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| Crónicas del Caos: 1ª temporada [Original] | |
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Autor | Mensaje |
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Veran
Nº Mensajes : 112 Gamers Points : 16197 Reputación : 4 Fecha de inscripción : 02/04/2010
| Tema: Re: Crónicas del Caos: 1ª temporada [Original] 16/05/10, 02:22 pm | |
| Capitulo 18 - Coincidencias II parte ------------------------
En el exterior, después de que Veran se marchara, un macabro silencio expectanse te había apoderado de todos. Nicómedes permaneció en su posición, en la parte trasera del edificio, resguardado tras la verja, atento a cualquier movimiento que pudiera percibirse, aunque fuera vagamente. Por el rabillo del ojo podía ver a varios de los grupos de seminmortales destinados al lugar vigilar de manera disimulada, fingiendo ser un grupo de jóvenes normales que han salido a dar una vuelta. De todas formas, por allí no pasaba ni un alma.
Los minutos pasaban sin noticias de Veran, y aunque la conocía bien, aún se le cruzaban por la mente los recuerdos de su misión de iniciación. Dudaba si la decisión de que la agente te encargase de otro demonio nada más regresar de su enfrentamiento con otro parecido era la correcta.
Intentaba confiar en el inaguantable orgullo de ella, aunque su, cada vez más larga, ausencia le hacía sospechar de que algo había ocurrido. Tomó la decisión de aguardar tres minutos exactos antes de adentrarse él mismo…
Cortando el hilo de sus pensamientos, su teléfono vibró en el bolsillo. Lo cogió sin mirar el número:
- Aquí Nicómedes -respondió en voz baja.
- ¿Cuándo te interesa bien que lo coges, verdad? -entrecortada, plagada de estática y otros sonidos que no sabía identificar, escuchó la reprimenda de Veran -. ¡He tenido que instaurar la cobertura con mi caos! ¡Podrías haberme avisado por lo menos! -escuchó un aullido detrás de ella seguido de un golpe sordo.
- ¡Veran! ¿Qué pasa? ¿Lo encontraste? -el grupo de seminmortales más cercano se acercó a él al escucharle, intentando discernir que estaba ocurriendo más allá de la verja.
- ¿Qué si lo encontré? ¡A punto ha estado de devorarme el cuello! -se interrumpió a mitad de la frase dejando pasar otro aullido y otro golpe sordo. La acústica de la llamada mejoraba y volvía a empeorar cuando le venía en gana, por lo que, segundo si y segundo no, Nicómedes podía oír los pasos de una carrera y la respiración de la agente, alterada por el esfuerzo -. ¡Mi abrigo en llamas me protegió! ¡Así que me debes uno!
- ¿Necesitas refuerzos? -el grupo de seminmortales se preparó para entrar, esperando a que Nicómedes bajase el brazo.
- ¿Por quién me tomas? -se interrumpió de nuevo ante otro ladrido gutural -. Despeja el patio de atrás. ¡Es una orden!
Y colgó. Nicómedes se imaginó la macabra sonrisa de oreja a oreja que tendría la chica por haberle dado una orden a él y estar a plena merced de la adrenalina. Miedo le daba su actitud cuando todo terminase y el demonio no hubiera sido rival para ella…
De pronto, de forma violenta, las puertas traseras del edificio se abrieron de par en par, dejando pasar a una figura perseguida por un perro envuelto en fantasmales llamas. El grupo de seminmortales se dispuso a saltar por encima de la alambrada para interceder, mas Nicómedes les ordenó esperar con un grito. Hacía tiempo que no veía a Veran en acción…
* * * Un aullido lastimero surgió de la boca del animal, frenando su carrera mirando el constante gorgoteo de sangre que manaba de sus fauces, justo de la herida que una de mis cuchillas había producido atravesándola. Me quité el abrigo lo más rápido que pude lanzándoselo a los ojos, retomando el camino. Iba a darle un final apoteósico a ese bicho… y ya de paso, echárselo en cara a Nicómedes delante de sus amiguitos.
El fantasmal animal retrocedió un poco presa del dolor y la incómoda sensación que mi cuchilla debería producirle, absorbiendo el caos que mantenía con relativa vida a su cuerpo. Tenía tiempo para detenerme un momento y comprobar si mi móvil funcionaba. Aún no llegaba señal en ese tramo de pasadizo, por lo que usando un poco de caos que sirviera de conductor en el aire, llamé a Nico para avisarle.
- ¿Cuándo te interesa bien que lo coges, verdad? -le reprendí cuando cogió el teléfono, que para variar, fue enseguida. A mis espaldas, la criatura imbuida en dolor intentaba zafarse del abrigo chamuscado dándose con la pared provocando un sonoro estruendo.
- ¡Veran! ¿Lo encontraste entonces? -su voz llegaba algo distorsionada.
Los cabezazos de la criatura contra la pared, cesaron. Había conseguido deshacerse de la prenda que le cegaba y volvía a fijarse en mí, con mi cuchilla atravesándole la mandíbula inferior como un moderno piercing. El dolor la mantenía paralizada, y aunque ya no escupía fuego por la boca, se le escapaba un asqueroso reguero de babas que al chocar contra el suelo, lo quemaba como ácido.
- ¿Qué si lo encontré? -miré a la criatura a los ojos, preparándome para continuar la carrera -¡A punto ha estado de devorarme el cuello! -tuve que interrumpirme a mitad de la frase cuando, con un aullido, anticipó su salida el perro fantasmal, retomando la persecución. Reaccioné rápido y aproveché el par de metros de ventaja que tenía después del parón -¡Mi abrigo en llamas me protegió! ¡Así que me debes uno!
- ¿Necesitas refuerzos?
- ¿Por quién me tomas? -con la charla, el animal había conseguido ganar algo más de terreno y tuve que esquivar un mordisco de un salto -Despeja el patio de atrás. ¡Es una orden!
Colgué, notando que mis fuerzas se renovaban. ¡Le había dado una orden a Nicómedes! Y seguro que la acataría sin rechistar… Pese al ambiente, a la situación, pude entonar una amplia y sincera sonrisa… de superioridad y orgullo. Ya tenía la puerta delante de mí…
Sin detenerme, abrí la puerta de par en par de una patada, saltando al exterior con el ente detrás. De un rápido vistazo distinguí que los refuerzos de seminmortales de los que Nico me habló estaban todos preparados en las alambradas, listos para interceder en cuanto les diera la orden. Nico también era visible, mandándoles esperar con un grito y contemplando la escena cruzado de brazos. Tal y como le había dicho, el patio estaba desierto. Complacida, frené en seco justo en el borde de la piscina vacía, permitiendo al animal que me diera alcance abriendo las fauces para morder a una presa… que saltó sobre él atizándole una patada por detrás lanzándole al hoyo.
El animal estuvo lento de reflejos, cayendo de bruces y tardando en reaccionar. Las llamas de caos que cubrían su cuerpo se avivaron al igual que su furia, lanzándose e intentando escalar por el muro de la piscina intentando alcanzarme.
Me regodeé situándome en el borde, olvidando aquellas miradas de compañeros seminmortales clavadas en mí. Levanté una mano, y cuando la criatura estaba a punto de dar un salto más, chasqueé los dedos. Mi caos se activó, y con una cadena de explosiones simultaneas, las ventanas del edificio entero reventaron y las esquirlas de cristal se detuvieron en pleno proceso destructivo.
Todos a una, los trozos de vidrio flotaron en el aire adquiriendo velocidad hasta llegar a mí, abriendo un hueco en su formación para no rozarme. Se encajaron como las piezas de un puzzle sobre la piscina, cubriéndola al completo y encerrando así al ente, que no cejó su empeño y continuó dando saltos, chocando su cabeza contra los cristales una y otra vez.
Murmullos se levantaron por entre los grupos de seminmortales que esperaban su oportunidad. Nicómedes los acalló con una simple palabra, aguardando a que finalizara el trabajo. Cuando volví mi vista hacia mi objetivo, me percaté de que la pantalla de cristal se estaba rayando. Me acordé entonces de mi cuchilla, que aún atravesaba la mandíbula del monstruo. Tenía que recuperarla.
No tenía que preocuparme. La cuchilla vino a mí, extrayéndose a sí misma y agujereando la cubierta de cristal hasta terminar en su funda, en el bolsillo de mis vaqueros.
La criatura continuó saltando, aullando de forma gutural y, con la mandíbula libre ahora, lanzando bolas de fuego al cristal. Sin preocuparme más por ello, me deslicé sobre la cubierta usando caos para que mis pies flotaran a apenas un palmo del suelo. Mi trabajo había terminado ya, y se lo hice saber a Nicómedes con una señal. El seminmortal ordenó a los refuerzos que se hicieran cargo, adentrándose todos al momento.
Salté por encima de la verja ajustándome la camiseta y emprendiendo el camino a casa. Una mano en el hombro me detuvo, obligándome a volverme hacia él: Nicómedes.
- Buen trabajo, Veran -me felicitó.
- Como de costumbre -le aparté la mano de encima con gesto de repulsión -. ¿Algo más, o puedo irme a descansar ahora?
- Sólo tengo una pregunta: ¿Siempre usas ese despliegue de poder hasta cuando te encargas de diablos menores? -proseguí mi camino, obviando totalmente las acciones del grupo de seminmortales que se sucedían dentro del recinto escolar. Los aullidos guturales habían cesaron de repente. Nicómedes me siguió hasta ponerse a mi altura. - Puede.
- Sabes que esa no es una buena táctica, y…
- ¿Desde cuando sigues siendo mi maestro? -le dediqué la mirada más fría de mi repertorio.
- ¿Aún sigues con eso? -se rió incómodo -. ¿No crees que ya es hora de olvidar el pasado, Veran? ¡Te has convertido en una de las mejores agente de la Orden! Te llueve el trabajo, y seguro que también los…
No quería escuchar más. Me estaba costando trabajo contener aquel calor que me invadía y pedía a gritos más acción, además del rencor que sentía por él. Antes de cometer una locura, le dejé con la palabra en la boca saltando al tejado de una de las casas de enfrente. Así me libraría de él…
Y así regresé a casa, donde nadie aguardaba mi regreso a excepción de un simple recuerdo que sobre la mesilla de noche descansaba, esperando que, como la mayor parte del tiempo que me encerraba, me quedase mirándole, añorando tiempos pasados que jamás podrían volver… | |
| | | Darkspinus
Nº Mensajes : 502 Gamers Points : 18020 Reputación : 10 Fecha de inscripción : 13/12/2008
| Tema: Re: Crónicas del Caos: 1ª temporada [Original] 17/05/10, 01:14 am | |
| Está bastante claro que Veran quería a un chico... ¿Quién era? A saber... Buen capi. Se note el rencor de Veran hacia Nicómedes.
Un saludo malvado.
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| | | Veran
Nº Mensajes : 112 Gamers Points : 16197 Reputación : 4 Fecha de inscripción : 02/04/2010
| Tema: Re: Crónicas del Caos: 1ª temporada [Original] 18/05/10, 11:22 am | |
| Capitulo 19 - Terror Reflejado I parte ---------------------------------- ¿Qué es un fantasma?
Supongo que a muchos se les vendrá la imagen a la cabeza de la clásica sábana con cadenas atadas a invisibles pies, o la traslúcida imagen de una persona con ropajes antiguos deambulando por oscuros edificios laberínticos de macabra atmósfera.
Pero una imagen no nos define nada. Personalmente, en mis tareas como exorcista, me he enfrentado a animales y objetos escupe-fuego, mutaciones y fuerzas invisibles que han provocado más de un susto en la comunidad mortal. El rasgo común de todos estos fantasmas, es el caos.
Esta maldita sustancia, que a muchos nos otorga poderes inimaginables por gente mundana y corriente como vosotros, está disuelta en el aire. Y en algunos sitios, más que otros. Por ello, cuando alguien muere en dichos emplazamientos, el caos puede llegar a contaminarles de tal forma, que se forme el fantasma en cuestión.
¿Cómo hacerles frente? El caos sólo puede ser eliminado con caos. Absolviéndolo, malgastándolo… múltiples son las maneras para dar fin a esa contaminación. Por ello, a cada miembro que pertenece al departamento de exorcismos, al terminar su iniciación, se le obsequia con un arma imbuida en caos de tal forma, que pueda absorber ese caos contaminante.
Así fue como conseguí mis cuchillas, y esa es su función, entre otras tantas que no están muy bien vistas… Pero eso es harina de otro costal…
El caso es que, después de tanta misión seguida, de tantos fantasmas escupe-fuego eliminados, el caos de mis cuchillas estaban empezando a agotarse… Y para muestras, estaba el espejo de mi armario.
En mi primer día libre después de tanto exorcismo, decidí celebrarlo comiendo fuera. Abrí el armario para coger lo primero con lo que se topasen mis ojos, y me quedé embobada mirando el espejo. Tras de mí, sobre la mesilla de noche, mis cuchillas echaban humo, literalmente. Me giré para comprobarlo, y a simple vista, estaban intactas. Sin embargo, al activar la visión de las auras, el hilo de humo que despedían era cada vez mayor.
Tuve que dar de lado mis planes y acudir a la oficina de la Orden a mi pesar para comentarle el problema a Heraclio.
Como de costumbre, recorrí el pasillo de la planta de los lores ignorando los grupos de seminmortales que esperaban su turno para hablar con los jefes. De hecho, me colé por delante de una pareja de chicas seminmortales con minifaldas que esperaban que Heraclio les dejase pasar a su despacho, entrando yo antes y sin llamar.
¡Lo que eran las casualidades! Heraclio estaba en ese momento reunido con Nicómedes, e interrumpieron su charla cuando escucharon el portazo que di al cerrar. Los dos me miraron como quien ve un fantasma.
- ¡Veran! ¿Qué haces aquí? -saludó atropelladamente el lord.
Sin mediar palabra, me acerqué y planté con un sonoro golpe mis cuchillas sobre el escritorio del lord. El cristal que lo cubría se agrietó un poco.
- ¡Veran! ¡Vas a romperlo! -teniendo más cuidado que yo, Heraclio apartó las cuchillas de ahí y comprobó el estado del cristal y de la espada que podía verse tras el mismo. Me crucé de brazos esperando a que recuperase la compostura -. ¿Se puede saber que pasa?
- Tus estúpidas misiones han estropeado mis armas -Nicómedes se rió por lo bajo, apoyando el codo en el brazo de su asiento -¿Y a ti que te pasa?
- Nada… ¿Tanto como pedías misiones de verdad y te quejas ahora por tenerlas?
- Si llamas misión de verdad a destrozar un simple pedrusco y encerrar a un maldito perro… -le lancé una mirada envenenada -Será porque no conoces otro tipo de misiones de verdad, ¿no, Nico?
- ¡Dejad las discusiones! -nos interrumpió Heraclio que mientras hablábamos, había estado examinando mis armas -Veran, el nivel de caos de tus cuchillas está muy por debajo de lo normal… ¿Se puede saber que has hecho con ellas?
- Cumplir mis misiones -mi mirada vagó por la habitación, deteniendose en cada espada que Heraclio tenía colgadas en la pared a la vista de todo el mundo.
- Aparte de eso… ¿No las habrás usado para otra cosa, verdad?
- ¡Claro que no! ¿Me tomas por éste? -señalé con la cabeza a Nicómedes con gesto despectivo.
- Y estas marcas… -Heraclio señaló con el dedo las cicatrices de batalla de las hojas, que parecían haber perdido todo su brillo, y lanzó un suspiro triste -. Como pronto, estarán listas para dentro de tres o cuatro días…
- ¡¿Tanto?!
- No te quejes, Veran. No solo te las voy a recargar de caos. ¡Las mimaré!
Tanto Nicómedes como yo nos quedamos perplejos ante su vocecita infantil repentina y el abrazo que le dio a las armas, frotando su mejilla contra las hojas sin herirse de milagro.
- ¿Y qué voy a hacer yo mientras?
- Sin arma no puedes cumplir misiones, Veran… -Heraclio se dirigió a Nicómedes -¿Me traes el trapo de aquel estante, por favor?
Nicómedes se dirigió hacía una estantería al fondo donde se acumulaban en curioso orden espadas y mandobles de diferentes tamaños y variopintas formas. Sacó de Dios sabe donde un pañuelo de seda con el que Heraclio envolvió mis cuchillas y las dejó reposando a un lado de la mesa.
- Regresa dentro de tres o cuatro días, y tus cuchillas estarán como nuevas. ¡Y mientras…! -Heraclio supo lo que iba a preguntar nada más verme abrir la boca - Te tomas un descanso, ¿no te parece?
- ¿Ahora que mandas misiones interesantes? -respondí contrariada.
- ¿No decías que eso no eran misiones de verdad? -intentó picarme Nico.
Obvié su provocación con un gruñido.
- Ya vale… -murmuró Heraclio con desgana -. Veran, no es una recomendación; es una orden. Te irás de “vacaciones”…
- ¡Oh, vaya! Por fin veo a un Heraclio con personalidad! ¿Dónde ha estado escondido todo este tiempo? -dije con sorna.
- ¡Se acabó! -de un movimiento brusco que no me esperaba, el lord se levantó arrastrando su sillón hasta tirarlo al suelo. Su nueva actitud me hizo retroceder un paso, observando cómo cogía un folleto de su cajón y me lo colocaba en la mano -. No salgas de este sitio hasta dentro de cuatro días. ¡Si me desobedeces, serás suspendida de empleo y sueldo durante dos meses!
Sobrevino el silencio, sólo roto por los frustrados intentos de Nicómedes para sofocar la risa. Más confundida de lo que en mi vida he estado, busqué algún atisbo de burla en los ojos del inmortal. Atisbo que no encontré. Estudié el folleto por encima, mas Heraclio no me dio tiempo a ello: me hizo girar sobre mi misma y a empujones, me guió hasta la salida:
- ¡Ya me has oído! ¡Te llamaré cuando tus armas estén listas! Hasta entonces, no quiero saber más de ti. ¡Largo!
Y me cerró la puerta en las narices de un portazo. Totalmente descolocada, estudié el folleto, echándole un vistazo a la portada. La fachada de un lujoso hotel estaba coronada por el título en letras grandes de colores que daba nombre al edificio: “Hotel Luz de Acanto”.
Con un hondo suspiro, salí de la central de la Orden de regreso a casa. Por el camino, me divertí removiendo las hojas del folleto hasta que, en mitad de la calle, un trozo de papel se precipitó al suelo. Lo recogí y leí en voz baja:
“Espero que no te haya molestado la forma en la que te traté; no quería que Nicómedes se enterase. Tu nueva misión se localiza en el hotel. Ya me he encargado de reservar tu habitación. Explórala a gusto, porque tu víctima ronda esa zona. ¡Suerte!”
¡Que bien! ¡Unas vacaciones-trabajo! Arrugué el papel en mi puño, cerrándolo con fuerza, ciega de rabia. Pero pronto se me pasó el enfado cuando recordé ciertas palabras de la nota.
“(…) no quería que Nicómedes se enterase.”
Me tome aquello como una señal. Nico era el primero que mediaba para que los lores me recomendasen misiones fáciles, sin riesgo. Si Heraclio no quería que él se enterase, sería seguramente, porque se trataba de una misión peligrosa. Misión que no iba a desperdiciar, y aunque estuviera sin armas, estaba tan segura de mí misma que me veía capaz de enfrentarme al mismo Belial sólo con mi caos. | |
| | | Darkspinus
Nº Mensajes : 502 Gamers Points : 18020 Reputación : 10 Fecha de inscripción : 13/12/2008
| Tema: Re: Crónicas del Caos: 1ª temporada [Original] 18/05/10, 03:16 pm | |
| Interesante. Una misión difícil, ¿eh?
A ver cómo se las arregla Veran. Y buena idea lo del caos en las armas.
Un saludo malvado.
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| | | Veran
Nº Mensajes : 112 Gamers Points : 16197 Reputación : 4 Fecha de inscripción : 02/04/2010
| Tema: Re: Crónicas del Caos: 1ª temporada [Original] 19/05/10, 01:49 pm | |
| Capitulo 20 - Terror Reflejado II parte --------------------------------
Apenas me detuve un par de minutos en casa. Sólo el tiempo suficiente para recoger el taco de folios del buzón, releerlos por encima mientras recogía mis cosas y me ponía en camino. El informe preliminar de la misión traía adjunto consigo mapas y toda la información necesaria sobre el hotel y alrededores.
Por suerte, o por desgracia, no sabría muy bien como decirlo, el hotel no estaba muy lejos. Lo habían construido hacía relativamente poco tiempo, y se erigía en pleno centro activo de la ciudad. Dicho centro era un gigantesco barrio remodelado que envolvía como un anillo el casco histórico, autentico centro urbano.
Era la zona con edificios más altos de toda la urbe. El hotel, cuya fachada adquiría la curiosa forma de una estrella que relucía bajo los rayos del sol que reflejaban los amplios ventanales, no tenía nada que envidiar a las extravagantes formas de los edificios de oficinas que lo rodeaban.
Salvé como pude el tráfico enloquecido en plena hora punta como buenamente pude para poder llegar a la puerta. Ésta se abrió en cuanto denotó mi presencia ante ella, deslizándose sigilosamente y permitiéndome ver el interior.
La entrada era tan lujosa como el exterior, aunque de aspecto algo más rústico. Largas vigas de madera caoba se levantaban dividiendo la entrada en varias zonas. Sillones, sillas y sofás se repartían por las mismas, muchos de ellos ocupados de gente de todo tipo y de toda procedencia: charlando entre ellos o simplemente descansando un rato. Al fondo, una fila de gente esperaban ser atendidos por el señor uniformado de verde que estaba tras un enorme mostrador del mismo material que las vigas. La atmósfera allí contrastaba totalmente con el exterior: el estrés de la hora punta daba paso a la tranquilidad y la calma, y a cierto olorcillo a incienso...
Me coloqué al final de la cola, con mi mochila al hombro, estudiando a fondo el lugar sin evidenciarme demasiado gracias a mis gafas de sol. El pálido color de las paredes que no sabría decir si estaban pintadas o forradas, ayudaba aún más a entrar en un estado de calma interior. Cuadros de formas abstractas y más colores pálidos la decoraban en armonioso orden, iluminado todo con la luz tenue de las lámparas de araña del techo.
- ¿Eres la última? -me preguntó en inglés un tipo que acababa de entrar, tocándome el hombro y desconcentrandome. - ¡Si! -respondí rápidamente en inglés, también, sin mirarle. - De acuerdo
Se colocó detrás mía, dejando caer pesadamente su maleta en el suelo. El golpe se suavizó gracias a la moqueta que imitaba el color de la madera.
El señor del mostrador despachaba a los clientes rápido, así que no tuve que esperar mucho tiempo en la cola. En el informe preliminar de la misión me habían facilitado los datos de una reserva que habían hecho por mí...
- Han reservado una habitación por mí. A nombre de “Heraclio Beltrán”... -el chico del mostrador ni preguntó porqué venía. Simplemente escuchó, y fue raudo a una habitación contigua, volviendo a l segundo siguiente con unas llaves en la mano que me dejó sobre el mostrador -Gracias... - Su habitación está subiendo las escaleras hasta la primera planta, y a la derecha. ¡Qué pase una buena estancia! No dude en llamar al servicio de habitaciones si necesita algo, señorita. ¡El siguiente, por favor!
Me aparté de la cola y busqué las escaleras. Al lado del mostrador, se abría un hueco en la pared. Entré por él y me las encontré de cara. Subí hasta el primer piso, como me habían señalado. Llegué al rellano que tenía un “1” enmarcado y continué por el pasillo que se abría a las escaleras y se bifurcaba a derecha e izquierda. Tomé el camino de la derecha y fui comparando los números de las habitaciones que pasaban ante mí con la placa que colgaba del llavero que acababan de darme.
Terminé en la última habitación del pasillo. Introduje la llave en la cerradura y entré.
Me topé con otro corredor, entero de madera y con dos puertas a los lados y una más enfrente. La puerta de la derecha era un armario con caja fuerte, y la de la izquierda, un baño pequeño. La que quedaba daba al dormitorio, tremendamente amplio. De nuevo, la madera era el material por excelencia, concretamente la elegante caoba. A los lados se repartían los muebles, dividiendo la habitación en dos partes: un sofá frente a una televisión de pantalla plana de bastantes pulgadas sobre un mueble bar a la izquierda; y la cama de matrimonio y mesillas de noche sobre las que un par de cuencos emitían el aroma a incienso que reinaba en la habitación, a la derecha. Frente a la puerta por la que acababa de pasar, una enorme puerta corrediza de cristal flanqueaba el paso a un balcón que daba a la parte trasera del hotel.
Me asomé para contemplar la vista. Un jardín inmenso, propiedad del hotel, rodeaba el edificio, chocando casi con una zona verde de la propia ciudad. Un grupo de niños acompañados de sus madres pasaban en aquel momento por allí, formando una alegre algarabía que me obligó a regresar a mi habitación y cerrar el ventanal asqueada.
Ya había llegado. ¿Por dónde empezar la misión?
¡Por acomodarme, por supuesto! Tenía cuatro días para terminarla. ¡Tiempo de sobra! Y aquella oportunidad no podía dejarla escapar...
Solté la mochila sobre la cama. Se hundió un poco por el peso, lo cual me hizo sospechar. Me senté en el borde, comprobándola. ¡Era un colchón de plumas! Me eché de golpe, viendo un par de plumones escaparse de la almohada y flotar alrededor de mi cabeza hasta posarse sobre el colchón.
¡Qué comodidad! ¡Qué bien iba a dormir aquella noche!
Me levanté como impulsada como un resorte, salté por encima del sofá y me senté. Justo a mi lado, tenía el mando de la tele. La encendí dándole a un botón cualquiera, quedándome ensimismada ante el canal extranjero con el que sintonicé, y donde emitían en ese momento una película de acción. “Zapeé” un poco, comprobando que sintonizaba con prácticamente todos los canales habidos y por haber.
Tenía que estropear mis cuchillas más a menudo. Con misiones así, ¡¿quién necesita vacaciones?!
* * * Me dediqué las horas siguientes a sacarle provecho a la habitación. En el mueble bar había bebidas de todo tipo, y como la Orden se encargaba de cubrir todos los gastos, di buena cuenta de las bebidas con gas que encontré. Me pasé el día entero tirada en la cama viendo la televisión hasta que me quedé dormida...
Y unos golpes en la puerta me despertaron. Miré mi reloj: las tres de la madrugada. Si era el servicio de habitaciones, dejaba mucho que desear...
Me levanté a regañadientes, notando una molesta punzada de dolor en la cabeza. Había bebido demasiado... Y los golpes, cada vez más insistentes, no dejaban mi cabeza en paz. Casi como un zombi, llegué a la puerta y la abrí de repente.
En el pasillo no había nadie. Me rasqué la cabeza y, descalza, arrastré los pies hasta el baño. Encendí la luz, que me cegó por un momento. Allí tampoco había nadie.
Tras una breve pausa, los golpes resurgieron. Y pude localizarlos: el armario. ¡¿Es que se había colado alguien en mi habitación y se había escondido allí?! Preparándome para hacer frente a cualquier borrachuzo que se hubiera colado allí, cogí el pomo de la puerta del armario, respiré hondo, y la abrí de par en par.
El armario estaba totalmente vacío. Y los golpes cesaron. ¿Sería de la habitación de al lado? Con un suspiro profundo, me dispuse a cerrar la puerta. Entonces, me percaté de algo.
En mi estado, me llevé un susto de muerte. Una chica de pelo negro, largo y totalmente desmelenado, con los ojos medio cerrados y enrojecidos y vestida con unos simples vaqueros y una camisa negra ajustada, me miraba fijamente y con aspecto confundido. ¡¿Cómo se había colado esa allí?!
Tras un rato mirándola, me di cuenta de que era mi reflejo. Había un espejo de cuerpo entero en la parte de atrás de la puerta del armario. No sé porqué no me di cuenta antes. Quizás la emoción del momento...
La chica del espejo se tambaleó un poco. A mi la vista se me nubló, y un pequeño mareó empezó a anidar en mí. Había bebido demasiado... Sin ser muy consciente de lo que hacía, active mi visión de auras, y aquello fue lo último que vi antes de desmayarme: una imponente aura roja envolviendo el espejo... | |
| | | Darkspinus
Nº Mensajes : 502 Gamers Points : 18020 Reputación : 10 Fecha de inscripción : 13/12/2008
| Tema: Re: Crónicas del Caos: 1ª temporada [Original] 22/05/10, 09:27 pm | |
| Excelente final. Buen capi.
Un saludo malvado. Y sigue con ello.
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| | | Veran
Nº Mensajes : 112 Gamers Points : 16197 Reputación : 4 Fecha de inscripción : 02/04/2010
| Tema: Re: Crónicas del Caos: 1ª temporada [Original] 23/05/10, 05:30 pm | |
| Capitulo 21 - Terror Reflejado III parte ......................................
Entre gritos y golpes, la mujer retrocedía mientras el hombre recuperaba el terreno perdido. De un fuerte empujón, terminó acorralando a la mujer contra la esquina de la revuelta habitación, y de un golpe más, tiró al suelo el amoratado cuerpo femenino que allí quedó tendido, hecho un guiñapo y sin atreverse a hacer un solo movimiento.
Tras la paliza, todo estaba manga por hombro, pese a ser una simple habitación de hotel. Habían dado la vuelta al sofá; la televisión estaba tirada en el suelo sobre un charco de cristales y pequeñas chispas azules que saltaban entre la maraña de cables; la cama desecha y con una pata rota...
En medio de todo aquel desastre, el hombre de aspecto torvo y envergadura de oso se giró lentamente hacia la adolescente en pijama que lo miraba de hito en hito, en la puerta de la habitación, incapaz de mover un músculo. Tras escudriñarla en silencio, dió una última patada al cuerpo de la mujer antes de dirijirse hacia la chica:
- Nos vamos.
- ¡Yo no voy contigo a ninguna parte! -objetó casi sin voz, repitiendo la frase después convertida en un histérico grito -¡¡No me voy contigo a ninguna parte!!
- ¡Tu te vienes conmigo, niña! ¡Te llevaré al lugar donde mereces estar! ¡Monstruo!
El hombre oso se acercaba sin prisas en actitud amenazadora. La chica por fin reaccionó y salió corriendo al pasillo de acceso a la habitación. Cerró la puerta tras ella usando la llave que tenía en el bolsillo del pijama y buscó desesperadamente alguna salida. No podía huir del cuarto; el hombre había conseguido una copia de las llaves de la habitación donde se alojaban su madre y ella, se había colado mientras dormían y había dado rienda suelta a su violencia, asegurándose de cerrar la puerta y romper la llave dentro de la cerradura para que no pudieran escapar. Así que no había forma humana de salir de allí. Quizás podría esconderse hasta que llegase alguien intrigado por el escándalo... ¿Pero dónde?
Al mirar a su alrededor, sólo se le ocurrió una solución: el armario. Se metió dentro en el último momento antes de que, de un fuerte placaje, el hombre destrozara la puerta que ella había cerrado anteriormente. Se encontró con el pasillo desierto.
- ¡No te escondas! ¡Va a ser mejor para ti que salgas enseguida! -dio un sonoro puñetazo en la pared que dejó un boquete y una nubecilla de polvo.
La chica se encogió en su escondite, quedando totalmente oculta entre la ropa que había colgada y apestaba a sudor y prisas. El corazón le latía tan fuerte como si estuviera teniendo un infarto allí mismo, pero estaba acostumbrada. A lo que no estaba tan acostumbrada era a convertirse en la próxima víctima...
La puerta del armario se abrió de repente, entrando la luz cegadora del pasillo y dejándola sin respiración. Podía ver perfectamente la mirada del hombre clavarse en el mogollón de prendas colgadas durante una eternidad. Esbozó una macabra sonrisa enseñando los colmillos amarillos y desiguales antes de volver a cerrar el mueble y dirigirse al aseo:
- ¡Esta bien! No te llevaré allí si no quieres... ¡Te sacrificaré aquí mismo! -se carcajeó de forma casi gutural.
Con dedos temblorosos, de nuevo sumida en la oscuridad, la chica entreabrió un poco la peurta del armario para poder seguir los movimientos de ese loco. Entraba y salía insistentemente del baño como una fiera esperando un movimiento en falso de su presa. Después de cinco o seis intentos, cejó en su empeño y regresó al dormitorio. Cuando volvió a salir, llevaba encima la gabardina con la que llegó y ya se dirigía a la salida. La chica suspiró algo aliviada, pero aún con el corazón en un puño.
El hombre pasó por delante del armario y se perdió de vista. La chica escuchó como removía el picaporte, y apoyó la frente contra el cristal del armario cuando escuchó el característico crujido de la madera de la puerta al abrirse. ¿La pesadilla había terminado?
No, faltaba el golpe final.
La cara del hombre se asomó de nuevo al interior del armario abriéndolo de sopetón. A la chica no le dio tiempo a escabullirse, y sus ojos se encontraron frente a frente con los del tipo. Se le desfiguró la cara en esa sonrisa totalmente contraria a la alegría, mientras que a la chica se le cayó el alma a los pies.
- Padre... -farfulló -. No era consciente... No sabía que podía hacer esas cosas... Empezó hace poco... De verdad... -los ojos se le inundaron en lágrimas.
- No te preocupes. ¡Pronto dejarás de hacerlo!
Del interior del gabán, el hombre sacó una navaja. La alzó sobre su cabeza sujetando a la chica por el cuello con la otra mano, casi asfixiandola con el mismo agarre. Con sus últimas fuerzas, la joven pataleó contra él, errando el blanco y rompiendo el espejo marcándolo con una profunda brecha. La hoja de acero brilló con la luz artificial del pasillo antes de hundirse en el pecho de la joven...
* * *
Retomé la consciencia cuando la noche aún seguía viva en la ciudad. Al asomarme al balcón tuve tiempo de ver a varios grupos de jóvenes y parejas que cruzaban el jardín en dirección a la vía principal. El centro de negocios se convertía a aquellas horas en el centro de diversión más famoso de la zona, con varias discotecas, pubs y bares donde el alcohol, la música estridente y el desmadre eran los reyes de la noche. La mayoría se marchaban, otros simplemente se movían, y unos pocos llegaban. Suspiré, cerrando el balcón para ahogar todo aquel estruendo que se mezclaban con risotadas y gritos.
Eché también las cortinas, cuya suave textura me dejó ensimismada sin soltarlas durante un rato. La única luz que entraba entonces en la habitación, era la de la luna en fase de cuarto creciente y los sonidos llegaban a mí mucho más ahogados que antes, lo cual ayudaba a que el misterioso dolor de cabeza con el que me había levantado se disipara.
No recordaba con exactitud cuando me había quedado dormida y los recuerdos de la pesadilla que había tenido se habían desvanecido. Sólo sé que tuvo que ser una pesadilla porque cuando em desperté, me encontré ante el armario del pasillo de la habitación y no soy de las que se duermen en cualquier sitio.
Me dirigí al mueble bar para tomar algo que contribuyera a aclararme las ideas, pero tuve que detenerme en seco cuando estaba a unos centímetros escasos. Sin perder la calma, bajé la vista hasta toparme con mis propios pies. En el suelo, una mancha oscura se iba agrandando lentamente, esparciéndose y formando pequeños ríos entre varios trozos de cristales rotos. El televisor se había caído al suelo en algún momento de la madrugada, y yacía sin más señales de vida que los chispazos que de vez en cuando asomaban por entre las piezas abolladas del aparato.
El dolor tardó, pero llegó. Un pequeño escozor que se fue expandiendo por la planta de mis pies. Aguante aquella nimiedad sin dificultad y fui a buscar unas zapatillas cómodas para poder ir al baño sin correr el riesgo de clavarme algún otro cristal.
Cuando me giré, la habitación entera había cambiado. Cuando desperté, estaba todo tal y como recordaba: ordenado y en su sitio. Ahora, estaba todo manga por hombro. La cama, totalmente desecha y con las sabanas y mantas desperdigadas por el suelo. Las mesillas de noche también estaban tiradas en el suelo, tumbadas igual que el sofá. Y eso antes no estaba así.
Reaccioné ante aquel desastre activando la visión de auras. Un cegador brillo rojo envolvía a la habitación entera, cada objeto y cada rincón. Por allí no había pasado un vendaval normal, no. Sino una tempestad endemoniada.
Un sonoro golpe me llamó la atención, procedente del corredor. La puerta estaba cerrada, y la luz que penetraba por el balcón no llegaba a ese punto del cuarto. Así que me conformé con escudriñar en la penumbra como la puerta se entreabría un poco primero para ser arrancada de sus goznes instantes después, dejando entrever una silueta humana que, más bien, correspondería a un gigante.
Vislumbré su aura al tener la visión aún activa. Era un tono marrón muy fuerte y opaco.
- ¡Identifíquese! -ordené con voz firme olvidándome del dolor que me martilleaba los pies. -¡Esta es una habitación privada y no puede pasar!
El individuo dio un sólo paso que le acercó al haz de luz del ventanal. Le reconocí enseguida: el tipo inglés que me había hablado en la recepción al llegar, y se había colocado tras de mí en la fila. En el anterior encuentro no me había fijado en él, pero tenerlo en mi habitación a las tantas de la madrugada si me hizo fijarme un poco más: rasgos toscos y envergadura de oso acompañado por unos ojos de un azul que casi se convertía en gris con el reflejo de la mortecina luz. Boca que se arqueaba hasta formar una media sonrisa de la que sobresalían unos afilados e irregulares colmillos de color amarillo. Vestía un elegante traje negro con camisa blanca que no le pegaban para nada.
- Tú... -con un fogonazo, recordé haber visto esa figura misma antes. Concretamente en la pesadilla que me costaba recordar con exactitud. Recordé haberle visto de espaldas, en el rincón de mi dormitorio, con una figura femenina a sus pies, totalmente magullada e inmóvil después de que él la hubiera molido a palos. Al recordar esto, giré la cabeza instintivamente hacia ese rincón concreto del dormitorio, encontrándome con otro elemento más que antes no estaba allí. Esa misma figura de mujer, encogida, rodeada de una fuerte aura verde.
Aquel leve despiste fue lo que le dio ventaja a mi enemigo: el inglés del aura marrón. Como si de un toro se tratase, se lanzó hacia mí cargando con todo su peso y sin darme tiempo suficiente para reaccionar. Cuando quise darme cuenta, el placaje me había mandado volando por toda la habitación hasta el balcón, rompiendo la puerta de cristal y cayendo de forma abrupta en el suelo rodeada de una lluvia de cristales.
El dolor se expandió por todo mi cuerpo a gran velocidad, mas hice el esfuerzo y me incorporé con la risa estruendosa y desquiciada del hombre-toro. Bajo los jirones de mi camisa, las heridas manaban la suficiente sangre para debilitarme un poco. Si no contaba con mis cuchilla, tenía que contar con mi caos, y en ese momento se me escapaba a borbotones junto al plasma rojo. El panorama no era nada pintoresco. La atención del hombre-toro se centraba ahora en el espíritu de la mujer que yacía en el suelo. De nuevo, el sueño que tuve acudió a mi mente, mostrándome otro detalle más: la chica de la puerta. Hacía allí dirigí la mirada y contemplé la nueva aparición: una muchacha envuelta en una fuerte aura roja que miraba desafiante al hombre-toro.
Hay había algo que no concordaba. Ya había llegado a la conclusión de que estaba en mitad de una escena que se había cobrado dos vidas: la de la chica y la de aquella mujer de aura verde. Todo aquel ser con aura verde era un alma en pena; pero la roja... Demostraba contaminación. Caos contaminado que había contaminado a toda la habitación y había arrastrado con ella al alma en pena y aquel hombre de aura y cuerpo anodinos. Los tres estaban repitiendo la escena que soñé, así que deduje que mi pesadilla había sucedido en algún momento del pasado y que ahora tenía ante mis narices a los mismos protagonistas repitiéndola como si de una obra de teatro se tratara. No recordaba el final del sueño, pero si lo que se suponía que vendría a continuación: la chica saldría corriendo y se escondería en el armario mientras el hombre-toro la buscaba...
Sin embargo no ocurrió así. La joven se mantuvo inmóvil. La luz entraba ahora a raudales en el cuarto y las cortinas se mecían por la suave brisa que transcurría, por lo que pude observarla bajo aquel velo fantasmal con atención: sus facciones, delicadas y a la par con un leve deje tosco, me recordaron por un momento a las del hombre-toro. Su larga melena negra caía lacia y le llegaba hasta la cintura y miraba desafiante al hombre que seguía entretenido con el cuerpo de la mujer-fantasma.
Y tal y como todo comenzó, se detuvo. Alguien pausó la escena. Las cortinas se detuvieron en seco en pleno vuelo, incluida la brisa. Eché un vistazo al parque que tenía más abajo, por donde la gente seguía paseando ajenos totalmente a lo que sucedía en aquella planta del hotel. La única que se movía aparte de mí, era la chica del aura roja.
- ¿Estás con él, o conmigo? -su voz, de tintineo suave, guardaba cierto tono irrespetuoso producto de la ira.
- No es mi trabajo estar con vosotros. He venido a enviaros al sitio al que pertenecéis cada uno...
- ¡¡Él nos mató y continúa con vida!! -con un destello, el fantasma de la chica desapareció y reapareció a mi lado, dándome un fuerte empujón que me llevó de nuevo a los cristales, produciéndome más heridas. Se me escapó un siseo de dolor -. ¡Debe morir también! ¡Y tú por apoyarle!
La corté en mitad de la frase, y nunca mejor dicho. Sujetándome el brazo derecho, que era el que más mal parado había acabado, había usado mis habilidades para que una esquirla de cristal volara por los aires y se clavase en su frente. La chica se calló al instante, pero aquello no iba a terminar con ella. Estaba imbuida de caos contaminado, no iba a vencerla tan fácilmente.
- Si no pongo fin a esto nos matará por ser como tú -susurró -. Otra vez...
Y volvió a reaparecer en la puerta del corredor, abriéndola y escapando por él. La acción se reanudó, y el hombre-toro comenzó a moverse a buen paso hacia el pasillo, en busca de la joven. Sus últimas palabras me había puesto sobre aviso: “por ser como tú”. Me levanté de un salto y, sin dudarlo más, me puse manos a la obra. Corrí hasta el pasillo justo a tiempo de ver al hombre-toro abriendo el armario y sacando a la muchacha de un tirón. El espejo quedó al descubierto, reflejando la escena: el hombre sacando la navaja, un leve murmulló entre lágrimas del fantasma de la joven. El tipo enarboló el arma y no le di tiempo a más. Cargué contra él, igual que él cargó antes contra mí. No tuve el mismo efecto, pero conseguí que se apartara de la muchacha. El problema, es que la que se llevó la puñalada fuí yo. Y en plena espalda. Las pocas fuerzas con las que contaba al principio de la trifulca terminaron de esfumarse a través de esa última herida. El dolor se alejó de mí convirtiéndose en una sensación efímera, que pronto terminaría. Caí de rodillas al suelo, sintiendo que el dolor regresaba con toda su intensidad a ratos y se iba por completo después. El hombre-toro me miraba, con gesto grave, como si se hubiera dado cuenta de lo que acababa de hacer...
Del error que acababa de cometer...
Superando el dolor, superando a las heridas, el caos de mi cuerpo redobló su presencia y velocidad. Lo percibí. Era como percibir un pulmón cuando respira; la garganta cuando tragas; el estomago cuando se mueve; la sangre misma cuando transcurre por las venas. Percibí a su vez como el riego de sangre se redoblaba, sobreponiéndose a las heridas. Sé que en ese momento, aunque yo misma no podía verlo, el iris de mis ojos reflejó la misma tonalidad burdeos de esa sangre.
Me levanté. Y conmigo, todos los cristales de la habitación y todos los mueles se levantaron al unísono y tan pausadamente como yo. El hombre-toro no me quitaba la vista de encima, esbozando alternativamente la sonrisa demente y una mueca de horror, sin decidir con cual quedarse. Aquella situación, el ver como habían matado a dos personas por el simple hecho de ser diferentes al resto, había movido algo más en mí que meros recuerdos. Sucesos que ya había vivido.
- Una vez, yo deseé estar muerta por ser lo que era y no lo conseguí. Si yo no lo obtuve, ellas tampoco lo obtendrán. -no reconocí mi propia voz; más hueca, envenenada de odio y amargura.
El hombre-toro quiso decir algo, pero las palabras se atropellaron en su boca sin poder sobresalir ninguna. Todos a una, obedeciendo una silenciosa orden, todo aquel ser inerte que flotaba por la habitación a causa de mi poder, se acercaron en avalancha, sepultando al hombre-toro cuyo traje pronto se vio desgarrado y cuyo cuerpo pronto se llenó de heridas y contusiones.
Él no fue la única víctima. La chica de aura roja, la autentica culpable que sin saberlo había atado aquellas almas a aquel lugar, también se encontró sumergida en aquel mar de destrucción que se la llevó por delante. Su cuerpo se esfumó por completo, y con ella, toda aura rojiza que hubiera anteriormente por el cuarto.
Con una fuerte punzada más de dolor, el vendaval se detuvo, y todo cayó al suelo quedando inmóvil. Yo misma no fui menos. Perdí el empujón de caos y las heridas y cortes de la batalla volvieron para atormentarme. En el suelo, incapaz de moverme, observé antes de perder el conocimiento a la mujer de aura verde, que se agachó junto a mi obviando al desmayado hombre-toro:
- Gracias por salvarnos... por fin. El ciclo está roto -susurró en mi oído antes de desvanecerse y otorgarme la sensación de paz que me llevó al dulce sueño. | |
| | | Darkspinus
Nº Mensajes : 502 Gamers Points : 18020 Reputación : 10 Fecha de inscripción : 13/12/2008
| Tema: Re: Crónicas del Caos: 1ª temporada [Original] 24/05/10, 03:57 am | |
| Excelent! Buen capi. Final feliz para los fantasmas.
Un saludo malvado.
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| | | Veran
Nº Mensajes : 112 Gamers Points : 16197 Reputación : 4 Fecha de inscripción : 02/04/2010
| Tema: Re: Crónicas del Caos: 1ª temporada [Original] 24/05/10, 11:28 am | |
| Capítulo 22 - Información I parte .................................................
La información es un bien necesario y de consumo. Por ello, estudiantes, empresas e incluso paises viven en constante batalla para conseguir información de sus vecinos, ya sea contada por ellos mismos o conseguida mediante métodos poco ortodoxos.
Bajo el manto de la ignorancia de los mortales, en el continente europeo conviven dos organizaciones de seminmortales secretas: la Orden de Corver y Iehova. Una fuerte competencia por hacerse con la hegemonía del continente anida entre ambas. Hasta el momento, el rango de acción de cada una es equivalente al de la otra, dando lugar a un reparto “justo” desde los inicios. No obstante, el deseo de tener un territorio propio donde actuar es la primera motivación de esta guerra pasiva, en la que conocer todos los detalles del enemigo es crucial a la hora de actuar.
Pese a que ninguna lo reconoce, las dos organizaciones europeas cuentan con sendos equipos de espionaje: seminmortales cuyos dones únicos sirven exclusivamente para sonsacar información del enemigo y descubrir todos los tejemanejes posibles ocultos. Ningún movimiento de la organización contraria se realiza sin que la otra lo sepa.
Sin embargo, desde hace unos meses, ciertas actividades de la organización de Corver no han podido ser registradas por Iehova. Y eso les pone de los nervios, por lo que hay que solventar el problema lo antes posible.
Por eso me han llamado a mí. Por eso estoy aquí.
Me deshice de los nervios de principiante moviendo un poco los hombros antes de tocar al portero de una de una casa cualquiera. Hacía tiempo que no me mandaban ninguna misión, y la falta de practica no podía afectarme. Necesitaba estar tranquilo, relajado y con la mente despierta. Sólo así funcionaba mi don único.
Nadie respondía a mi llamada. Toqué el portero d nuevo, esperé un rato más, y cuando ya me disponía a probar suerte con otro, un timbre me advirtió de que me habían abierto la puerta.
Entré al portal, una amplia entrada decorada con mármoles formando algunos mosaicos iluminados por el sol que lucía fuera, y entré en el ascensor. Subí a la última planta y me planté frente a la única puerta que había frente a la máquina.
Usé primero el timbre, y ante la falta de respuesta, llamé con los nudillos. La puerta se abrió un resquicio, permitiéndome ver un poco el interior, sumido en la más completa oscuridad.
- ¿Buenas? -abrí la puerta lo suficiente para entrar, y la luz del pasillo se filtró en el interior, iluminando el desorden reinante. No obtuve respuesta.
Sorteando algunos obstáculos en la entrada -todo tipo de objetos tirados por el suelo, desde ropa, hasta comida incluso -seguí el pasillo que se extendía en dirección oeste hasta girar en una esquina. A los lados del corredor se divisaban una serie de puertas, cerradas a cal y canto como pude comprobar. Cuanto más se adentraba uno en el pasillo, menos luz había y más difícil era adivinar el camino. Cuando giré la esquina, la penumbra era total, obligándome a guiarme estirando las manos hacia delante y teniendo cuidado con los objetos, ya irreconocibles, diseminados por el suelo.
Al final del nuevo pasillo podía ver una rendija de luz azulada que escapaba por los goznes de la última puerta. Allí me acerqué, con el máximo sigilo, y me asomé por el resquicio.
Bajo el montón de ropa, papeles y basura tiradas por ahí, se adivinaba la silueta de una cama. El único ser viviente de la casa estaba allí, sentado frente a la puerta dándome la espalda, pegado a un ordenador. El chico no parecía ser muy alto, bastante grueso, eso sí; vestía con un pijama y se le escuchaba teclear desenfrenadamente.
El chaval estaba tan absorto en el juego, que ni se había dado cuenta de que me había colado en su casa. Sin hacer ruido me colé en la habitación, entornando la puerta a mis espaldas. Atravesé el cuarto en silencio hasta colocarme tras él, conté hasta tres cogiendo el respaldo de la silla giratoria con una mano, y cuando terminé de contar, giré la silla con un movimiento seco.
El movimiento pilló al chaval por sorpresa, descolocándole las gafas, que quedaron ladeadas sobre su nariz. Nuestros ojos quedaron a la misma altura, y la expresión de su cara regordeta pasó, de la sorpresa y el sobresalto, a la tranquilidad en cuestión de décimas de segundo. Concentré mi caos:
- Buenos días -dije con voz melodiosa y tranquila, pronunciando bien cada palabra -. ¿Te encuentras tranquilo hoy?
- Si -musitó sin ningún tipo de sentimiento en la voz -. Me siento tranquilo...
- Así me gusta -proseguí sin variar mi tono de voz ni la intensidad de mi mirada -. Vas a hacerme un favor, ¿verdad?
- Sí, voy a hacerte un favor -cuanto más tiempo pasaban clavados en los míos, sus ojos iban perdiendo brillo.
Acuné su voluntad un poco más hasta que quedó totalmente esclavizada. El chico adoptó una posición firme en la silla, con la mirada perdida y la boca entreabierta, por la que empezó a manar un pequeño reguero de babas.
- Bien -había visto a tanta gente adquirir ese aspecto, que ya no me importaba -. Entonces, vas a hacer lo siguiente...
Le dicté las instrucciones con voz clara, ordenándole que las llevara a cabo en cuanto me fuera. Mi nueva marioneta asintió, y en cuanto alcancé la entrada de su vivienda, escuché un golpe sordo que provenía de su habitación. Salí de allí lo más rápido que pude, aprovechando una de las ventanas del piso. Escalé hasta el techo del bloque, saqué mi móvil y marqué el número de emergencias.
Ya que aquel chico había muerto para hacerme el favor, debía agradecérselo de alguna manera. Una ambulancia mortal ya venía de camino, y se encontrarían el cadáver del joven. Un suicidio. Nadie sospecharía nada.
Horas más tarde, su alma regresaría para seguir mis instrucciones. Y el verdadero plan se pondría en marcha... | |
| | | caradryan21
Nº Mensajes : 831 Gamers Points : 18132 Reputación : 92 Fecha de inscripción : 14/09/2009
| Tema: Re: Crónicas del Caos: 1ª temporada [Original] 24/05/10, 04:05 pm | |
| y yo creia qe Veran era cafre (me refiero a la de la historia no pienses mal XD) ese chico me a dejao boqueabierto. capaz de acer qe un chico inocente se mate para qe su alma qede a disposicion de ese chico es una verdadera barbarie. espero qe en tu historia Veran le de una buena tunda. | |
| | | Veran
Nº Mensajes : 112 Gamers Points : 16197 Reputación : 4 Fecha de inscripción : 02/04/2010
| Tema: Re: Crónicas del Caos: 1ª temporada [Original] 25/05/10, 03:33 pm | |
| Capítulo 23 - Información II parte ...........................................
El informe de la misión llegó como de costumbre: el cartero lo depositó como un paquete más en el buzón y lo recogí enseguida. Me pasé el día entero leyendo y releyendo el informe. El exorcismo más común entre los comunes.
Un chico se había suicidado mientras jugaba a un juego “online”. Dos días después, su espíritu se aparece en el bloque de pisos donde vivía y se dedica a atormentar a los vecinos con ruidos, juegos de luces y movimiento de objetos mediante fuerzas invisibles. Un vulgar poltergueist.
Y, como de costumbre, me mandan a mí a exterminarlo. Pues no. Aquella vez sería distinto. Ya no sólo porque no tenía ganas de cumplirla, sino porque después de mi última misión había cogido un buen resfriado...
Las enfermedades no nos perdonan ni a nosotros, los seminmortales. Si en un momento dado el nivel de caos de nuestros cuerpos baja considerablemente, estamos tan expuestos a los catarros como cualquier mortal más. La pega es que suelen ser resfriados mucho más fuertes que los normales. Y mi tipo de caos no ayudaba precisamente a tener una recuperación rápida.
Así que había pasado el día tumbada en el sillón, rodeada por un foso de pañuelos usados y con la nariz totalmente entaponada. Podría soportarlo; siempre y cuando Nicómedes no se presente en mi casa para “cuidarme”.
Me había dado a mi misma un tiempo para decidirme si cumplir o no la misión. Si pasadas las nueve mi cuerpo aún se resentía por los escalofríos y los mocos, llamaría a Nico para dar parte. ¡Que le encarguen la misión a otro!
Y llegaron las nueve. Pasaron a las nueve y media. Y mi resfriado no mostraba signos de mejora, por lo que llamé a Nicómedes sobre las diez menos cuarto.
- ¿Diga?
- Como si no supieras quién te llama... ¿Es que no has visto mi número en la pantalla de tu móvil? -sorbí por la nariz con fuerza.
- No te pongas así, Veran. Me había quedado dormido. Parece que últimamente me encargan hacer las misiones de todo el departamento a mi sólo -escuché suspirar a Nico desde el otro lado de la línea.
- ¿Estás libre entonces esta noche?
- ¡Vaya! ¿Una cita? -su tono cambió por completo.
- Si, con la muerte. Supongo que te habrás dado cuenta por mi voz que no estoy en mis mejores condiciones... -dejé caer.
- ¿En serio? Yo te la noto tan desagradable como siempre -se burló -. Vale, vale. Me imagino que estarás ahora mismo explotando algo imaginando que soy yo por esa bromita -se equivocaba, estuve a punto, pero olvidé la idea rápidamente y el vaso de agua que tenía en la mesilla de cristal del salón permaneció a salvo.
- Cogería frío -me encogí de hombros aunque no pudiera verme -. El caso es que me han mandado llevar a cabo un exorcismo, pero es que en mis condiciones...
- ¿Seguro que es por el resfriado y no porque no tienes ganas?
- ¿Crees que tengo ganas de que tu te lleves el mérito que yo merezco? Me estoy tragando mi orgullo para pedirte un favor. No me lo pongas más difícil, ¿quieres?
- Esta bien, no te enfades, mujer. Te vas a poner la voz si sigues alzando la voz así. Me haré cargo por ti, ¿de acuerdo?
- ¿Te he conmovido? -miré al techo, tumbándome de nuevo en el sofá y esbozando una media sonrisa burlona.
- Sigues siendo mi aprendiza; es mi deber encargarme de ti -ya empezábamos -. ¿Puedes hacerme llegar le informe de alguna manera?
- Creo que tengo el fax por ahí...
- Perfecto. Enviámelo ahora mismo a mi casa. Me pasaré un rato por allí y me pondré manos a la obra. ¿Te parece bien?
Asentí levantándome de nuevo y buscando, teléfono en mano, la vieja chatarra que la Orden había encargado expresamente para ponerlo en mi casa. Todos los agente teníamos uno. Nicómedes continuó hablando, contándome sus planes quizás a sabiendas de que pasaba de él. Encontré por fin el fax, tapado por una sábana en la habitación destinada a ser una salita. Todos los muebles de la habitación estaban cubiertos y sin usar.
- Nico, te mando el informe ahora, ¿vale? Procura hacerlo bien, no quiero que falles en mi misión -mientras Nico empezaba a quejarse por llamarle así, colgué y dejé el teléfono junto al fax.
Toqueteé un poco los botones de la máquina hasta que se encendió una lucecita verde. Acudí al salón para coger el informe completo y lo envié al número que Nico me había dado mientras hablábamos por teléfono. Le dí un toque al móvil una vez terminó de mandarse y me fui a la cocina a prepararme algo caliente.
Ya podía descansar sin preocuparme y recuperarme pronto. A la media hora, Nicómedes me mando un mensaje avisándome de que ya había encontrado el informe. Así que me quité el tema de la cabeza y me pasé el resto de la noche jugando a la consola notando a mi caos recorriendo mi cuerpo al doble de velocidad para aliviar cuanto antes aquel maldito catarro... | |
| | | Darkspinus
Nº Mensajes : 502 Gamers Points : 18020 Reputación : 10 Fecha de inscripción : 13/12/2008
| Tema: Re: Crónicas del Caos: 1ª temporada [Original] 26/05/10, 04:02 am | |
| Corto, pero bueno. Ya sabes, lo haces creíble. La explicación sobre el porqué pueden los seminmortales pillar catarro es buena.
Un saludo malvado.
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| | | Veran
Nº Mensajes : 112 Gamers Points : 16197 Reputación : 4 Fecha de inscripción : 02/04/2010
| Tema: Re: Crónicas del Caos: 1ª temporada [Original] 26/05/10, 11:32 am | |
| Capítulo 24 - Información III parte .............................................
El agente de la Orden se hizo esperar, pero después de dos días se dignó a hacer acto de presencia, amparado por la oscuridad nocturna.
Mantuve la guardia durante todo ese tiempo, vigilando el piso que elegí como medio para mi fin. Había elegido al individuo perfecto: un aislado e incomprendido resabiado con su alrededor da más guerra a su muerte que cualquier otra persona. Su espíritu regresó, y en un momento montó un buen cisco: tiraba al suelo todo lo que podía; golpeaba paredes y suelo, arrastraba muebles e incluso se colaba en las casas de sus vecinos. Había creado un poltergueist bastante guerrero...
...pero que se volvió un cobarde cuando vio al agente de la Orden en sus dominios.
Ruidos y movimientos extraños cesaron de forma abrupta cuando la silueta, medianamente alta con ropas oscuras, se coló en la vivienda y empezó a registrarla sin levantar el más mínimo ruido. Parecía un experto: se puso unos guantes para no dejar huellas, se mantenía lejos de las ventanas y controlaba su caos de tal forma que apenas se podía discernir su aura de pálida que estaba. Sin duda, se trataba de un profesional.
Encontrar a alguien de mi nivel no me entusiasmo demasiad, y descubrir, por las formas de su silueta, que no se trataba de una chica me hundió un poco más. Me estaba mal acostumbrando...
Desde mi puesto, sentado en la azotea del bloque de enfrente que quedaba a la misma altura del piso del fantasma, chasqueé los dedos y usé algo de caos, moviendo los labios sin emitir sonido alguno. La orden estaba dada. ¡Que comience el espectáculo!
* * *
Nicómedes tardó media día estudiando el informe preliminar. No quería -y nunca lo hacía – dejar cabos sueltos. Todo el contenido de los folios quedó grabado en su mente, palabra por palabra y plano por plano.
Aquella misma noche hizo acopio de todo lo necesario y se puso en marcha. No tardó mucho en llegar; de hecho ya había estado en aquel bloque de pisos anteriormente. Y Veran estuvo con él en aquella ocasión. Se trataría de una casualidad, pero, ¿habría sido esa anterior visita el autentico motivo por el que Veran le regaló la misión? Nunca sabía con certeza lo que se le pasaba por la cabeza a esa chica...
Sin llamar la atención, entró a hurtadillas en el piso encantado. Se enfundó los guantes y comenzó su registro.
Hacía tiempo que no llevaba a cabo un exorcismo. Veran quizás habría personalizado sus enseñanzas, pero él recordaba perfectamente como las realizaba: registró la casa en busca de pruebas suficientes que confirmara la identidad del supuesto ente fantasmal.
El poltergueist no hizo acto de presencia hasta pasada la media noche. Todo empezó con un chasquido, continuó con algunos cajones -que ya registró – abriéndose y cerrándose de golpe, y finalizó con un brusco descenso de la temperatura y una fuerza invisible que intentó levantarle del suelo.
No solo no consiguió mover ni un centímetro a Nicómedes, sino que se tuvo que llevar un doloroso recuerdo cuando el gente activó su caos de forma repentina. Fuera lo que fuera lo que le había tocado, se llevó una dolorosa quemadura cuando el aura de su cuerpo, antes semitransparente, se volvió durante un momento de fuego, envolviéndole en una llamarada azulada.
El ente se asustó, algo no muy normal en ellos, y todo permaneció en calma el tiempo suficiente como para que Nicómedes pudiera adivinar la silueta del fantasma recortada por el aura verde con manchas rojas.
¿Un fantasma sacado del infierno? Si el aura era rara, el espíritu no era para menos: empezó a dar vueltas a su alrededor, como esperando alguna señal para saber como actuar. El cuartucho donde se encontraban, totalmente revuelto y sucio sin otra luz que la que emitía el botón de encendido de un ordenador y una ventana cerrada a un lado, era demasiado pequeño, y había muy poco espacio por el que desplazarse. Así era, que en sus vueltas, el fantasma atravesaba la pared de la calle y de las habitaciones contiguas.
Aquella actitud me pareció muy extraña. Los fantasmas, almas en pena que solían compartir su tormento con sus vecinos (normalmente de formas violentas) nunca quería descansar en paz por las buenas. Nadie, después de todo, quiere morir de forma repentina, prematura y dolorosa...
Se produjo otro chasquido. Como un toro, el fantasma reapareció atravesando el muro que daba a la calle, imbuido en una aura que imitaba a la que anteriormente había invocado él, en forma de llamaradas, e intentó embestirle. Suerte que el extraño comportamiento del ente le había obligado a redoblar la guardia, pudo apartarse a tiempo lanzándose a un cúmulo de ropa tirada en el suelo, formando un mullido colchón que amortizó su caída. Desde allí, Nicómedes lanzó una ráfaga de caos al fantasma, cuya aura había redoblado sus manchas rojas.
El poltergueist emitió un inhumano gruñido desvaneciéndose en el aire en cuanto la ráfaga le golpeó. Nicómedes se incorporó y miró a todos lados, sintiéndose frustrado. Empezaba a entender a Veran. El fantasma prometía mucho, y sin embargo, cumplía poco y se resentía a a más mínima. Conociendo a su aprendiza, aquella misión la habría desquiciado.
Quiso poner fin cuanto antes a todo aquello, y el chasquido que avisaba del próximo ataque no se hizo esperar. De nuevo, el ente intentó embestirlo, apareciendo ante el muro exterior. Se aproximó a gran velocidad y mientras se acercaba, Nicómedes cargó su caos. Estiró la mano y aguardó a que sus dedos lo rozaran.
Y ya no hubo más fantasma. Se desintegró en el aire, desapareciendo segundos después el aura totalmente roja que lo envolvía.
No quedó nada del fantasma. Fin del trabajo.
Después de su última maniobra, sobrevino un pesado silencio y un fétido olor que inundaron la habitación. Nicómedes se acercó a la ventana, sorteando con suerte la marabunta de objetos que había diseminados por el suelo. Abrió el cristal y dejó que el caos que formaba el ente y que él había dividido y quemado para exterminarlo, escapara por allí. Con él se marchó el olor.
Tenía pensado escapar por allí, pero algo le detuvo cuando ya tenía un pie en el alfeizar.
¿Cómo no se había dado cuenta antes? En la azotea del edificio de enfrente, sentado sobre el borde, a su misma altura, un joven le miraba fijamente. Un pañuelo le cubría la boca y la barbilla y vestía con ropas tan sencillas y de tonalidades tan oscuras como las suyas. Su cabello era frondoso, ensortijado y estaba despeinado, No hacía falta ser un genio para darse cuenta de que era un seminmortal. Fue él quién rompió el hielo:
- Buenas noches, agente de Corver -se le notaba cierta nota de desprecio en la voz -Ha hecho un buen trabajo. No esperaba menos de un maestro...
- El chasquido... -Nicómedes pensó en voz alta -. ¿Controlabas a ese espíritu?
- Fue un sacrificio necesario. Una herramienta más -el chico tomó apoyo en la baranda, preparándose.
- ¿Una herramienta? ¿Necesario para qué? -Nicómedes le imitó, apoyandose en el marco de la ventana.
- ¿Para qué quieres saberlo? No voy a dejar que te acuerdes después...
Aquella afirmación desconcertó a Nicómedes. Los dos permanecieron en tensión, mirandose fijamente a los ojos. Analizando la conversación, Nicómedes supo que el agente pertenecía a Iehova, que conocía su rango y que, pese a saberlo, su tono de voz era muy sosegado, capaz de contagiar esa tranquilidad. Tenía que permanecer con la mente atenta. Agredir a un agente de otra organización dañaría, no sólo la reputación, sino también la relación entre ambos organismos -ya bastante tocada -.
- No sé que pretendes... -empezó a decir Nicómedes.
- Ser un tío no te hace inmune -aunque siguiera apoyado en la balaustrada, no tenía intención de saltar. Estaba más preocupado por mirarle a los ojos que por atacar directamente -. Así que no te esfuerces en aplazar lo inevitable...
Sus actos intrigaban al agente de Corver, y más aún cuando algo penetró en su mente. Rompió el contacto visual con el chico de la azotea cuando, dolorido por esa sensación que era como si le introdujeran un gigantesco clavo ardiendo en el cerebro, se escondió acuclillándose bajo la ventana. La sensación de intromisión se esfumó como si nunca hubiera existido.
Pero la calma aún tardaría mucho en llegar. El agente salió al interior de la habitación, pasando por encima de Nicómedes, rodando por el suelo hasta ponerse en pie a dos metros de él. Nicómedes sacó una daga de su bolsillo y se puso en guardia. Sus miradas se enfrentaban otra vez. La sensación intentó poseer a Nicómedes de nuevo.
Comenzaron a dar vueltas por la habitación formando un circulo. El agente del pañuelo mostraba sus manos vacías en todo momento, pero Nicómedes no se creía que estuviera totalmente desarmado. Por eso, a la dificultad que representaba el estar pendiente de no tropezar con la basura que cubría el suelo, se añadía la de buscar algún arma que pudiera llevar escondida en alguna parte.
- Eso es... -susurró su enemigo con la voz calmada -. En mis ojos están mis intenciones. Míralos...
«Mucho interés tienes en que te mire a los ojos» pensó Nicómedes. Enfocó su vista activando su visión de auras, y entonces lo descubrió: el caos se acumulaba en los ojos de aquel seminmortal e intentaba abrirse paso en forma de ondas por la atmósfera para colarse en él. ¡Ahí estaban sus intenciones!
Nicómedes no esperó más y se lanzó al ataque. Su rival le esquivó con gracilidad, apartándose a un lado.
- ¿Por qué te retuerces tanto? Déjate llevar. No llevo armas, simplemente quiero hablar contigo...
- Pero yo no quiero hablar contigo -Nicómedes volvió a incorporarse al circulo, mirando a los pies y a los brazos de su enemigo, pero nunca a los ojos - ¿Qué buscas?
- Solo quiero hacerte algunas preguntas... ¡y es de mala educación no mirar a los ojos de quién te está hablando!
Esta vez fue el agente de Iehova quién se lanzó a por Nicómedes. Fue más rápido que éste último, y ambos rodaron por el suelo. Nicómedes intentó liberarse, su daga se perdió entre el desorden reinante. y ambos se confundieron entre puñetazos y patadas, la mayoría de ellos fallidos y que recibió el aire.
La pelea terminó con Nicómedes inmovilizado con una llave y con el agente enemigo encima. A éste le quedaba una mano libre para tomarle la barbilla y obligarle así a mirarle a los ojos. Nicómedes se resistió cerrándolos con fuerza.
- ¡Abre los ojos y no te pasará nada! -el seminmortal de Iehova forzó el brazo que sujetaba a Nicómedes hasta arrancarle un grito de dolor -. Abre los ojos, te sentirás mucho mejor...
Al igual que hizo para separarse del fantasma, Nicómedes convirtió su aura en una potente llamarada de caos que consiguió librarle del agarre del otro chico. Rodó por el suelo hasta la puerta y la cerró de golpe, invocando algo más de caos para sellar por completo el interior, deslizándolo por debajo de la puerta.
Mientras el agente de Iehova intentaba tirar la puerta abajo, Nicómedes aprovechó para escapar. No era su misión enfrentarse a ese tipo, y mucho menso provocar una guerra entre las dos organizaciones por agredir a un agente de la competencia. Así que se marchó lo más rápido de allí, aprovechando el encierro de su rival. La Orden tendría noticias de aquello... | |
| | | Darkspinus
Nº Mensajes : 502 Gamers Points : 18020 Reputación : 10 Fecha de inscripción : 13/12/2008
| Tema: Re: Crónicas del Caos: 1ª temporada [Original] 26/05/10, 11:51 pm | |
| Vaya. ¿Un hipnotizador? Al parecer, tenía ganas de enfrentarse a una chica,xd. Buen capi, of course.
Un saludo malvado.
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| | | Veran
Nº Mensajes : 112 Gamers Points : 16197 Reputación : 4 Fecha de inscripción : 02/04/2010
| Tema: Re: Crónicas del Caos: 1ª temporada [Original] 31/05/10, 10:17 am | |
| Capítulo 25 - Un mal día (I parte) ........................................ Era mediodía cuando recibí una llamada al móvil de número desconocido. Me detuve en mitad de la calle, dejándolo sonar ante mis narices sin atreverme a cogerlo, con las bolsas de la compra colgadas en el mismo brazo. El teléfono insistía, casi a la desesperada. Y cuando estaba punto de dar el último toque, lo cogí.
- ¿Buenas...?
Hubo un largo silencio al otro lado de la línea, roto por una leve respiración. Un payaso. Me aparté el teléfono de la oreja y mi dedo rozó el botón de colgar. Como si me hubiera visto o sospechara lo que estaba a punto de hacer, una señorita con voz cantarina me saludó:
- ¡Buenos días! Soy de su compañía telefónica. Es que aún no ha pagado la factura de este mes, y como normalmente es bastante puntual...
- ¿Cómo?
- Eso, que no se nos ha abonado el importe de...
- ¿Está segura de lo que habla? -pregunté aún incrédula.
- Si, claro que si -corroboró -La llamábamos para advertirle de que si no nos abona la factura lo antes posible, nos veríamos en la obligación de...
No le di tiempo a terminar. Colgué el teléfono dejando caer las bolsas en mitad de la calle y marcando un número de teléfono lo más rápido posible. Solo tuve que esperar dos tonos antes de que me lo cogieran.
- Veran, ¿qué querías?
- Nico, ¿por qué no me han pagado el teléfono? ¿No se encargaba la organización de esas cosas?
- Si, pero ten en cuenta -casi podía verle frente a mí, sonriendo con esa expresión de petulancia en el rostro -que te cubre los gastos hasta cierto límite. ¿A quién has estado llamando tanto como para que tu factura ascendiera hasta los doscientos euros...?
- A tu novio, Nico -le escuché rechinando los dientes, molesto por el comentario que con tanta frialdad le solté -. ¿No me la van a pagar entonces?
- Como mucho, la mitad. El resto te lo tendrás que pagar tu. A ver si así aprendes a controlar un poco tus gastos. Siendo una agente de la Orden, es inconcebible que...
Le dejé con la palabra en la boca antes de que continuara con su retahíla aburrida. Recogí las bolsas del suelo y volví a casa con paso rápido, dejando las bolsas de la compra en la cocina y volviendo a salir. Acudí al banco más cercano.
Faltaban cinco minutos para que cerrasen, pero aquella sucursal parecía tener ganas de trabajar aquel último día de la semana y estaba hasta los topes. Había un buen número de mujeres, más que de hombres, haciendo cola frente a las ventanillas y los funcionarios no daban abasto.
Pregunté por el último, una anciana que aguardaba con una tarjeta bancaria en la mano a la vista de todo el mundo. Me puse detrás de ella, esperando pacientemente, sin intención ninguna de hacerle daño a nadie.
Tenía pensado que aquel viernes sería tranquilo. Llevaba una semana de exorcismo en exorcismo, trabajos sin mucha dificultad que después de todo, habían minado mi ánimo y parte de mis energías, después de todo. Aquel día no tenía nada que hacer, solo descansar. Nada de emociones fuertes, ni violencia, ni fantasmas, ni seminmortales, ni inmortales amantes de espadas...
Pero como solía ocurrir con mis planes, éste también se trastocaría. Cuando llegué, no me había fijado de que había cierta tensión en el ambiente y que varios clientes empezaban a murmurar y a quejarse entre ellos en voz baja. Los comentarios se hacían un poco más audibles conforme pasaban los minutos y el único hombre que había en todo el banco seguía en la ventanilla sin intención de apartarse.
- ¡Pero bueno! -se quejó en voz alta una mujer que tenía delante -¿Cuándo piensa terminar ese tipo? ¡No entiendo porqué tarda tanto!
- A lo mejor ha venido a hacer algo más que un simple ingreso -le respondió la anciana, tranquilizadora.
-¡Pero es que cuando llegué seguía ahí! Y yo tengo muchas cosas que hacer...
Dejé que ambas continuaran hablando en lugar de hacer algo práctico como yo. En voz bien alta, me dirigí a aquel tipo desde el final de la fila:
- ¡Disculpe, pero hay más gente esperando aparte de usted! ¿No podrían por lo menos atendernos por otro sitio para no tener que esperar tanto?
Mi reprimenda causó el efecto deseado, obligando al cliente a mirarme directamente. Brazos en jarras, me enfrenté a su escrutadora y fría mirada con mis eternas gafas de sol siempre acompañándome. Tenía un aspecto impoluto: barba recién afeitada, pelo corto al estilo militar y traje de chaqueta para completar el conjunto. Lo único que destacaba más y que contrastaba con su aspecto, eran sus ojos, azules como el hielo y algo hundidos, sombreados por la desesperación o quizás el nerviosismo. Adoptó una postura extraña cuando se volvió hacia mí, con la mano apoyada sobre el mostrador con su maletín encima.
-¿Has dicho algo, niña?
Con aquel desprecio se ganó mi desconfianza.
- Si, que o aligere o que alguien más nos atienda. ¿No ves la gente que hay esperando a que termines?
- ¡Serás borde!
Todas las miradas estaban puestas en nosotros dos. En el aire había tanta tensión que ya anticipaba lo que estaba a punto de ocurrir. El tipo se movió sin gracia ni disimulo, tirando su maletín al suelo y estirando el brazo hacia mí. Un grito me puso en alerta, a tiempo de sentir el impacto de la bala en el pecho.
- ¡Todo el mundo al suelo! -gritó el individuo apuntando al resto de clientes mientras mi cuerpo se quedaba flácido y caía al suelo, perdiendo la consciencia rápidamente junto a la sangre que resbalaba por el agujero hecho por la bala y manchaba mi ropa. | |
| | | Veran
Nº Mensajes : 112 Gamers Points : 16197 Reputación : 4 Fecha de inscripción : 02/04/2010
| Tema: Re: Crónicas del Caos: 1ª temporada [Original] 02/06/10, 10:15 am | |
| Capítulo 26 - Un mal día II parte ..........................................
Todos vieron como el atracador, que hasta entonces había pasado medianamente desapercibido, le descerrajaba un tiro a la joven adolescente, la única que había tenido valor de increparle. El pánico les sacudió a todos, que obedecieron ciegamente las ordenes del ladrón. Todos se lanzaron al suelo, algunos por voluntad propia, otros porque las piernas les fallaron. Se empezaron a escuchar algunos llantos, y las miradas no dejaban de volar desde el atracador, hasta la muchacha malherida cuya sangre se expandía formando un pequeño charco bajo su cuerpo inmóvil. Muchos ya pensaron que estaba muerta.
Pero el tiempo pasaba, y el atracador consiguió lo que buscaba: el funcionario le entregó una bolsa cargada con el botín que el ladrón guardó precipitadamente en la bolsa apuntando a todos lados, advirtiéndoles que, de dar un solo paso, les mataría allí mismo como había hecho con ella.
Se dirigió a la salida, de espaldas y sin dejar de encañonar a los presentes. Nadie movió un dedo, pero las lágrimas bañaban el suelo. En un acto más desconsiderable aún, y para comprobar el efecto de su acción, golpeó con el talón el cadáver de la joven. Ella no se movió. Definitivamente, estaba muerta.
El cajero hizo un amago de movimiento que el ladrón percibió. El atracador le apuntó, dispuesto a castigarle por su atrevimiento, pero antes de que la bala saliera disparada, el cristal de la ventanilla se quebró y cayó al suelo convertido en mil pedazos. Todos se encogieron, se escucharon algunos gritos, pensando que había sido un tiro. El funcionario se encogió detrás del mostrador para protegerse, y el mismo ladrón dio un brinco sobresaltado. Apuntó al resto de los presentes.
- ¡¿Quién ha sido?! -la mano con la que sujetaba el arma le temblaba, asustado ante la idea de que hubiera por allí alguien más con un arma -¡¿Quién ha sido?!
No hubo ninguna respuesta inteligible. Algunos se atrevieron a levantar la cabeza para mirarle, de espaldas a la puerta, y todos acallaron, más sobrecogidos aún. Los llantos cesaron y las respiraciones mismas acallaron al unísono.
Y es que lo imposible estaba sucediendo.
- ¡¿Qué estáis mirando?!
De espaldas como estaba, el atracador no se dio cuenta de nada. Tras él, la chica muerta se incorporaba sin hacer el más mínimo ruido, lentamente y adaptando una pose grotesca. Mechones de pelo ensangrentados le caían sobre la cara ocultándole los ojos.
El atracador sintió una respiración en su nuca. Una respiración acompasada, lenta y pesada que le provocó un escalofrío. Se giró rápidamente para descubrir de quién se trataba y una mano le aferró la cara con fuerza inusitada. A través de los dedos finísimos podía ver a la dueña de esa mano y se le contagió el pánico: la chica a la que había disparada estaba de pie, con los ojos envueltos en un iris sanguinolento. El lobo se convirtió en corderito asustado cuando se percató de que ni había piedad ni ningún sentimiento humano en su mirada.
Como si se tratase de una pluma, la chica le balanceó y le lanzó por los aires hasta el mostrador. Se dio de bruces contra él, escuchándose el crujido de sus pobres huesos. Los testigos no se perdían ni un detalle de la escena, sobrecogidos e impotentes.
El atracador intentó levantarse y un dolor atroz le perforó el estómago desde atrás, arrancándole un aullido de dolor. Quedó sentado, contemplando sin poder hacer nada como el peligro se acercaba. Como la parca con su guadaña, ella se acerco, lenta e imperturbablemente, con esos ojos ensangrentados fijos en él. No sabía cómo, pero iba a matarle. Estaba seguro.
- ¡¡No te acerques!! -se dio cuenta de que aún empuñaba su arma, con la que apuntó a la chica rápidamente en un vano intento de defenderse -¡¡Aléjate de mí!!
Casi sin darse cuenta, disparó de nuevo. Aunque estaban a cada vez menos distancia, pudo ver la bala atravesar el aire, como si el mundo se hubiera ralentizado solo para demostrar que no era rival. A centímetros de su cara, la bala se vaporizó en el aire como si jamás hubiera existido. Vació el cargador entero, y todas las balas corrieron la misma suerte. No quedó ni rastro de ninguna, y el percutor golpeó en vacío. La chica seguía avanzando.
- ¡¡Perdóname!! -gritó tirando el arma al suelo, encogiéndose y protegiéndose la cabeza con los brazos, muerto de miedo -. ¡¡No quería llegar a esto!! ¡¡Perdóname!!
La frialdad en su rostro no varió, pero su expresión se hizo aún más tosca. La había enfadado aún más. Como si fueran uno solo y obedecieran a las ordenes silenciosas de la chica, todos los cristales que podía haber en el banco reventaron y llovieron sobre todos. Los chillidos y gritos se sucedieron mientras la gente buscaba algún hueco donde refugiarse.
El destino ya estaba decidido. Pero al menos, el atracador quería saber cómo se llevaría a cabo.
- ¿Qué me vas a hacer...? -le preguntó a su ejecutora mientras se le escapaban las lágrimas.
La conciencia del atracador había regresado. Ante semejante visión, la chica que se suponía él había matado, su primera víctima, no podía hacer más que arrepentirse de sus actos.
- Yo no quería... ¡No quería víctimas! ¡Ni siquiera quería robar el banco! ¡Pero me han despedido, tengo una familia que alimentar, y...!
- Entonces... -podía recordar la voz de la chica cuando le recriminó su tardanza antes de que se desatara el desastre, y la que ahora surgía de sus labios era totalmente diferente, totalmente inhumana -¿por qué no te has suicidado en lugar de molestar a los demás con tu penosa situación, payaso...?
Sus palabras fueron un jarro de agua fría para él. Tenía razón. ¡No merecía perdón!
Un zumbido le hizo vibrar sus oídos. Algo se estaba acercando a gran velocidad. No había más sonidos, y en torno a ellos dos una cúpula se formó con las esquirlas de cristal que, dotadas con vida propia, flotaron hasta ellos y los envolvieron. A la vez, las afiladas agujas le apuntaron. Cerró los ojos, preparado para el fin...
Despertó de repente, sudoroso y con el corazón latiendole aceleradamente. Intentó incorporarse, pero se vio bien atado a una camilla. Le dolía todo el cuerpo. Dos hombres vestidos de enfermeros le condujeron hasta el exterior. Miró a todos lados, desorientado, sin saber qué hacía allí.
- ¿Qué ha pasado? -preguntó notándose la garganta inflamada.
Ninguno de los dos enfermeros respondieron. Al salir a la calle, una gran multitud les esperaba, formando un corro que la policía mantenía limitado. Vio las cámaras de televisión muy cerca, grabando a una reportera cuya voz llegaba hasta él.
Las últimas informaciones que nos han facilitado la policía es que ha sido una bomba. Nadie recuerda nada concreto, excepto que se produjo una explosión que hizo volar los cristales de puertas y ventanas por los aires y que muchos de ellos se desmayaron por la impresión...
¿Una bomba? Menuda suerte había tenido de haber sobrevivido, se dijo. Los enfermeros le introdujeron en la ambulancia. Mientras levantaban la camilla, el hombre pudo mirar el lugar de los hechos, percatándose de la presencia de dos extraños. Un adolescente con el pelo corto de punta y una chica de cabellos negros con una blusa blanca manchada de sangre. Un enfermero se acercó para intentar verle la herida, pero ella le rechazó con un gesto de la mano y le miró. Su mirada penetrante le produjo un escalofrío además de una sensación de deja vu. Su mente cambió el verde de sus ojos por un rojo sangre que le heló la sangre en las venas. La visión se esfumó en cuanto las puertas de la ambulancia se cerraron con él dentro y partían de camino al hospital.
- Estarás contenta -protestó Nico, apoyando la espalda contra la pared contemplando el espectáculo que se había montado -. Tienes suerte de que me diera cuenta de que aún tienes mi tarjeta de crédito y viniera a buscarla. Si no llego a borrarles la memoría...
Veran no respondió. Contempló como se llevaban al atracador con los labios fruncidos y los brazos cruzados. Nicómedes suspiró intentando calmarse. Lo peor ya había pasado y con ella de nada servían las regañinas.
- Deberías dejar que te vieran esa herida. Vamos al hospital de la organización a que...
- No hace falta -le cortó Veran secamente con la mirada perdida en el extremo de la calle donde había desaparecido la ambulancia -La bala no me alcanzó de lleno.
- ¿Entonces cómo es que has sangrado tanto?
- Intentó entrar pero... algo la “borró”. Y yo no fui. Le dio tiempo a tocarme y hacerme un agujero, pero se desvaneció sola antes de entrar en mi cuerpo. Y no, no es un don nuevo -se apresuró a añadir viendo la cara que ponía Nicómedes.
Ambos quedaron en silencio un rato, escuchando los flashes de los fotógrafos, las ruedas de las camillas que terminaban de sacar a los desorientados heridos, las sirenas de las ambulancias que llegaban, los periodistas dando parte de lo sucedido, los curiosos agolpándose para ver mejor la escena... A Veran poco le interesaba ya todo aquello, y tenía que cambiarse. Sin mediar palabra, emprendió el camino de vuelta a su casa. Cuando Nico se dio cuenta de que se marchaba, la persiguió hasta interponerse en su camino.
- ¿A dónde vas? ¡Estás herida!
- Si la organización me hubiera pagado esa miserable factura, no estaría herida ni nada de esto hubiera ocurrido.
- Si no te hubieras presentado aquí, ese atracador -los dos se deslizaron entre el gentío lo más agilmente que podían -podía haber provocado una desgracia aún peor. Es gracias a ti que no hay heridos de consideración ni muertos...
- Era un primerizo -Veran desvió la mirada -. Tenía puntería, pero estaba terriblemente nervioso. Me acertó porque me convertí en un blanco fácil. No tiene mérito.
- ¿Desde cuando la gran Veran no se enorgullece de sus propias hazañas? -Nicómedes frunció el ceño, extrañado -¿Qué has hecho con mi aprendiza?
- Lo primero, no soy tu aprendiza. Lo segundo, si es verdad que es una hazaña, pagadme con el abono de la dichosa factura. Y lo tercero... -Veran cerró la boca antes de decirlo.
- Cuenta con ello. ¿Qué es lo tercero? -Nicómedes le tocó el hombro para animarla a seguir, ya bastante lejos del lugar del suceso. No había nadie por esa calle que reparase en ellos.
- Lo tercero es que te odio. Y si me tocas, terminaré haciéndote lo mismo que le hice a ese atracador.
Nicómedes apartó la mano rápidamente, escrutando su rostro, incrédulo. Era normal recibir amenazas por su parte, pero no de ese estilo ni semejante calibre. La frialdad de su expresión le corroboró que era capaz de hacerlo, y que además, lo ocurrido la había afectado de verdad. Sin decirse una palabra más, se separaron. Nicómedes la observó alejarse calle abajo, arrastrando los pies hasta desaparecer tras una esquina.
Nunca se le olvidará la escena que encontró al llegar: el atracador de rodillas ante ella rodeado por cristales rotos flotantes y la mirada ausente y extraña de su ex aprendiza fija en él. Puso orden al usar su don para alterar la mente humana y crear sombras, falsos recuerdos. Todos quedaron inconscientes, nadie recordaría nada, y le dio tiempo de sobra para ayudar a Veran a volver a la realidad.
Los acontecimientos se estaban precipitando. Más pronto que tarde, ocurriría la desgracia que toda la organización temía. La autentica naturaleza volvería a mostrarse. | |
| | | Darkspinus
Nº Mensajes : 502 Gamers Points : 18020 Reputación : 10 Fecha de inscripción : 13/12/2008
| Tema: Re: Crónicas del Caos: 1ª temporada [Original] 03/06/10, 05:54 am | |
| Vaya augurio,xd. ¿Cuál será la naturaleza? La Veran alada, tal vez... Excelente capítulo. Un saludo malvado.
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| | | Veran
Nº Mensajes : 112 Gamers Points : 16197 Reputación : 4 Fecha de inscripción : 02/04/2010
| Tema: Re: Crónicas del Caos: 1ª temporada [Original] 03/06/10, 12:14 pm | |
| Capítulo 27 - La chica equivocada I parte ......................................................
Caminaba por la calle, sin molestar a nadie, sin hablar con nadie. Simplemente paseaba de vuelta a casa, cuando escuché una portezuela abrirse, unos pasos acercándose tras de mi a la carrera y mi vista se ennegreció. El polvo que había en el interior del saco se me coló por la nariz con cierto regustillo a ácaros, y antes de que me diera cuenta, me alzaron y me metieron en un vehículo que daba unos bandazos increíbles. Me cuesta decirlo, pero he de hacerlo: me pillaron por sorpresa. Me distraje. ¿Quién me iba a decir a mi que unos tipos tratarían de secuestrarme después de pasar una semana entera de exorcismo en exorcismo? Pues ahí estaba. Calculé que habían transcurrido media hora de viaje movido. Nadie habló, pero alcancé a oír, ahogados por la tela del saco, las respiraciones de dos individuos. Me habían dejado tumbada en el asiento trasero, sin ataduras ni nada. Me resultó extraño: con lo rápido que me habían cogido y lo descuidados que eran… ¿Qué clase de secuestrador dejaría a su víctima con las manos libres?
Sentí curiosidad, y decidí dejarles actuar un rato. No me moví ni proferí un solo ruido, encogiéndome en el asiento y fingiendo que temblaba. No fue fácil, puesto que al pensar en mi plan, se me hacía difícil no reírme. Se detuvieron con un violento frenazo que, y esto sin fingirlo, me lanzó hacía delante por medio de la inercia y casi me caí del asiento. De nuevo, las manos sudorosas, fuertes y encalladas de uno de los secuestradores me cogieron y tiraron de las mías para sacarme del vehículo. Permití que se creyera que me había inmovilizado las manos y me dejé llevar, caminando torpemente.
Mis sentidos estaban bien alerta: escuchaba la gravilla, y luego la tierra seca bajo mis zapatillas de deporte. Una suave brisa consiguió traspasar los poros de la tela del saco, trayendo consigo el olor a hierba, y oí a los árboles estremecerse.
Todo ello se cortó en cuanto me introdujeron bajo techo. A empujones, el que me llevaba me guió por las estancias hasta donde quiso. Me obligó a sentarme en una silla incómoda y dura, atándome las manos y los pies por fin. En medio de su tarea, alguien más entró en la sala y se dirigió a él produciendo un chasquido, como el de un mechero, y me alcanzó el apestoso humo del tabaco.
- Si la grabamos así, no se creerán que es ella. Déjala con el rostro al descubierto –era una voz tosca y algo ronca, propia de un fumador empedernido.
- Pero nos podría reconocer –era el tipo que se había ensuciado las manos con el trabajo. Su voz era algo más chillona, con cierto timbre afeminado, seguramente producida por el nerviosismo.
- ¡Olvídate de eso ahora! ¿Quieres que pague, o no?
No hubo respuesta por parte del secuaz pero obedeció deslizándome el saco hasta quitármelo del todo. Ahora podía verlo todo: estaba en una viejo cuchitril con el suelo hecho con láminas de madera carcomida, con polvo revoloteando por todos lados y vete a saber cuántos bichos más. Había un par de ventanas, la única fuente de luz, cerradas con persianas medio deshechas.
También podía ver a los dos secuestradores: el cabecilla era corpulento e iba con un viejo chándal descolorido. Lucía una barba de tres días y entradas en el cabello castaño. Estaba apoyado contra el dintel de la puerta, llenándolo todo de humo.
Luego me fije en el “lacayo”. Era enclenque, pero al contrario que él, aparentaba algo más de clase: traje, barba recién recortada y pelo recortado estrictamente. Despedía el aroma de alguna colonia de hombre cara, y sus manos eran lo único en desacorde con el resto: las manos curtidas de un trabajador.
Los dos se me habían quedado mirando en silencio, con los ojos como platos. Fingí sorprenderme, fingí estar asustada, pero no debí de hacerlo muy bien, porque el único comentario que el barbas dijo fue:
- ¡¿Qué has hecho?! ¡Te has equivocado de chica!
- ¡¡Pero me dijiste que era ella!! –objetó el segundón incorporándose y mirando a su jefe.
- ¡Tu deberías conocerla mejor que yo! ¿No eres su tio?
- ¿Y ahora qué hacemos? ¿La dejamos marchar?
Los dos se volvieron por fin hacia mí. Me sentí algo cohibida al recibir de pronto tanta atención…
- Nos ha visto –dijo el barbas en tono funesto –No podemos dejarla ir…
- ¿No pensarás…?
- ¿…Matarme? –terminé la frase del socio.
Los dos me miraron con los ojos como platos. Ya no me gustaba aquel juego. Por un momento llegué a pensar que se trataban de enviados de alguna organización enemiga con la misión de exterminarme. Gente fuerte, seminmortales de gran capacidad contra los que podría tener un combate justo. Pero aquello era bien distinto. ¿Para que seguir con la farsa? Suspiré ante sus caras de asombro.
- Si pudieras, me alegrarías el día –le dije al Barbas.
- Yo en tu lugar estaría asustada –me reprendió el fumador. Su compañero se apartó de mi como quién ve a un fantasma, cayendo al suelo con el trasero -. No estamos jugando, niña.
- Lástima, porque yo si…
Sonreí con malicia y, al unísono, una de las ventanas estalló. Los cristales se esparcieron por la habitación, obligando a los dos secuestradores a cubrirse y perderme de vista durante un momento. Instante más que suficiente para que una de las esquirlas flotara hasta mi y cortaran las cuerdas que me maniataban.
Me incorporé y me froté las muñecas. La marca de las ataduras se desvaneció y mi circulación volvió a fluir con normalidad.
Hubo un disparo, y una bala pasó junto a mi cara sin rozarme. Al alzar la vista, contemplé el arma con la que el barbas me encañonaba. Menudo idiota…
- Siéntate… -ordenó separando cada sílaba.
- ¿Puedo tomarme esto como un desafío? –ladeé la cabeza, inquisitiva.
- ¡He dicho que te sientes!
Dejó la frase entre cortada. Me moví rápido, demasiado para él, y antes de comenzar la tercera palabra, ya me tenía a su lado. Le golpeé el costado con la palma de la mano abierta, y el tipo salió disparado hacia un lado, dejando caer el arma al suelo. Alcé la cabeza con una sonrisa prepotente. Quizás no fueran rivales dignos, pero me ayudarían a pasar el rato…
Por el rabillo del ojo, percibí un movimiento por parte del compañero que no me gustó. Los muy idiotas ni me habían cacheado, así que solo tuvo que sacar una de mis cuchillas para detener la bala que acababa de disparar el del traje. El otro tipo aprovechó para lanzarse en plancha, recogiendo su pistola y disparándome. Me dio tiempo a sacar mi otra cuchilla y detener el proyectil igual que hice con el anterior.
Ahora tenía a los dos armados, algo acobardados con los ojos clavados en mis armas. Que se defendieran, si. Cuánto más lucharan, mejor me sentiría con la pelea.
- ¡¿Quién demonios eres?!
Me reí ante su pregunta. Fueron dos carcajadas secas, con los ojos casi desorbitados por la emoción y dejando caer los brazos, casi flácidos, lista para empezar con el baile.
- La chica equivocada –respondí con mi sonrisa despiadada que anticipaba la desgracia-, la chica equivocada…
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Notas de la autora:
Buenas a tod@s ^^. Esta minisaga de tres capítulos es la que marca el final de la primera temporada de Crónicas. Quizás se os haya quedado corta y eso tiene una explicación:
Entre "Un mal día" y "La chica equivocada" existe otra "minisaga" llamada "Familia Unida" y que consta de 8 partes (8 capitulos). Es la más larga de toda la novela online, basada en el videojuego "Clive Barker's Undying". Algunos os preguntareis porqué no la he colgado aquí. Bueno, resulta que el último capitulo de esa saga desapareció misteriosamente de mi ordenador tras un formateo necesario y urgente... Aún lo sigo buscando, y parece que no me quedará otro remedio que rehacerlo algún día de estos...
No obstante, si teneis interés en leer el resto de capitulos, podeis acceder a ellos en cualquier momento en el blog oficial de Crónicas: [url=Historiasdelcaos.blogspot.com]Historiasdelcaos.blogspot.com[/url] (apartado: Junio 2009)
^^ Sin nada más que decir, por el momento, os dejo con la lectura.
Un saludo ^^ | |
| | | Darkspinus
Nº Mensajes : 502 Gamers Points : 18020 Reputación : 10 Fecha de inscripción : 13/12/2008
| Tema: Re: Crónicas del Caos: 1ª temporada [Original] 05/06/10, 04:07 am | |
| Gracias por la info, es interesante. Cuando pueda me paso a leerlo todo.
Un saludo malvado.
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| | | Veran
Nº Mensajes : 112 Gamers Points : 16197 Reputación : 4 Fecha de inscripción : 02/04/2010
| Tema: Re: Crónicas del Caos: 1ª temporada [Original] 05/06/10, 12:40 pm | |
| Capítulo 28 - La chica equivocada II parte .....................................................................
Como animales. Así se defendieron los secuestradores al encontrarse ante un peligro que los superaba. Me encargué primero del más joven y el más limpio. Vació el cargador conmigo, y consiguió que alguna que otra bala me impactase. Sentí el escozor de la herida al abrirse y quedar al aire a través del agujero de la ropa, pero nada más a partir de ahí. Su rostro era cada vez más cadavérico y perdía el color a una velocidad asombrosa. Yo caminaba despacio, con una sonrisa macabra que no podía borrar, que no podía controlar. Mis ojos, clavados en mi presa, no percibían nada más. El barbas había desaparecido, y era mi menor preocupación.
Uno de los disparos acertó en mi rodilla, lo cual hizo que perdiera un poco el equilibrio e hincase la otra en el suelo, clavando una cuchilla en un tablón. El tipo retrocedió hasta que su espalda chocó contra la pared y el percutor chasqueó sobre vacío.
- Mi turno… -anuncié con la voz profunda y cascada.
Lancé la cuchilla que quedaba libre, clavándose a pocos centímetros de su cara, en la pared, con un ruido sordo. La recogí acercándome a él, dejando entre nuestros rostros un mínimo espacio del tamaño de un dedo meñique. Podía notar los escalofríos que mi aliento le provocaba, su respiración compungida, sus ojos desorbitados y llenos de lágrimas de terror… y los disfrutaba. Ladeé la cuchilla de la pared sin tener que sacarla, rozando su oído con la hoja y abriéndole espacio a un minúsculo reguero de sangre que goteó hasta el suelo. Gimió.
- Por favor, no me hagas daño –suplicó –No fue idea mía… ¡Él me convenció! ¡Sólo quería el dinero que le correspondía por haber trabajado para ellos! Yo sé lo que pasó allí, y…
- ¿Para quienes? –no muy lejos de allí, escuché el pomo de una puerta deslizándose. Mandé una señal de caos para sellar todas las salidas posibles y proseguí con mi interrogatorio.
- La familia Munnik –las lágrimas consiguieron brotar -. Le sometieron a tratos vejatorios… El jefe, el padre. Y luego le echó, por eso pensamos que podríamos chantajearle…
- ¿Pensamos? –murmuré jugando con la otra cuchilla cerca de su barbilla. Sus ojos se desviaron de los míos hacia la pistola que yacía a poca distancia. Le seguí y el arma salió disparada como movida por un resorte invisible hasta la otra esquina de la habitación.
- ¡Pensó! ¡Pensó! –se corrigió enseguida apretándose más contra la pared –Me convenció. Yo también sabía lo que hacia, así que pensó que podríamos secuestrar a su hija, mi sobrina, para darle un escarmiento. Emití un gruñido como asentimiento. Los pasos del socio se escuchaban moverse de un lado a otro, seguramente buscando alguna salida.
- ¿Se parece tanto a mi como para confundirnos…?
- Si… -acerqué aún más las cuchillas -¡Quiero decir, no! ¡Te vimos de espaldas, y por eso…!
- ¿Me tuteas…? –le amedrenté un poco más.
- ¡Lo siento! –se descompuso totalmente, echándose a llorar a lágrima viva. Adquirió un aspecto patético -. ¡Lo siento, de verdad!
- ¡Pero se lo merecían! ¡Traidor!
Hubo un disparo más, y este no iba por mi. Acertó de lleno en la frente de su compañero, matándolo en el acto y manchándome la cara de su sangre. La visión, escalofriante, me bajó el entusiasmo y los humos, dejándome caer hacia atrás hasta sentarme, con los ojos clavados en el cuerpo sin vida. El aire se enrareció, la tensión se adueñó de mí. Lo primero que hice fue buscar su mirada, la mirada burlona de aquel que gasta una broma pesada a otro. Pero no. Había quedado con los ojos abiertos y la sien pegada al suelo. Ya no había ningún brillo en ellos, y las lágrimas se habían esfumado dejando solo un par de manchas de sombra alargada.
E igual que su vida, mi piedad también se había esfumado. Me sentía culpable, sentía miedo… Si la Orden me pillaba allí, me echarían la culpa de aquello, sin duda alguna. Estaba sola allí, y sabía que el barbas iba a escaparse en cuanto tuviera la ocasión y me dejaría a mi el marrón (también podía intentar matarme, pero eso era algo imposible).
Impondría justicia, y evitaría confusiones. Ese era mi plan.
Me levanté y saqué las cuchillas. El aire se había enrarecido: olía a pólvora y a algo más. Algo denso que empezaba a acumularse. Algo que empezaba a cobrar forma a mi alrededor, una especie de aura enrojecida que me envolvía formando lazos que se ataban unos a otros, se atraían y entretejían una figura cada vez más perfilada a mi lado, en donde antes no había nada. La figura emanaba una brisa que fue enfureciéndose hasta levantar viejos tablones y lanzar la silla por los aires.
Hubo más disparos, pero ninguno me dio. La silueta neblinosa se convirtió en un campo magnético que empezó a atraer todo lo metálico que hubiera por la sala, incluyendo las pistolas, que se desintegraron al rozar la neblina.
Las puertas y ventanas empezaron a abrirse y cerrarse a portazos, continuamente en un baile fantasmal de bienvenida. El barbas miraba a todas partes, sin saber que hacer, pero su atención estaba puesta totalmente en la niebla que estaba creando: había adquirido una forma reconocible, una forma que el podía ver.
Era una forma humanoide, que fue creciendo hasta alcanzar el techo con la cabeza. Una cabeza que quedó amorfa, como con pico y cabellera. Tenía un torso fuerte, apreciándose la forma de cada músculo, bien trabajado. Podía discernirse la forma de una pequeña y corta falda de tela como única prenda, envolviendo su cintura; y unas piernas fuertes y largas de las que surgieron ramificaciones que se afilaron como dagas. Sus pies y manos, con 6 dedos cada una, tenían las uñas largas, como la distancia de la punta del dedo índice hasta su muñeca. Se mantuvo en una postura hierática, firme y recto, hasta que se vio completo. Se miró las manos, se palpó el techo como si fuera realmente una persona real.
Me giré para quedar frente a frente con el secuestrador que quedaba en pie, que miraba aterrado la siniestra aparición, que para mostrar su satisfacción por su forma, emitió un gruñido gutural que hicieron temblar las paredes.
Yo seguía moviendo los labios casi imperceptiblemente, atando el caos, atando la personalidad y poder a aquel cuerpo creado por mi propio caos. Cuando terminé mi letanía, ya sin sonrisa, ya sin entusiasmo, procedí a las presentaciones:
- Éste es Xoghor, espíritu errante, parasito mental que en tus pesadillas aguarda para devorarte… -al hablar, atraje su atención, y el barbas gritó y se sobresaltó al ver mis ojos rojos -. Xoghor, este es tu nuevo anfitrión –señalé al hombre –cuyos sueños te ofrecerá hasta que de si no de más –Xoghor dio un paso, y adoptó su forma a la de un cuadrúpedo, moviendo sus hombros como un felino a punto de saltar sobre su presa –De hoy en adelante, recuérdale nuestro nombre y recuérdale sus pecados, aquellos que aquí te ataron. Que te aproveche…
Intentó correr. Intentó escapar. Pero nadie puede escapar de semejante invocación. Y menos, un mortal…
Xoghor, en forma de animal, salió en su persecución. Poco tiempo tuvo para disfrutar de la caza, dándole alcance en el pasillo de la casa, fuera de mi vista. Supuse lo que habría hecho: la neblina habría envuelto a aquel individuo y se habría colado por todos sus poros, dejándole sin conocimiento. El ruido de un cuerpo cayendo al suelo confirmó mis teorías.
De pronto, pude moverme. Antes, con la invocación, me había visto obligada a reservar todas mis fuerzas para reunir y contener el caos de la invocación, y ahora que no lo tenía, todas mis fuerzas me abandonaron. Las piernas me temblaban como flanes, incapaces de soportar mi peso mucho más.
Me dejé caer al suelo, acostándome. Cerraría los ojos, y descansaría hasta reponerme. Aún tenía cosas que hacer… | |
| | | Veran
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| Tema: Re: Crónicas del Caos: 1ª temporada [Original] 06/06/10, 10:59 am | |
| Capítulo 29 - La chica equivocada III parte Capítulo final de Crónicas del Caos .................................................... Me sentía débil, pero satisfecha conmigo misma. Se me había echado la noche encima, y era bastante tarde, pero no me importaba. Cavilaba. Me distraía rememorando lo ocurrido aquel día: el secuestro, mi búsqueda en la guía telefónica de la familia Munnik y mi posterior y fugaz visita que había llenado de terror aquella casa y había puesto sobre aviso a aquella cría que, con solo catorce años, ya se pintaba y vestía como una madurita resentida con la vida… Sabía que, aunque justificada, mi actuación iba a acarrearme consecuencias negativas en cuanto la Orden se enterase (cosa que haría en breve), y no me importaba. Me sentía bien conmigo misma, y a la vez tenía un amargo sabor de boca. Encontrarme con la chica con la que me habían confundido había sido como volver atrás en el tiempo… Había llegado a la casa cuando el atardecer ya cubría de cobre los tejados. Era una familia acomodada, poseedores de una bonita casa en una rica urbanización privada. El hilo musical de cantantes en decadencia, fervientes seguidoras de una vida llena de vicios, hombres estereotipo, drogas y alcohol sonaban a todo volumen desde una de las habitaciones del piso superior. Nos encontramos en su terraza, yo sentada en la barandilla y ella en el borde de su cama, pintándose las uñas. Se asustó al verme, pero se atrevió a dirigirme la palabra. Con desparpajo, pero agresividad. - ¡¿Cómo has llegado ahí?! - ¿No es mejor empezar conociendo la identidad de la otra persona? –respondí cruzándome de brazos. La chica me miró con ese sentimiento de superioridad que le inculcaron desde pequeña. Con esa creencia de independencia, de que ella podía con todo, fuera lo que fuera, y era mejor que todos. Sentía las oleadas de asco recorriendo mi estómago, pero lo soporté. - Esta mañana. Me confundieron contigo. Me secuestraron. - ¿Y estás aquí? –la chica se rió como si hubiera contado algún chiste, pero con una risa desagradable, frívola y estúpida. ¿Cómo pudieron confundirnos? –¿Eres la hija de alguno de los subordinados de mi padre? Le diré que le haga la vida imposible a tu familia. - Entonces, empezaré por tus padres… La chica puso una cara de incomprensión que parecía un cuadro cuando me vio saltar por encima de la barandilla los cuatro o cinco metros que me separaban del suelo. Caí de pie, pero ella no lo vio. La escuché correr por el interior de la casa, así que tenía poco tiempo. Los padres fueron fáciles. Estaban juntos en un salón, recostados sobre sendos divanes. La madre, al igual que la hija, se pintaba sus queridas uñas mientras que el progenitor discutía airado por teléfono con alguien. Al verme entrar en la misma habitación que ellos, ambos se me quedaron mirando como quién ve a un fantasma. Otra vez. ¿Iba a ser siempre así? ¿Daba igual que me entrenase, que me controlase? Si, daba igual… Siempre me mirarían así. Siempre me despreciarían así… Provoqué una explosión. Los cristales –ventanas, cuadros, mesas… -todos a una, estallaron a la par con un chirrido muy desagradable. Las paredes se cubrieron de golpes hechos por puños gigantes e invisibles, y los muebles cayeron al suelo. En menos de un segundo, la catástrofe. Para los padres, fue una visión chocante, y no actuaron con la sensatez que esperaba. Se me echaron encima. Sin embargo, antes de que dieran dos pasos, ellos también volaron por los aires y acabaron dando con sus huesos en el suelo, cada uno en una esquina. El padre se cortó con uno de los cristales que había diseminados por el escenario y manchó la rica alfombra de terciopelo que tenía bajo sus pies. La hija llegó en ese momento. Al ver la escena, ni siquiera acudió a ver como estaban sus padres, que era lo más normal. Cogió una esquirla y me la lanzó. La aparté de un manotazo, y al ver su poco éxito, me tiró otro que falló. - ¡¿Qué has hecho?! ¡¿Eres una terrorista?! ¡¿Has venido a por dinero?! El asco se redobló. Me lamenté por haber castigado a los pobres secuestradores. Me planteé el regresar junto a ellos y ayudarles a retomar su plan, pero ya era bastante tarde: la policía ya se habría asomado por allí después de mi llamada. Me acerqué al padre. No había soltado su teléfono, y estaba marcando el número de alguien cuando le interrumpí. Seguramente de la policía. Así que me di algo más de prisa: - Seré breve: esta mañana un trabajador del cual te aprovechaste y vete a saber que cosas sucias le hiciste me secuestró pensando que era tu hija. Pensé en avisaros, pero visto lo visto… -alcé los brazos en un gesto para señalar todas sus posesiones, que incluían su personalidad vana y vacía –Sois más de lo mismo: os creéis mejor que los demás y os aprovecháis de ellos. Así que creo que si, que impartiré justicia… - ¡¿Qué tonterías dices, bicho raro?! Ni siquiera pudo terminar de insultarme. Me volví hacia ella y estiré la mano con la palma abierta hacia ella. La cría salió despedida hasta otra habitación. Así se estaría calladita. - ¿Eres la hija de Amy…? La madre habló por fin. Y lo que dijo me provocó un escalofrío. - ¿Qué has dicho? –luché conmigo misma, intenté refrenarme. ¿Me conocía? Aquella mujer con pinta de cuarentona prematura, vestida con colores chillones, peinado de peluquería, pintada como una puerta y tacones gigantescos no me sonaba de nada. La mujer se levantó despacio, sin hacer movimientos bruscos y enseñándome las palmas de las manos. - Te pareces mucho a una compañera de colegio que iba a mi misma clase… Se llamaba Amy. No sé su apellido, era adoptada, pero tenía un… La mandé callar con un chillido casi histérico, impropio de mí. Me costaba respirar. Me temblaban las manos. - Era…era morena, como tu. Y tenía tu misma cara. ¡Cualquiera diría que sois idénticas! –la mujer se acercó lentamente –Eres su hija, ¿verdad? Me alegro de que encontrase a alguien que… - Cállate, mentirosa… -bajé la cabeza con mis ojos clavados en aquella mujer. La sangre me hervía por dentro. El caos me pedía acción. Los recuerdos, venganza… - Me llamo Beatriz –la señora, totalmente inconsciente del peligro que corría, continuó su acercamiento con una sonrisa llena de falsedad que trataba de inspirar empatía -. No sé cómo has hecho esto, pero… ¡no importa! ¡Tu madre también era bastante rara! Dio un paso en falso, que casi la hizo tropezar. Pero no fue eso lo que me instó finalmente a sacar las cuchillas y llevarlas a su cuello; sino su última sentencia. Mi flujo sanguíneo había aumentado, podía notarlo, como también notaba mis ojos rojos, listo para empezar la acción. La tenía contra la pared, con mis cuchillas en su cuello. Si hubiera querido, podía haberla matado allí mismo. Si hubiera querido, habría podido rebanar aquel flacucho cuello lleno de pliegues. No. No era si hubiera querido. Era lo que quería en aquel momento. Lo que me pedía el alma por dentro a gritos. - No soy hija de nadie… -la voz surgió de mi garganta como un siseo, casi aplastada por el peso de la ira y el esfuerzo sobrehumano de contención que estaba llevando a cabo –Yo soy Amy… La que adoptó una familia normal. La que iba a tu clase en Secundaria, en tu mismo colegio. Aquella a la que insultabas por ser diferente, por no querer ser como tu y el resto. Aquella a la que le hiciste la vida imposible… ¡Esa soy yo! ¡Por eso no he cambiado, y por eso me he entrenado durante diez años! ¡Para vengarme de vosotras! Estuve a punto. Moví las cuchillas para terminar con el golpe perfecto, pero… Otro recuerdo se sobrepuso a los amargos. Una imagen, congelada, como una foto que solo yo podía ver. Apareció y desapareció fugaz, delante de mi visión, obligándome a parar el determinante vuelo de mis hojas. Me hizo darme cuenta de que había mentido. ¿Venganza? ¿Diez años sufriendo por eso? No. Si decía aquello estaba mintiéndole a lo más sagrado que tenía en este mundo… « Dos jóvenes, un chico de pelo rubio de punta y una joven de cabello largo y moreno, estaban sentados en un banco de un patio de recreo vacío. La chica tenía su mochila cerca, a los pies del banco, y miraba al suelo con los ojos llenos de lágrimas. Era débil, estaba destrozada por dentro, y su corazón pisoteado. El chico hablaba y ella, escuchaba.
- Si te unieras a nosotros, controlarías esos instintos. ¡Podrías vengarte de ellos si quisieras!
- ¿Vengarme? –masculló la chica con voz tenue –Eso no es algo bueno…
- Pero es lo que quieres –proseguía el chico -. Se han metido contigo injustamente. Puedes demostrarles lo que eres. Lo que vales…
La chica meneó la cabeza, dejando caer algunas lágrimas y hundiendo la cabeza entre sus manos.
- ¡No! –gimió aterrorizada –Le prometí que usaría este poder para el bien… No puedo usarlo para vengarme… ¡Le perdería para siempre!
El chico sonrió comprensivo y le pasó la mano por la espalda.
- Sé l que os ha pasado. Le salvaste una vez; pero no puedes controlar esos instintos. Por eso pudiste salvarle. Sin embargo, puede que la próxima vez no tengas tanta suerte…
- ¡¿Qué quieres decir?! –la chica se apartó de él y le miró desafiante por encima de las lágrimas.
- Que no puedes controlar esos instintos. Ellos no te pidieron que le salvaras, sino que acabaras con esa amenaza. La próxima vez, puede que te pidan que le mates a él…
- ¡Pues lo controlaré!
- Llevas diciendo eso desde los cinco años, Amy.
La chica se calló y tragó saliva, bajando de nuevo la cabeza. Reconoció que tenía razón.
- ¿Para qué quieres usar tu poder, Amy? Un poder que puede hacer muchísimo daño…
La muchacha tardo en contestar. Se lo pensó muy bien antes.
- Quiero protegerle… -susurró. Miró a los ojos del chico y le echó más fuerza a su voz -¡Quiero protegerle con este poder!
Las lágrimas se habían esfumado, intercambiando su lugar con una mirada desafiante y llena de valor. El chico sonrió. Hacía tiempo que no veía semejante decisión en los ojos de nadie… Se levantó del banco y le tendió la mano.
- Entonces, bienvenida a la Orden de Corver –Amy le estrechó la mano -. Soy Nicómedes. Tendrás que decidir tu nombre más adelante…
- Ya lo tengo decidido –volvió a sorprender a Nicómedes -. Soy Veran.»La cuchilla estaba detenida en medio del aire, y mi víctima encogida. ¿Qué estaba haciendo? ¿Cuándo me había alejado tanto de mi meta? ¿Por qué había dejado que la organización me comiera el cerebro hasta aquel punto? Me aparté de Beatriz, guardando mis armas. Padre e hija me miraban, sin decir una palabras, escondidos y con miedo. La madre, abrió los ojos y dejó de temblar cuando ya estaba en la puerta. No me volví ni una sola vez. Había perdido el norte. Tantos años, tantos entrenamientos, tantos exorcismos, tantas misiones… Tanto que hacer que había perdido mi verdadero deber de vista. Evité mirarme en los escaparates de las tiendas por las que pasaba. ¿Para qué? ¿Para seguir viendo el monstruo que siempre he sido…? ¿La escasa evolución que he experimentado a lo largo de mi vida? Sentía que había hecho bien al dejar las cosas tal y como estaban, pero me amargaba pensar en la realidad. En que el instinto seguía allí; no se había controlado ni desaparecido. Me detuve en medio de una calle solitaria. Saqué el teléfono móvil y lo tiré al suelo con fuerza. El maldito teléfono que solo sonaba para darme malas noticias. Para embeberme aún más en aquella maraña de la que nunca saldría. El teléfono que les servía para mantenerme localizada las veinticuatro horas del día se rompió en pedazos al chocar contra el suelo. Mandaría alguna señal, seguramente, y a las décimas de segundo supe que no estaba sola en aquella calle, aunque nadie hubiera aparecido. Así que grité su nombre con toda la fuerza que me quedaba: - ¡¡Nicómedes!! Una silueta humana saltó desde un tejado y se posó grácilmente frente a mi. Su pelo de punta, rubio, seguía intacto, y su traje de chaqueta inmaculado. En su rostro, estaba la grave expresión que siempre auguraba problemas. - No quiero seguir así. No quiero seguir aquí –el labio inferior me tembló, pero no lloré. Me enfrenté a él, como siempre. Como nunca. Los ojos azules y profundos de Nicómedes me estudiaron. Mantuvo las distancias, pero me transmitió cierta sensación de familiaridad y alivio. - Tengo la solución, Veran. Me tendió la mano. Igual que aquella vez en el patio. E igual que aquella otra vez, acepté y se la estreché. Y la calle quedó desierta. | |
| | | Darkspinus
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| Tema: Re: Crónicas del Caos: 1ª temporada [Original] 07/06/10, 12:33 am | |
| Dios, éste ha sido muy bueno, desde luego. ¿Capi final? ¡Noooooooo! xd. Tengo que leer tu blog, ahora que recuerdo. ¿Veran quería salvar a alguien? ¿Quién sería? El verdadero nombre de Veran es Amy, interesante. El final ha estado muy, muy, pero que muy bien. Felicidades.
Un saludo devoracorazones.
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