantaba esa sensación de angustia y pánico que transmitía.
Di un par de pasos para admirar a éste último más de cerca y tropecé con un pequeño obstáculo en el suelo que casi me hizo caer. Conseguí recuperar el equilibrio enseguida y miré malhumorada el objeto en cuestión. Un pequeño maletín. Estaba cubierto de una manta de polvo y descolorido. En cuclillas, lo abrí. En su interior tenía unos folios y un estetoscopio. El maletín debió de pertenecer en su época a un médico que tuvo que haber estado en aquella casa en algún momento del pasado. Eché un vistazo a los papeles por encima, casi sin prestar atención. Eran solo manuscritos con letra pequeña. El último papel fue el que me sorprendió. Era un dibujo a lápiz. Se trataba de una persona humana e inclinada como un mono. No le habían adornado con muchos detalles, pero podía verse perfectamente las manos amorfas, con unas uñas tan largas como la hoja de las cuchillas que guardaba en mis bolsillos. Detrás de la hoja solo habían escrito:
«Sujeto: M. B. »

Más iniciales. ¿Qué pasaba, que allí la gente solo hablaban con letras sueltas o qué?

Me aproximé a la ventana buscando más luz para poder leer los papeles con más detenimiento. La luz natural aún no era suficiente, así que tuve que ir a encender la luz. Pulsé el interruptor junto a la puerta, y dando un chispazo, la bombilla sobre mi cabeza parpadeó y se mantuvo apagada.

Genial. Habían saltado los plomos. ¡Podrían haberme avisado antes de que la casa se estaba cayendo a trozos antes de que me hubiera hecho ilusiones!

No me quedaba otro remedió que reparar las luces. Me quité el abrigo y lo tiré sobre la cama, sin importarme ir en camiseta de tirantes por la casa. Bajé las escaleras hasta la entrada de nuevo. No tenía ni idea de dónde podría estar la caja de fusibles, así que tendría que explorar la casa en su busca. Dejando el salón para el final, retomé mis anteriores pasos en la pequeña habitación del teléfono. En ella solo descubrí dos cuadros más en los que no me fijé demasiado. Pasé a la siguiente habitación, un pequeño comedor con una mesa de madera de gran tamaño con sillas también de madera dispuestas a su alrededor, aparte de más cuadros. Una puerta de doble hoja cerrada con llave a mi derecha me impedía el paso y no me quedó más remedio que continuar hacía delante. Una nueva habitación se abrió ante mí, un pequeño descansillo con más cuadros y unas escaleras estrechas que subían hasta el primer piso. Aquella sección de la casa mantenía el suelo de madera, que crujía incesantemente a cada pisada que daba y que me acercaba a la cocina. …ésta aún conservaba el mobiliario, ennegrecido por la suciedad al no haberlos usado durante años. El olor a podrido que me inundaba la nariz provenía de un pequeño cesto de frutas sobre la mesa de madera del centro de la sala. Lo que me pareció extraño era la ausencia de las moscas, pero viendo que estaba todo cerrado a cal y canto, tampoco era tan anómalo.

Mi vista voló sin detenerse sobre el frigorífico, el viejo fogón, el lavaplatos y el fregadero y solo se detuvo ante las tres puertas restantes. La trasera y dos más al lado derecho, una junto a otra. Me acerqué a ambas y solo la de la izquierda me permitió el paso. Daba a un pequeño pasadizo oscuro que descendía mediante escalones de madera hasta el sótano. Tanteando la pared para guiarme, bajé los peldaños con sumo cuidado. Una suave brisa helada se escapó y se deslizó por mi espalda provocándome un escalofrío. No tenía que haberme quitado el abrigo...

Sin dejar de tantear con mis manos la pared de piedra, caminé por la habitación en penumbra hasta que me topé con una caja metálica aferrada al muro. Trasteé un poco con ella hasta que conseguí abrirla y a ciegas, manipulé los plomos. Pocos segundos después, acompañada con un ligero olor a quemado, una bombilla desnuda prendió evaporando las tinieblas. Frotándome los brazos por el frío que sentía en aquella habitación, me marché, no sin antes comprobar que allí, aparte de los fusibles, también se encontraba la caldera. Regresé a la entrada a paso ligero justo cuando el reloj marcaba las diez en punto. Asomándome a la cristalera de la puerta, observé que la niebla había desaparecido por completo. Aproveché para correr escaleras arriba para ponerme el abrigo y salí al exterior para contemplar mis nuevos dominios desde fuera.

Me alejé de la casa caminando hacia atrás hasta que choqué de espaldas contra la fuente. Si de día el aspecto de la casa era terrorífico, de noche no quería ni imaginármelo. ¡Estaba deseando de que anocheciera!

Con una media sonrisa, me di la vuelta a tiempo de ver una sombra tras la verja de entrada que colaba la mano entre los barrotes cerrando el buzón del correo. Se percató de mi presencia y salió corriendo. Corrí por el camino empedrado arrojándome contra la verja intentando descubrir al intruso, pero éste ya se había alejado lo suficiente como para perderle de vista. Di un golpe a uno de los barrotes con el puño de fastidio. Me hubiera gustado haberle echado de allí a mi estilo.

Suspirando, busqué en el interior del buzón abierto de cuya existencia no me había percatado a mi llegada, ya que los matorrales bien crecidos lo mantenían oculto a simple vista con sus ramas frondosas. En su interior, encontré una carta manuscrita. El papel estaba amarillento por el tiempo y la marca de las dobleces se notaban perfectamente. La letra redondeada era bastante legible, realizada con tinta. Mirando a la verja para asegurarme de que el intruso no volvía, entre en la casa justo antes de que el viento se levantara un poco bailando con la hojarasca y la arboleda que marcaba los límites del terreno. Cerré la puerta y subí las escaleras con una mano en la barandilla. Me encerré en mi habitación, encendí la luz y me senté sobre el borde de la cama. Dejando caer los hombros, el abrigo se escurrió a la vez que me quitaba las zapatillas de deporte con los pies. Sintiéndome mucho más cómoda y recuperando la tranquilidad, leí la carta con atención:

Querida Amanda:

Debo expresarte mi más sincera admiración por tu valor. Continuar trabajando para los Black en esas circunstancias debe de ser muy duro. Los señores deben de estar destrozados por lo ocurrido, y aquello será seguramente un ir y venir constante. Te deseo mucha suerte y te transmito todo mi apoyo.

Sin embargo, debo advertirte. Están pasando cosas muy extrañas. Esa familia no te está contando todo lo que está pasando, y siendo tu madre, temo por tu vida. Soy consciente de que es ir contra tus principios, pero te suplico que no te arriesgues y que abandones ese lugar maldito cuanto antes. Ya todo el pueblo sabe lo que ha ocurrido con él, y no puede ser otra cosa que obra del diablo.

Aprovecha cuando llegue tu oportunidad y vuelve con tu familia. Te estaremos esperando, pase lo que pase, y estaremos dispuestos a ofrecerte nuestra ayuda si así lo deseas.

No insistiré porque conozco tu terquedad y porque es tu decisión, no la mía.

Espero noticias tuyas muy pronto.

El texto se podía leer claramente aunque se veía de lejos que tenía bastantes años. No obstante, la firma estaba emborronada, y no pude averiguar el nombre de la autora. Al menos, pude descubrir que se trataba de una madre dirigiéndose a su hija, una tal Amanda, y que ésta había trabajado en la casa.

Antes de sacar cualquier conclusión más, dejé la carta sobre la colcha y me acerqué al ventanal. Me asomé para discernir la entrada. El individuo que había dejado la carta no había vuelto. Tendría que estar atenta por su posible regreso. Si le veía, le atraparía y le interrogaría sobre su presencia y sus motivos para dejarme esa carta. Su identidad poco me importaba, a no ser que se tratara de la tal Amanda, la madre de ésta, o uno de los “Black” que mencionaba la misiva.
Una de mis manías “incurables” y que padezco desde que tengo uso de razón, es andar de puntillas y descalza por mi casa. Era algo que muchas veces hacía sin darme cuenta siquiera, como aquella vez. Anduve de arriba abajo por la habitación alejándome de la ventana y dándole vueltas al contenido de la carta, sacando mis propias conclusiones.

Aquella carta tenía algo que ver con un incidente desgraciado. ¿Relacionado con la misión? Posiblemente. Puede que Heraclio se refiriera a eso cuando me dijo aquello de “deberías averiguar algo sobre su historia y sus habitantes”. ¿Quería eso decir que el individuo que dejó la carta en el buzón era un mandado de Heraclio? Podría ser que sí, podría ser que no. Suspiré, dejándome caer sobre la cama con los brazos extendidos. Necesitaba información sobre esos Black, pero seguramente Heraclio estaría perdido en aquella dichosa feria medieval que encontró en el pueblo adorando a todas y cada una de las espadas que se encontraría a su paso. Tendría que esperar un poco para darle tiempo a que llegase al cuartel general de la Orden para poder llamarle. Hasta entonces, no iba a estar requemándome el cerebro dándole vueltas a eso. Mi propósito era aprovechar la misión para tomarme un descanso, no para enterarme de los trapos sucios de los demás.

El problema era que con tanta incógnita, me sentía nerviosa. ¿Nunca habéis tenido la sensación de que no podéis estaros quietos en un sitio y cerrar los ojos, sino hacer cualquier otra cosa para mantener la mente ocupada? Pues eso sentía yo. ¡Tocaba explorar el resto de la casa!

Dejando la luz encendida, salí de mi dormitorio y deambulé por el estrecho pasillo hasta dar con una puerta a un lado tras la cual vi otro dormitorio, este con una gigantesca cama de matrimonio con dosel, también recién hecha, y lujosamente decorada con un gran armario, un tocador de tamaño considerable y un aparador. Por toda la habitación se repartían más cuadros, pacíficos, de gamas rojizas y anaranjadas, con paisajes y féminas. Me pareció percibir el olor a perfume de mujer en el ambiente, pero debió de tratarse de mi imaginación porque desapareció nada más sentirlo. La habitación tenía su encanto, pero ya me había decidido por el dormitorio azul. Salté al pasillo cerrando la puerta y retornando sobre mis pasos, que me llevaron hasta un descansillo pequeño. La puerta de enfrente llevaba hasta un cuarto de baño de respetables dimensiones con todo lo necesario. Incluso toallas llegué a vislumbrar. Unas escaleras bajaban a mano izquierda y al otro lado subían. Ascendí por estas últimas, que crujieron bajo mi peso obligándome a detenerme tras recorrer dos escalones. Al no tener pasamanos y ser más sencilla que las otras, tuve que aferrarme a la pared. Una nubecilla de polvo se levantaba a cada paso que subía. Llegué al ático, una habitación abuhardillada en la que casi tenía que avanzar agachada. No pude entrar en las dos habitaciones que había frente a las escaleras por el simple motivo de estar cerradas con llave. En cualquier otra ocasión, habría usado caos para abrirlas sin esfuerzo, pero teniendo en cuenta que allí se suponía que había un ente paranormal, no convenía que llamase su atención revelando mi naturaleza tan pronto. Así que decidí dejarlas para después y subir el torreón. Fue un cambio brusco el pasar del suelo de madera a la fría roca. Una vasta escalera de caracol trepaba hasta la parte más alta. Ansiando probar las vistas desde aquel lugar, subí los escalones de dos en dos. Me detuve en seco, algo mareada, cuando al llegar a lo más alto la escalera se cortaba de pronto, como si no estuviera finalizada. Examiné el cristal y deshice el cierre para poder abrir la ventana. Una oleada de aire helado de abofeteó la cara y removió mi cabello suelto, sin poder evitar que me asomara. La vista era increíble. Podía observar desde aquel pequeño ventanuco la entrada al recinto, un cobertizo semi cubierto de maleza junto a la verja a pocos metros del buzón y que con la espesura me había pasado desapercibido. Donde momentos antes había visto un campanario, ahora podía contemplarlo desde una mejor perspectiva: se trataba de una capilla, junto a la cual se levantaba otro pequeño edificio. Menudo tinglado habían montado allí. Me froté los brazos cubiertos de piel de gallina por el frío que penetraba en la estancia a través de la ventana abierta, sin apartar la vista del jardín. Emitiendo un suspiro, puse la mente en blanco e intenté relajarme ante aquel paisaje. El aire levantaba el olor a naturaleza hasta mí, colaborando en mi ejercicio de relajación.

Me mantuve así, sin pensar en nada y contemplando las vistas durante un buen rato. Lo sé, nunca antes había hecho nada así, pero no podría describir el porqué lo hacía. En aquellos instantes, me sentía parte del lugar. El cielo despejado, los árboles y arbustos que cubrían el lugar creando aquel maravilloso jardín, la calma y tranquilidad del ambiente... Un paraíso en comparación de la ciudad. Había sido muy buena idea aceptar aquella misión. Sonreí al vacío apoyándome al alfeizar de la ventana, quedándome embobada allí por tiempo indefinido mientras la fresca brisa de la mañana revolvía mi pelo.


* * *

Con la sonrisa de un niño, Lord Heraclio recorrió y evaluó cada uno de los productos expuestos en los tenderetes de lona. Los dependientes no sabían si tomarle como uno más de aquel teatro o como un chiflado recién huido del manicomio. Aquel hombre de cabellos azules manoseaba, mimaba e idolatraba a cada espada, mandoble y florete que se cruzaba en su camino.

Aquella actitud anómala atraía las miradas curiosas de los visitantes de aquella mañana, si bien Heraclio no parecía percatarse de nada ajeno a su mundo de extrañas fantasías caballerescas.
Eran las once y media de la mañana. Heraclio, tras dejar a Veran en la casa, reemprendió el camino de regreso sin prisas. Tres cuartos de hora tardó en llegar a aquel pueblecito. Recorrió sus calles tranquilas, desiertas de almas humanas.

«Como en un pueblo fantasma» pensó, removiéndose intranquilo en su asiento.
No era que le inspirase miedo. Teniendo en cuenta que su departamento en la Orden se encargaba de eliminarles, la palabra “fantasma” era sinónimo de más trabajo.

Pronto obtuvo la respuesta de aquel vacío representada en un cartel pegado en una señal de tráfico. En el centro se estaba celebrando un “mercado medieval”, ambientado en la época con actuaciones de teatro al aire libre, espectáculos de cetrería y artículos especiales. Aparcó su coche en el primer hueco que encontró libre y sus pies le guiaron solos hasta allí. Antes de entrar, contactó con Veran desde una cabina y después de una breve conversación en la que apenas estuvo pendiente de escuchar a su agente, se coló en aquella feria.

A cada paso que se adentraba en aquel espectáculo, más feliz se sentía. Aquel mundo con músicas de coro, el olor a carne asándose mezclándose entre la gente, el crepitar del fuego de las “herrerías” y el vaivén de transeúntes disfrazados con cotas de mallas, armaduras y otras vestimentas del medievo, era su mundo.

Tan ocupado estaba con su gran pasión, las espadas, que no se percató de que a pocos metros un par de muchachos le seguían ocultándose tras los puestos sin perderle de vista.

Una pieza en concreto llamó poderosamente su atención. Un mandoble cuya hoja medía un metro y su acero brillaba como recién templado. La empuñadura forrada en cuero tenía una falsa joya incrustada. Extasiado ante aquella maravilla, preguntó al dependiente por su precio, que le miró con los ojos desorbitados.

- ¿Está seguro de saberlo? Esa en concreto sale por unos 500 euros...

- ¡Me la llevo! –con una sonrisita infantil, Heraclio sacó su cartera del bolsillo y sacó el importe exacto. Dejó los billetes en la mano temblorosa del hombre.

Éste, convencido de que aquello debía de tratarse de una broma pesada, buscó en los billetes un atisbo de falsedad que no encontró. Obedeciendo el insólito pedido de aquel hombre de pelo y ojos azules, le entregó la espada arrastrándola por el suelo debido al peso.

- ¿Vive cerca? Lo digo porque es pesada, y... –el hombre se calló al momento en cuanto Heraclio le quitó el mandoble de las manos y restregaba su mejilla contra la empuñadura del arma, maravillado.

- ¡Tengo el coche aquí al lado! ¡No se preocupe! –cargando el arma al hombro, dando la apariencia de ser carente de peso, Heraclio se marchó de allí satisfecho.
Ya se había decidido a irse cuando los dos muchachos ya mencionados anteriormente le abordaron.

- ¡Qué pedazo de espada! –exclamó uno de ellos, con el cabello rubio algo rizado.

- ¿Sabes usar eso como los caballeros de verdad? –se acercó el segundo, de pelo más oscuro.
Heraclio, sonrojado, se rascó la parte posterior de la cabeza con una sonrisa tonta mientras medía sus palabras.

- Bueno, se apañármelas –tartamudeó.

A los dos niños les brillaron los ojos.

- ¿Puede hacernos una demostración? –rogaron al unísono.

Con la misma o mayor ilusión que aquellos chiquillos, Heraclio empuñó la espada listo para enfrentarse a un enemigo invisible. Los pequeños se apartaron un poco y contemplaron entusiasmados cada movimiento del lord. Lord Heraclio ejecutó varios tajos y florituras para contentar a su creciente público, que iba formando un corro a su alrededor. Sintiéndose cada vez más confiado y animado por el griterío y aplausos de la gente, se puso más serio. Representó para aquel grupo de mortales toda una coreografía lo más similar a un combate real que pudo, finalizando con una pose imponente. Estalló una enorme ovación y una lluvia de “flashes” cegaron sus sentidos por un instante. Sonreía algo cohibido manteniendo la pose como buenamente podía hasta que la muchedumbre se dio por satisfecha y se retiró poco a poco. Los dos niños seguían ahí, delante de él, aplaudiendo con ganas.

- ¿Quién me iba a decir que pasaría esto si dejaba a Veran en la mansión? –comentó en voz alta para sí radiante de felicidad.

Los aplausos cesaron bruscamente. Los dos pequeños se habían quedado paralizados, mirándole con los ojos como platos con un brillo de súbito temor en sus ojos.

- ¿La mansión? –preguntó el rubio -¿La mansión Black?

Heraclio recuperó la compostura parpadeando sorprendido ante aquella reacción, colocándose la espada en el hombro de nuevo.

- ¿Qué ocurre con la mansión Black? –disimuló

- Está maldita. Lo comprobamos nosotros mismos.

Heraclio y los muchachos se giraron al mismo tiempo para ver surgir de entre la gente a otro niño de la misma edad que los otros dos acercándose a ellos con parsimonia y una mirada serena en su pequeña carita.

- ¡Leo! ¡No lo vayas pregonando así por ahí! ¡Va a enterarse todo el mundo de lo que hicimos! –le respondieron sus dos amigos angustiados.

El joven Leo debía de rondar los 13 años y aún así, su pelo era totalmente blanco inmaculado. Sus ojos verdes examinaban al seminmortal con curiosidad, pasando de sus dos amigos. Llevaba una camisa negra y pantalones del mismo color complementados con una capa verde para introducirse también en aquel mundo medieval. El lord le devolvió la misma mirada inquisitiva que el chico le lanzaba.

Aquel joven era diferente a los otros dos. Ser un inmortal, entre otras cosas, le permitía ver en todo momento las auras de todos los objetos de su alrededor. La gente de aquel lugar eran mortales, comunes y corrientes, de aura transparente. Aquel chico tenía el aura de un celeste claro como el cielo sin perder la transparencia. Ese color era señal del proceso de maduración que estaba llevando a cabo el caos en la sangre de aquel muchacho. Sin duda alguna, aquel chico podría llegar a ser seminmortal dentro de unos años, pero no siempre ocurría. Mejor esperar antes de suponer erróneamente.

El muchacho suspiró al llegar hasta ellos.

- ¿Qué dice este señor de la mansión Black?

- ¡Dice que ha dejado a alguien allí! ¿A qué es muy peligroso, Leo?

- No he dejado a nadie allí –se apresuró a mentir con seguridad el lord –Sólo pasé por delante de esa casa antes de llegar al pueblo.

Heraclio resistió con firmeza el escrutinio de Leo, endureciendo sus facciones con énfasis. El chico, para asombro del inmortal, sonrió tras un minuto eterno.

- Tenga cuidado si pasa la próxima vez por ahí. Se cuentan muchas cosas sobre esa casa, y los caminos cercanos a ella son inseguros.

Heraclio se lo agradeció y se despidió de ellos dándole a Leo una palmadita en el hombro. Los tres chicos se despidieron de él alegremente, como si no hubiera ocurrido nada después de la exhibición. No obstante, Heraclio sentía un hormigueo en su nuca, signo de que alguien le estaba mirando. De reojo, descubrió que Leo no le quitaba la vista de encima, siguiendo sus pasos hasta que la gente hizo de muro entre ambos y Heraclio pudo volver a respirar con tranquilidad. Acariciando su nueva espada para relajarse, el lord subió a su coche y comenzó el camino de vuelta a casa.

Cuando su figura se perdió, los tres muchachos se miraron entre ellos.

- Yo no quiero saber nada más de aquel lugar...

- ¡Yo tampoco! ¡No volvería a pisar ese sitio ni aunque me pagaras, Leo!

Leo suspiró con resignación mientras se desabrochaba la capucha y se la colocaba a uno de sus compañeros.

- Esta bien. Iré yo solo.

- ¡Pero Leo...! –empezaron a objetar.

- Sólo voy a recoger una cosa. Me dejé allí la linterna.

- ¿Y qué más da? ¡Es solo una linterna! –el chico bajó el tono de su voz hasta convertirlo en un susurro aterrorizado -¿Y si... esa mano te descubre, y te...?

- ¡Sólo voy a recoger mi linterna! ¡No seáis tan pesados! No voy a enfrentarme a lo que hay allí.

Sus dos amigos se miraron entre ellos con preocupación, sin saber muy bien como continuar para convencer a su amigo para que no corriera riesgos. Sin embargo, le conocían desde hacía algunos años y sabían que nadie podía bajarle del burro. Cuando tomaba una decisión, era definitiva. Así que, decidieron lavarse las manos en el asunto.

- Yo me voy a comer. Mis padres me están esperando. ¡Nos vemos más tarde, Leo! –el joven de rizos rubios se despidió echando a correr con la capa atada a su cuello.

- ¡Espera que te acompaño! –el otro joven salió disparado tras el primero.

Leo dejó que se perdieran de vista entre el gentío antes de marcharse él en dirección contraria. Sólo se había alargado a aquel mercado con la intención de echar un vistazo al ambiente, pero aún le reconcomían los recuerdos de la pasada noche. De aquella terrible noche en la que se habían colado en la mansión Black y se habían topado con lo imposible. La linterna en cierto modo, era solo una excusa. Aquel hombre de la espada estaba ocultando algo. De eso estaba seguro. Lo sabía porque en su interior algo se lo había señalado. Igual que en otras ocasiones.

Aquella noche averiguaría lo que ese señor estaba tramando...

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Notas de la autora:

A partir de este, los capítulos de la saga empezaron a tener nombres. Con este, rindo homenaje a un juego perdido en el tiempo y las estanterías del almacén: "Scratches", una aventura gráfica como pocas y que, para poder disfrutar de todo su encanto, a mi por lo menos se me hace necesario jugar al Director's Cut para ver el otro punto de vista de la historia.

Vuelvo a recordaros el Copyright, que con este capítulo cobra más fuerza, porque tras sufrir un lavado de cara en profundidad, al final pasará a formar parte del tomo I "oficial". Esto significa que me he pasado los últimos días dudando de si debería ponerlos o no (vuelven a ser 3 partes). Si veo que la cosa va bien, dejaré el capi. Si no, volverá al rincón oscuro de la incógnita y os joderéis hasta que salga el oficial.

Un saludo ^^
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caradryan21

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MensajeTema: Re: Crónicas del Caos: 1ª temporada [Original]   Crónicas del Caos: 1ª temporada [Original] Icon_minitime01/05/10, 01:05 pm

muy buen capitulazo veran pero esperos qe aceptes criticas... podrias separar un poco los parrafos? ay algunas veces qe me e perdido en tus descripciones. por lo demas genial y me encanta Heraclio por su pasion por las espadas. a mi tambien me vuelven un poco majareta XD
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Darkspinus

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MensajeTema: Re: Crónicas del Caos: 1ª temporada [Original]   Crónicas del Caos: 1ª temporada [Original] Icon_minitime02/05/10, 06:20 pm

Me gustan las espadas, pero prefiero las garras y demás.

Un saludo malvado y continúa.

¿Explícate, qué es eso del Oficial<? I´m lost.
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Veran

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MensajeTema: Re: Crónicas del Caos: 1ª temporada [Original]   Crónicas del Caos: 1ª temporada [Original] Icon_minitime02/05/10, 06:47 pm

Como pone en la primerisima pagina de este post, "Crónicas del Caos" es un "libro" online que deja caer algunos detalles y aclaraciones del libro que tenemos pensado publicar. Ese libro pendiente de publicación es el "oficial" ^^. Gracias por vuestros coments.

Un saludo.
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Darkspinus

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MensajeTema: Re: Crónicas del Caos: 1ª temporada [Original]   Crónicas del Caos: 1ª temporada [Original] Icon_minitime02/05/10, 11:13 pm

O_o.
It´s true.
Joder, que despistado que voy ultimamente,xd.
Pues nada, a ver con qué nos sorprendes.
Avisa cuando lo publiqueis, of course.

Un saludo malvado.
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