Yeah¡! El proyecto se está poniendo en movimiento y ya os traigo aquí mismo el prólogo de verdad. Lo otro no tiene nada que ver, olvidadlo, tan sólo los nombres de los Protagonistas tienen algo que ver.
Y ahora sí, disfrutad del comienzo de esta historia destinada a ser un tocho de folios a Word ^^
PD: Autores: Evan y LoBoBlAnCo
(Capítulo escrito por: Evan)
Prólogo : Una Noche en El Cervatillo
Dos sombras ataviadas con sendas capas negras golpearon la puerta de la taberna. El repiqueteo constante de los nudillos ni siquiera interrumpió las conversaciones que mantenían las gentes del lugar, tan sólo las voces pararon momentáneamente cuando la puerta se abrió y los dos hombres de las capas pasaron; sus pesadas botas resonaron en el suelo de madera, haciéndolo crujir.
Algunos bajaron la vista, otros volvieron a sus quehaceres – emborracharse, jugarse dinero o seguir contemplando ociosamente los senos de las prostitutas y regateando para contratarlas- más la mayoría los siguió con la mirada: hacía tiempo que no pasaba nadie tan lúgubre por el lugar.
Los dos encapuchados avanzaron con lentas pero calculadas zancadas hasta la barra; allí, el tabernero, un hombre rellenito, de cabello marrón oscuro que escaseaba en la cabeza pero abundaba en el bigote, limpiaba con parsimonia las jarras con un viejo trapo.
-¿Desean algo los señores? – preguntó el tabernero.
Las dos sombras echaron para atrás las capuchas, mostrando a un par de jóvenes, uno con un bigote bien recortado y cabello marrón, corto y rizado, su semblante parecía duro pero ningún tipo de imperfección surcaba su rostro. Era guapo – o al menos eso pensó la joven hija del posadero, que contemplaba con mirada aburrida la escena –. El segundo, de edad similar, tenía la cabeza cuadrada y estaba rapado completamente, tan sólo dos cejas espesas por encima de sus fríos ojos daban atisbo alguno de que su color de cabello sería el negro.
-¿Qué se les ofrece? – inquirió por segunda vez el amable hombre tras la barra.
-Buscamos alojamiento para la noche. Pagaremos sustanciosamente – el hombre calvo se cruzó de brazos mientras el otro sacaba de debajo de la manga un saquito y tendía sobre la mesa cinco monedas de oro.
-Son tan sólo tres monedas por noche, señor.
-Cinco. Es un ofrecimiento pues quizá pueda ayudarnos…
El tabernero se temió lo peor – sobretodo cuando, en un cambio de postura, vio que por encima de la espalda de ambos hombres sobresalía el mango de una espada.
-¿En qué les puedo ayudar? Decídmelo y gustosamente lo haré, señor…
-Frederick. Pero no importa mi nombre – contestó el de cabello rizado. Parecía que él daba las órdenes – estamos buscando a un par de amigos, les perdimos la pista cuando una manada de lobos se nos echó encima, allá en la vía principal a Liruk. Por suerte creo que salieron vivos y, me parece que conocían ésta taberna.
-Puede, señor. Aquí viene mucha gente…
-Eran dos muchachos, uno de cabellos largos y rojizos, viajaba con atuendo de viaje y una capa de color escarlata sin capucha… ¿Os suena? – Pero el hombre no le dejó al tabernero contestar – bueno, antes le diré que viajaba con otro muchacho, aparentaban la misma edad pero él era menor. Su acento es más exótico, como el de un elfo, llevaba el cabello de color caoba con bucles y hasta los hombros. ¿Los conoce? ¿Los ha visto?
El tabernero se lo pensó un momento:
-El caso es que me suenan…dos muchachos, el acento exótico de uno y el otro, pelirrojo…sí. Creo que pasaron por aquí alguna noche, la última vez fue hace como una semana, si no, diez días.
-Entiendo… - el de cabello castaño rizado y bigote adelantó las cinco monedas al tabernero – muchas gracias por su colaboración.
-De nada buen señor, espero que encuentre a sus amigos. Ya que me ha pagado de más porque yo no he podido revelarle dato alguno de importancia según mi parecer… ¡Mañana desayunarán gratis! – les dijo, tendiéndoles dos grandes llaves, las pertenecientes a sus habitaciones.
-Gracias buen hombre – se despidió el calvo, cuya voz era grave.
-Pasen ustedes una buena noche. Si siguen a sus amigos necesitarán descanso.
Cuando ambos personajes ascendieron por la escalera que había a un lado de la taberna, la cual llevaba a las habitaciones de la posada, el tabernero y posadero suspiró aliviado. Se llevó una mano a la frente y se retiró las partículas de sudor que comenzaban a surgir en ella.
El posadero se dio la vuelta, no sin antes hacer un gesto a su hija para que controlase a la clientela si pedía más bebida, y luego, se dirigió dentro de la cocina, dónde su mujer pasaba la escoba mientras charlaba con dos jóvenes, sentados en dos sillas que había alrededor de la única mesa en aquella estancia.
Uno de ellos era pelirrojo, de rasgos finos y serenos – además de joven – llevaba ropa de viaje y una espada al cinto. Destacaba su capa de color escarlata, la cual se había quitado y había dejado sobre una silla.
Entonces el otro le dijo algo a su mujer, en la lengua común, claro. Era la única que aquella familia de humildes taberneros conocía. Pero el tono de la voz era ligeramente diferente al del resto de humanos.
El posadero sabía que aquel joven muchacho – de no más de veinte años, como su hermano – era un semielfo. Su rostro era en mayor parte humano, pero no por ello falto de belleza: bien proporcionado, de labios suaves y ojos sagaces de truhán, no de un buen arquero elfo – pero aún así, había algo salvaje en él, algo que no se podía describir con palabras. Y ese algo atraía mucho a bastantes mujeres, entre las que se encontraba su propia hija.
El tabernero miró una vez más al semielfo: no había adquirido las típicas orejas de los elfos, si no que poseía las redondeadas de cualquier ser humano. Y por detrás de ellas, el pelo del color de la caoba caía en bucles hasta los hombros
“Si en verdad él quisiera a mi hija…” Se dijo el hombre, lamentándose un poco por el carácter libre y desenfadado del muchacho.
El corpulento y rellenito tabernero llegó al fin al lado de los dos jóvenes.
“Delgados pero musculosos. Los años de entrenamiento de un soldado o de un aventurero” y él tabernero sabía que ambos pertenecían a la segunda opción “es mejor así, mi hija merece alguien que pueda estar con ella siempre, no una o dos veces al mes”.
-¡Oh!, ¡Señor Gammer! – Se dirigió uno de los dos hermanos, en éste caso, el pelirrojo a el posadero - ¿Tiene alguna nueva noticia para nosotros?
-Llevabais razón vos – les comunicó el tabernero – dos hombres con capas negras han acudido a la posada. Preguntaron por ambos.
-¿Ves, Shiryu? – Le dijo el semielfo a su hermano - ¿Acaso no te lo dije? Nos seguían, aunque desconozco el motivo.
“¿Cómo pueden llevarse tan bien? Dos hermanastros, y uno bastardo de una elfa” se preguntó el tabernero.
-Llevas razón Khaleïth – admitió el pelirrojo con un suspiro.
-Más te vale que recuerdes el trato, querido hermano…
-¡Está bien! ¡Yo pagaré las tres primeras rondas!
Ambos se echaron a reír.
-Vos, Khaleïth. Sabéis que, gracias a la gloria de nuestros reyes, el actual y sus antepasados, todas las razas son bien vistas en el reino. Y yo soy un hombre honorable. ¿Habéis pensado con detenimiento la oferta?
-Sí, de hecho, ya se lo dije a tu mujer. Esposo no puedo ser de vuestra hija, señor Gammer, no me veo asentando la cabeza en un lugar fijo, y menos, trabajando diligentemente en una taberna bien llevada como la suya… yo, necesito acción; me gusta luchar señor Gammer, y ayudar al prójimo.
-Es cierto que El Cervatillo no es la más hermosa de las tabernas y posadas, pero, entre usted y yo algo bueno por ella podríamos hacer. Además, su hermano Shiryu ya sentó la cabeza, su mujer en casa lo espera, ¿por qué no vos, señor Khaleïth?
-El Cervatillo es una gran posada, la mejor en bastantes kilómetros a la redonda, tanto por sus cómodas habitaciones, como por la abundante y buena comida y, sobretodo, por el buen tratar de la familia que la regenta. Un honor será para aquel que a su hija Gialle despose, servir en tan buen lugar. Pero no es mi camino… - Khaleïth ahora soltó una carcajada – y en cuanto a lo de que Shiryu “sentó la cabeza”… mal vamos; no penséis mal de él, fiel le ha sido siempre a su esposa, pero, no es vida de casados el viajar sin tardanza de un lugar a otro del reino jugándote la vida. No, no es esa la vida que alguien como Gialle se merece, poco buen esposo sería yo mientras siga aventurándome en lo desconocido y luchando con desconocidos. Lo siento señor Gammer, pero rechazo su oferta, no por ella, si no por mí.
El posadero asintió. Esperaba semejante respuesta, pero, estuvo de acuerdo con Khaleïth.
-Si lo que le molesta son…nuestros escarceos, punto y final le pongo ya mismo, señor – le dijo el joven semielfo.
-Déjalo ya, Khal – lo amonestó su hermano – no ves que… ¡tengo hambre! Y el señor Gammer tiene que decirnos a cuanto sale una buena cena.
El tabernero sonrió: años llevaban ya ambos jóvenes pasando por allí y no habían cambiado ni pizca.
-Para vosotros gratis será, honorables huéspedes. Es una alegría el teneros en mi posada. Greta estará encantada de cocinar para vos – la mujer del posadero asintió y comenzó a freír huevos entre otras cosas – y Khal – le dijo al muchacho de ascendencia élfica – no me molesta… mal de vos no pienso, de hecho, le daré a Gialle la noche libre para que estéis juntos. Cada vez pasáis por aquí con menos frecuencia y, eso la incomoda, ansia vuestra presencia por encima de todo… - el posadero no pudo evitarlo – ella os ama. Aunque sabe que no la corresponderéis.
-Lo sé Gammer, lo sé… por eso muchas veces ya no paramos aquí, no por ir a la competencia, unas millas más adelante, no Gammer, quiero que ella se olvide de mí poco a poco y, vea en algún mozo del pueblo a su futuro esposo, no a un semielfo que anda de aquí para allá cada dos por tres con la muerte en los talones.
-Y con su hermano, que más de una vez una patada en las posaderas le propinó a la muerte para que no se atreviese a matarlo – añadió Shiryu.
-Cierto – aceptó Khaleïth.
-En fin, he de volver al tajo, vos cenad y luego id a la habitación, os mandaré a Gialle.
Los dos hermanos hicieron una inclinación de cabeza.
-No pensaba yo hoy llevarme a la muchacha a la cama – comentó el semielfo.
-¿Y eso? – les preguntó Greta, la mujer de Gammer y cocinera de la posada – bien sabré yo el deseo de los jóvenes… ¡Ay, que tiempos aquellos!
-Dos visitantes ingratos tenéis bajo vuestro techo señora, y mi hermano y yo pensábamos libraros de ellos…
-No te preocupes Khal, yo me ocuparé. Tu vete con tu “dama” tan sólo espero a cambio que mañana por muchas ojeras que tengas nos pongamos al alba en camino. Me gustaría llegar a casa antes del anochecer y ver a Amerasu.
-Trato hecho…
Greta sirvió la cena a los dos jóvenes y éstos engulleron con rapidez y sin mediar palabra toda la comida, luego, salieron por detrás a lavarse a una tina que había en un jardín trasero de la posada – Khaleïth también se adecentó todo lo que pudo, que no fue mucho – y volvieron a la posada.
-No te emborraches, hermano – bromeó Khaleïth mientras subía la escalera hacia su habitación.
-Descuida, tengo a dos matones a los que apalear – se despidió Shiryu al quedarse en la planta baja, tomando una cerveza y conversando con el posadero.
Gammer, pocos minutos después hizo otro gesto a su hija. Ella lo entendió y salió en pos de Khaleïth por las escaleras, haciendo que sus rubios cabellos rizados se moviesen mientras subía con cierta prisa hasta la habitación de su amado.