Historia hecha tanto por Eric Zephyr como por mí. Espero que la disfrutéis ^.^
Prólogo –
Dimensión paralela al mundo humano. Siglo XX, fin de la guerra entre Milagros y Desastres donde estos últimos fueron los vencedores.
(Ryaster Hold)
Dejé el “CSM” encima de la cuna y pulsé el botón para iniciar la grabación. Me aclaré la garganta y comencé:
-Soy Ryaster Hold, rey y emperador del ejército de los Milagros. La amenaza de los Desastres finalmente es una realidad; hemos perdido la guerra y puede que estos sean mis últimos minutos de vida.
“Por tanto estoy haciendo una grabación espiritual con el "Container Spiritual Memorizer", fue diseñado por nuestros científicos poco antes de que estos muriesen. Mi buen amigo Flint será el que te acompañe en este peligroso viaje, hija mía, él te enseñará a usarlo. Actualmente tienes cinco meses y como todos los Milagros estamos condenados a morir, Flint se encargará de llevarte al Mundo Humano. No me quiero poner sentimental en estos momentos pero...en fin, Alice, espero que puedas crecer en paz, aunque yo no esté para verte. Siempre viviré en tu corazón...”
Una lágrima bajó por mi mejilla.
-Alice, hija. Basta de lloriqueos por mi parte: tienes que hacer honor a tu linaje pero, si alguna vez te persiguen, no dudes en huir, huye todo lo que...
Oí como la puerta reforzada de la estancia saltaba en pedazos. Apagué la grabación y la metí junto a la niña en la cuna.
-¡¡¡¡Ryaster!!!! ¡¡¡A llegado tu hora!!! – oí gritar a alguien.
-¿¿Tu de nuevo Zarckest?? Vete ahora mismo de aquí, traidor.
Antes de que pudiese acercarse le tendí la cuna a Flint, que esperaba a mi lado.
-Confío en ti Flint... – la voz se me rompió.
-Sí señor. Hasta siempre se...
-Dame a la heredera de los Angels, Hold, si no atente a las consecuencias – interrumpió Zarckest a Flint.
-¡Jamás! – desenfundé una espada ricamente decorada con diversos rubíes y otras gemas además de ser de color dorado.
Zarckest entonces sonrió con malicia y sacó de la vaina su propio arma mientras ya comenzaba a correr hacia mí.
-¡Vete Flint! ¡Ahora!
Flint asintió y se marchó en dirección contraria a la puerta que había abierto Zarckest. Esta puerta, infinitamente diferente a la otra, era el vínculo que unía nuestro mundo con el mundo humano. Escuché como Flint, con mi hija en sus brazos, la atravesaba. Nuestro plan había funcionado a la perfección, aunque aún quedaba lo más importante...
-¡Maldito seas, Rey! – chilló Zarckest cargando sus palabras con puro veneno.
Llegó hasta mí y trató de golpearme con su arma pero paré la estocada con mi espada y con un corte vertical lo hice retroceder.
-¡Te has vuelto lento, Hold! – hizo una finta y trató de atacarme de nuevo, volví a bloquear el filo del arma y embestí contra él – muy, muy, lento... “querido” Rey – esquivó con soltura mi acometida y me clavó la hoja en el pecho – si me perdonas, tengo que ir a capturar a cierta princesita – me guiñó un ojo mientras extraía el arma de entre mi cuerpo.
-¡No te lo permitiré! – volví a agitar mi espada casi sin fuerza pero, eso lo hizo agacharse - ¡Hasta siempre hija! – aproveché el momento y lancé la espada contra el portal, que quedó clavada en él, sin atravesarlo.
-¡¿Qué has hecho?!
“Cumplir mi destino”.
Las gemas engastadas en la espada brillaron hasta explotar. El portal desapareció, ahora la espada, inservible, estaba clavada en un vulgar muro. Sonreí.
(Zarckest)
-Imbécil... ¡Eres un imbécil! – musité mientras con mi espada cercenaba la cabeza del monarca - siempre lo fuiste Hold. Siempre.
Capítulo I
(Lars)
Bostecé con cansancio mientras acercaba a tientas una mano, buscando sobre la mesita de noche el botón que apagaría aquel trasto diabólico también conocido como despertador.
Por fin lo encontré y las notas estridentes dejaron de taladrarme la cabeza, aún así, ya era demasiado tarde: estaba completamente despierto.
-Odio los lunes – me quejé – los odio con toda mi alma – alargué la última vocal de la palabra ya que me sobrevino un segundo bostezo.
Me levanté e hice automáticamente eso que todos hacemos al levantarnos antes de ir al trabajo o en mi caso, al instituto: entré a paso de procesión al baño y me lavé la cara, quitandome las legañas metafóricas que aún conservaba; el agua fría hizo su efecto y me revitalizó, dándome la energía necesaria para poder abrir completamente los ojos ante la brillante luz del lavabo.
Me miré al espejo, devolviéndome una mirada de ojos verdes pero, sobretodo, cansada y con algunas ojeras.
“No volveré a hacer una maratón de películas de Jackie Chan un domingo de madrugada” pensé.
Cogí el peine con desgana y traté de peinarme el revoltoso pelo rubio que pese a ser corto, se enredaba. Finalmente di la batalla por perdida y lo dejé medio despeinado.
En ese momento el móvil comenzó a vibrar, así que salí del baño y volví a mi habitación:
-¿Sí? – pregunté al descolgar.
-¿Lars? ¿y esa voz de ultratumba?
-Muy graciosa, Seilán. ¿Qué quieres?
-Te estoy esperando en tu portal, pero el portero no va, así que te llamo, no tardes o me voy.
-Dame cinco minutos – dije, aunque un tercer bostezo probablemente hizo ininteligible la frase.
Saqué unos vaqueros del armario y una camiseta de manga larga y otra de manga corta que me coloqué superpuestas, luego me puse unas calcetas pero no fui capaz de encontrar las zapatillas de deporte así que salí de mi habitación para prepararme el desayuno. Por el camino, me tropecé y me caí de boca contra el suelo.
-Me cago en ...
Me levanté y vi que allí estaba tiradas de cualquier forma mis deportivas. Suspiré, me las puse y saqué de la nevera una botella de zumo de naranja a la que di varios tragos.
-Esto será suficiente para aguantar hasta la comida.
Cogí la mochila y las llaves de casa con las que cerré lo más silenciosamente que pude la puerta de la entrada para no despertar a mis padres.
Cogí el ascensor y bajé abajo, donde me encontré con Seilán, una chica quinceañera – como yo – y que además iba a mi clase:
-Hola – me saludó ella.
-¡Mierda! – grité.
-Menudas formas de dar los buenos días.
-Se me ha olvidado el abrigo en casa...en fin, paso de subir de nuevo.
Seilán me sonrió con condescendencia.
-Eres todo un caso, Lars.
Una ráfaga de viento sopló en la calle, agitando el pelo largo y castaño de mi amiga además de agudizar el frío.
-Odio los lunes, y más si son fríos – comenté mientras me castañeteaban los dientes.
Seilán soltó una risita y me lanzó una mirada de iris azulados.
-Supongo que te has peleado con el peine y has vuelto a perder...
-Muy graciosa estás tú hoy – le respondí.
-El caso es que no lo has negado, así que supongo que me das la razón.
-Bah, déjame – pensé en el sueño que había tenido mientras dormía - ¿sabes? He tenido un sueño perfecto para escribir una historia o para un guión de película americana.
-Cuenta, cuenta, seguro que no tiene desperdicio. ¿Algo como un plátano alado que aterroriza Nueva York?
-¡Eh! Que eso lo soñé cuando tenía ocho años – ambos nos reímos – no, era algo un poco extraño...había un rey en su palacio que estaba grabándose con un aparato porque iba a mandar a su hija al mundo humano...era porque había una guerra entre dos bandos o algo así: los Milagros y los Desastres. No recuerdo mucho más.
-Suena a videojuego de rol.
-También, también. Se nota que te gustan las videoconsolas.
-Lo estoy dejando...bueno, más bien mi madre me hace dejarlo: dice que en cuarto de ESO ya es hora de ir madurando y dejar las “consolitas”.
-Mejor, o pronto te veré con unas gafas de culo de vaso.
-Mi vista está perfectamente, y si no te importa, mira por donde andas, has pisado un “regalito” de perro – ella volvió a reirse y me miré la zapatilla.
-Pues empezamos bien el día... – me quejé.
Seilan y yo seguimos hablando y bromeando a partes iguales hasta que llegamos al instituto. Las primeras horas fueron como siempre: aburridas y pésimas...bueno, en realidad, todas las horas serían aburridas y pésimas, lo que pasa es que a partir del recreo, no fui a ninguna de ellas...
-¡Dadnos la pasta! – volvió a decirme un chaval un par de años mayor que yo y bastante más alto y fornido.
-¡Qué no! ¡Pesado! – gritó Seilán.
-Te lo dije Sei, no debimos de salir en el recreo para que comprase un bocadillo.
-Es tu culpa por no desayunar.
-Es la tuya por hacerme bajar rápido.
-En todo caso la tuya por levantarte a y diez, tardón.
-¡Que nos deis todo lo que llevéis encima! – nos gritó de nuevo el mismo chaval, junto a su amigo que sacaba una navaja del bolsillo.
-¡No te preocupes! – dije con tono de héroe y poniéndome en posición defensiva – recuerda que hice kárate de pequeño y además, ayer me tragué unas cuantas películas de Jackie Chan.
-Así estabas hoy más amuermado que de costumbre – dijo ella en broma.
-¡Queréis hacernos caso! – se quejaron los gamberros – os estamos atracando, ¡no nos toméis a cachondeo!
-¡“Be Water my Friend”! – grité mientras daba con rapidez una patada que hizo saltar la navaja del matón de su propia mano.
Bajé la pierna y esperé que eso fuese suficiente. Los dos gamberros se me quedaron mirando:
-Volveremos…¡no creas que esto quedará así!
Se fueron corriendo para pasmo mío y de Seilán.
-¿Has visto?
-Sí…no estuvo mal, aunque la frase que dijiste era de Bruce Lee y no de Jackie Chan.
Me llevé una mano a la cabeza:
-Siempre te fijas en detalles estúpidos.
-Es broma, estuviste genial Lars…aunque parece que el recreo terminó hace unos veinte minutos.
-¿Te parece si pasamos de las clases?
Seilán se lo pensó: ella no era como yo, un vago que prefería saltarse las clases de vez en cuando, ella era responsable y bastante estudiosa.
-Bueno…por una vez no pasará nada – dijo al fin – no tenía ninguna asignatura importante.
Sonreí:
-Te estoy llevando al lado oscuro.
-¿A que ahora vuelvo?
-No, no, ¡me lo has prometido!
Seguimos discutiendo durante un buen rato pero finalmente nos fuimos a casa de Seilán, ya que sus padres llegaban por la tarde de trabajar, así que nos tiramos las horas muertas jugando a la videoconsola. Por supuesto, no gané una sola partida.