Capítulo X – El Artillero
En otro lugar mientras Sain y Félix descansan en Pokke…Dos cazadores se arrastraban en el silencio de la noche por el fangoso pantano. Su silencio era total y, en sus caras se apreciaba un gesto de seriedad que hizo que los Bullfango no los atacasen y, rato más tarde, una manada de Mosswine huyesen corriendo ante su sola presencia.
Se acercaron al límite de un abrigo rocoso desde donde se oían chillidos de algunos depredadores. Entonces, el cazador más joven, que no tendría más de catorce años, estalló ante tanto alarde de seriedad:
-¡Vamos, hermano!- apremió al cazador que le acompañaba.
Él hizo un gesto para que se parasen.
-Es ésta cueva- el mayor, de unos diecisiete, apoyó su espalda contra la sucia pared -aquí está el Shogun Ceanataur.
-¿A qué esperamos?
-No sé como puedes ser tan activo…bueno, habrá algunos Loprey junto con el Shogun, parece que tienen algo así como un pacto de paz…Yo me encargaré de los Loprey primero- como para confirmar su rotunda decisión, desenfundó con rapidez pero sin ruido su sable.
-Es hora de probarlo, ¿no?- le dijo su hermano menor- Katana Hueso Lobo…
Ambos se miraron un momento: el pequeño, con el pelo castaño recogido en una coleta corta y, el grande, con el pelo rubio cayendo en bucles por su rostro.
Los ojos azules de ambos se lanzaron entre sí una mirada de complicidad. Hasta que el mayor dirigió su vista hacia la ballesta ligera que portaba su hermano:
-¿Para qué querías aquel trozo de Dragonita?
El pequeño sonrió y dijo una vez que descolgó su querida ballesta de la espalda:
-¿Ves este pico?- su hermano asintió. Se trataba de, justo debajo del cañón, un pequeño pico afilado de color verdoso- para eso usé la Dragonita.
-Si intentabas hacer una especie de bayoneta, no lo has conseguido. Desperdiciaste la Dragonita, con lo que me costó encontrarla…-el mayor hubiera gritado si no fuese porque estaban en las proximidades de donde dormía el Carapaceon que iban a matar.
-No hermano, no, ya lo verás…creo que será útil, lo hice expresamente para éste monstruo.
Su hermano suspiró.
Ambos andábamos con cuidado, aún pegados a la pared. Primero Kyle puesto que era el Maestro de Espada y yo, a la retaguardia con la ballesta aún descargada entre los brazos-¿Cuántas balas tienes?- inquirió Kyle.
-Nueve explosivos, treinta perforadores y…también me traje mi disparo especial.
-¿Qué?- se sobresaltó él. Casi pegó un grito pero se contuvo a tiempo- Es muy peligroso, no puedes usarlo y, menos, en una cueva.
-Vamos…sólo lo traje por si acaso, lo llevo escondido en la bota- quise cambiar un poco la dirección de la conversación así que añadí- ya le puse nombre, Disparo Grupo.
-Me gustaba más Disparo Multiexplosivo Circular de Categoría uno- se mofó.
-Era sólo el nombre experimental…es mejor Disparo Gru…- Kyle se llevó un dedo a los labios.
Habíamos llegado, nos agachamos y echamos un vistazo por la esquina de aquella cornisa: Aquella parte de la cueva estaba encharcada y hacía un frío que pelaba… ¡ah!, y había ocho Lopreys, aún despistados y, en el otro extremo el Shogun comía plácidamente.
-Entretendré al Shogun mientras tu acabas con los peques…luego me echas una mano- cargué un dos disparos explosivos en la ballesta y, cuando Kyle salió corriendo hacia sus oponentes, yo me levanté y apunté a la cabeza.
-¡Bum!- dije y, acto seguido, apreté el gatillo en cuanto lo tuve a tiro.
El Shogun nos vio a mi hermano y a mí, dejó de comer pero, no le dio tiempo a apartarse de mi primera bala. Impactó contra él y pocos segundos después una pequeña explosión le hirió en el pecho: había apuntado mal.
Sin más preámbulos, el Carapaceon saltó al techo, cosa que preví y fui capaz de dispararle de nuevo, pero, únicamente le acerté en una pata aunque, la explosión lo hizo caer al suelo.
-¡Muy buena!- oí decir a mi hermano.
-¡Tú a lo tuyo!- le dije mientras escuchaba gritos de agonía de los Preys.
El Shogun se puso en pie pero, yo ya había recargado la ballesta con cuatro perforantes y le lancé uno que le hizo un pequeño agujero en una de sus enormes garras- que había desplegado al levantarse, tremendamente enfadado-.
-¡Cuidado!
No me dio tiempo a ver que pasaba pero, sentí unas garras clavándose en mi cota de Kut-Ku, desgarrándola y tirándome al suelo, a merced del imponente enemigo azulado que tenía a escasos metros.
-¡Maldito Loprey!- mi hermano acudió en mi ayuda y cercenó la cola del pequeño Wyvern y luego, lo mató apuñalándole en el lomo.
Pero el Shogun fue rápido y se acercó lateralmente hacia a mí, expulsando burbujas por la boca y con una garra en alto que no auguraba nada bueno.
Su garra bajó, mi hermano no llegó…
…Pero yo interpuse mi ballesta. Milagrosamente no se rompió.
Me puse de pie, con sumo esfuerzo mientras aún aguantaba ante la pinza y luego, retrocedí un paso para poder apuntar y disparé el resto del cargador.
Y eso lo enfureció más…
-¡Ya he terminado!- gritó Kyle.
Llegó hasta mi posición y golpeó una de las patas del monstruo, que, rebotó sin hacerle apenas una simple rozadura.
-Es muy duro…-me informó.
Cargué un nuevo disparo explosivo, dispuesto para disparar pero, el Shogun saltó al techo con lo que lo fallé.
-Tampoco es lento el bicho…será mejor que retrocedas un poco mientras te cubro para que recargues- planeó mi compañero cazador.
-Claro… me eché hacia atrás y saqué todas las balas que me quedaban sobre el suelo, aunque deberían de sobrar, la humedad de la cueva había echado a perder el resto de los explosivos y, el viaje a la intemperie también había hecho que algunos de los Perforantes quedasen inutilizados, aún así, conseguí otros ocho Perforantes.
Eran de sobra para un bicho como aquel.
Cuando iba a cargar el primero, el grito de mi hermano “perforó”-ironía, para que me entandáis- mis oídos. Lo miré, asustado: había bloqueado una pinza con su katana pero la otra, había impactado contra su pierna derecha, si seguía así se la cortaría.
Cargué con violencia dos de los Perforantes y corrí hacia el Shogun mientras le disparaba a la cara. Uno le acertó en un ojo y el otro penetró en su boca.
Con alivio, vi como extraía la pinza de la pierna de Kyle para…venir hacia mí.
Rodé y esquivé varios de sus peligrosos ataques. Mi armadura era aún de cuero en su mayor parte, únicamente el pecho y los guardabrazos eran de Kut-Ku.
-¿Recuerdas lo de la Dragonita?
Mi hermano me escuchó pero, el dolor le impidió responder.
-Ahora descubrirás su uso…
Casi todo el mundo que conociese al Shogun, fuesen cazadores o no, sabían que, si le dabas la espalda podía hacer dos cosas: girar mientras usaba sus pinzas pero, si estaba su “presa” demasiado lejos, echaría marcha atrás para golpearla con el caparazón de su concha.
Y yo estaba demasiado lejos.
El Cangrejo Azul hizo lo que preví: corrió hacia atrás para golpearme con su parte trasera y yo, puse mi ballesta en su dirección.
“Por favor, que la Dragonita sea tan dura como se dice” Oré mientras observaba impasible como el gran monstruo se golpeaba contra la pequeña pieza de Dragonita.
-¡Soy el amo!- mi plan había funcionado: la Dragonita se había enganchado a su espalda, ahora, me arrastraba pegado a él.
Podía dispararle cuanto quisiera.
-¡¿Lo estás viendo?!- le grité a mi hermano.
Él asintió, con un torniquete improvisado en la pierna. Aún no podía levantarse.
El Carapaceon dio varias vueltas por la cueva marcha atrás, intentando hacer que me despegase con giros bruscos. No lo consiguió.
-¡No!, ¡no!, ¡no!- el Shogun me llevaba ahora contra una pared-¡Kyle, los Perforantes!
Él asintió y se arrastró como pudo hasta los disparos que había dejado en el suelo.
-¡Date prisa!
Cogió uno de los Perforantes y me lo lanzó sin mucho éxito: estaba demasiado lejos como para que pudiesen llegarme desde su posición en el suelo.
-¡Tranquilo!- entre quejidos, se puso en pie con una sola pierna y, me lanzó otro.
-¡Joder, no llegan!
-Lo siento hermano- ante la táctica fallida de los Perforantes, y, en vista de que en pocos segundos iba estrellarme contra una pared y, si me soltaba para salvarme, me quedaría sin ballesta y estaríamos perdidos (era realmente malo con las espadas); a mi hermano no se le ocurrió otra cosa que lanzar su katana contra el monstruo.
Con una suerte tremenda, le dio en una pata justo cuando yo ya tendría que soltarme para salvar mi vida. Eso lo frenó momentáneamente.
-Me vas a matar por esto- dije. Agarrando con un brazo la ballesta, me quité la bota izquierda y saqué un disparo.
-¡Ni se te ocurra!- me amenazó Kyle.
-Tengo todo bajo control…
-¡Estás pegado al Shogun, la explosión te matará!
Sonreí mientras cargaba la ballesta con aquel potente disparo.
-Fue un placer…
Ante mi mirada sorprendida, mi hermano cargó el disparo en la ballesta, intenté acercarme para impedírselo pero mi pierna herida falló y caí de bruces contra el suelo.
-¡No!-levanté la cabeza cuando oí el sonido de varias detonaciones y, al Cangrejo emitir un último lastimero sonido con el que luego se desplomó sobre el suelo.
Mis ojos se llenaron de lágrimas que ni siquiera enjugué y me arrastré con dificultad hasta el Carapaceon.
-¡Hermano!- usé una de las patas del Cangrejo como soporte para poder ponerme de nuevo en pie.
-¡¡¡¡Hermano!!!!
-¡Ja, ja, ja!- se reía alguien detrás de mí- ¿A que soy el puto amo?
-¿Cómo…?
Allí estaba mi hermano menor, sin una bota y sin la coraza de Kut-ku.
-Mi disparo de Grupo mola mucho…Ah, y perdona por lo de la Dragonita, las explosiones han destruido la ballesta y han fragmentado la Dragonita, ahora es muy pequeña y no puede tener ningún uso…
-¿Cómo te has salvado?
-Te caíste al suelo en mi parte triunfal- una enorme sonrisa inundaba su cara- desaté una de las correas del pecho de Kut-ku y la pasé por el gatillo, de forma que, al saltar para salir de allí, apretase la misma correa el disparador. Aunque la verdad, la correa era corta y se tensó enseguida…me he chamuscado un poco el pelo.
-¡Imbécil!- declaré- ¡Eso es lo que eres!: ¡Un imbécil suicida!- me quedé sin voz y tuve que tragar saliva- anda, ayúdame a recoger materiales, tenemos un largo viaje hasta casa…
-Eso está hecho. Y me debes una ballesta nueva.
-¿Qué?- pregunté, atónito.
-Fue tu culpa por salir herido, si no, habría acabado con él con un poco de paciencia…así que ya sabes.